Por: Camilo Arias
Quizá el alcohol llegue a nublar mi mente ya que tu no lo haces tan perfectamente como él licor lo hace, me das abrigo desde que me llamas, la llamada tuya es la llamada de las llamadas, es la llamada más grande de todas las llamadas, pero que le digo a la luna, las nubes el sol y las estrellas, los animalitos, las aves los libros, que le digo a la vista?, que le digo a la universidad que le digo a mis amigos, porque ahora ando contigo, me llamas y no me sobra el tiempo para gastarlo con ellos, que le digo a la soledad, que les digo al tabaco y al alcohol?... les digo que te llamo y me llamas? Les digo que ahora hablo contigo?... pero en un momento tengo una llamada en espera, llamada de colores, llamada de la historia, llamada de bondad, de modo que contesto y suena la canción más esperada, suena la armonía que más me gusta, esto lo considere un postre para mis oídos después de tanta dulzura, fue una esperanza, fue un vestigio de amor, de protección, de alteraciones sonoras que resuenan en mis venas, de trascendencia crepuscular, fue algo magnifico, y en eso, me di cuenta que ya no había oscuridad en mí, que irradiaba un aura de felicidad, una felicidad que me hacía perder por momentos los sentidos, en esto, me di cuenta que mi sarcasmo se volvió de revés y se convirtió en humor negro, pero ya no me aguantaba de dar tantas gracias a las comunicaciones y a las llamadas telefónicas, que gracias a ello, en el silencio de mi oscuridad, de mi motivación, de mis pulsiones tanáticas, en el fondo de mi esencia tan oscura y reprimida, era evidente, gracias a las llamadas, encontrar algo de bondad, algo de razón, algo de luz, algo de paz.