Ophelia en vez de manos tiene globos, para volar por todo el territorio, algunas veces acicala el plumaje, de las aves azabaches circundantes. Le gusta robarle pedazos al arcoíris, para merendar los días grises, estos suelen ser esquivos y huyen cuando desprevenida la han visto.

Al topo estrellado la mirada le falla, pero tiene un olfato que no lo defrauda, camina y con el arcoíris tropieza, se lo come porque ya es la hora de la cena. A Opehlia no le hace gracia, ahora debe esperar que el cielo colores traiga, se sienta a colorear globos deformes, para enviar una carta al sol enorme.

“Querido sol:
Lo la lo lu li luuuuu.
Am ro ne vi la luu.
Ga to to.
Con cariño: Ophelia.

Tras un buen rato, los globos regresan carbonizados, el sol brilla demasiado fuerte y broncea todo lo que se le acerque. No vienen solos, traen fracciones de cosmos, el topo algo raro olfatea y se suspende en sus patas traseras. Menea sus tentáculos y se oscurece el cielo de inmediato, las manos de Ophelia ahora brillan, el sol le regalo fantasía.

Y es que cuando algo perdemos, siempre llega un trozo de cosmos nuevo, que nos enseña, que todo tiene un esperanzador momento.
Ophelia la muñeca de rostro rojo y cabello azulado, está inspirada en @opheliafu, una artista increíble a quien admiro por su fantástico trabajo; aquí se cuenta porque sus manos son mágicas y logran trazos tan grandiosos, porque le fue entregado el don del cosmos.
Créditos
Margarita Palomino

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