Los obelisco, erigidos en distintas partes del mundo, son una muestra de soberbia y poderío y los antropólogos afirman ver en esta figura arquitectónica un simbolismo fálico.
Los obeliscos más famosos están en Washington, París, Buenos Aires y la plaza de San Pedro en el Vaticano; este obelisco en particular, tiene una gran historia: El obelisco de San Pedro estuvo inicialmente en Alejandría, la ciudad egipcia y fue el emperador Calígula quien decidió llevarlo a Roma para colocarlo en el circo de Nerón.
Y el obelisco estuvo en el circo de Nerón, hasta de en 1586, el Papa Sixto V decidió cambiarlo a la Plaza de San Pedro; pero la operación era en extremo peligrosa, y para el efecto, el Papa ordenó la participación de más de mil hombres y cien caballos; y para evitar distracciones y errores, el Papa Sixto V anunció que aplicaría la pena de muerte a quienes pronunciacen alguna palabra en medio de la delicada erección del obelisco.
La advertencia papal era clara: nadie podía decir nada, o lo pagaría con su vida; pero hubo un momento en el cual el esfuerzo de las bestias y los hombres parecía inútil y próximo a una tragedia colosal. La poleas crujían y las cuerdas empezaron a reventarse lentamente, una tras otra, en medio del terror y el silencio colectivo. Cuando la catástrofe era inminente, un marinero de nombre Preska desafío la amenaza del Papa y gritó: "Mojad las cuerdas", en medio del pasmo general, algunos corrieron por agua, mojaron las cuerdas, y estas alcanzaron la resistencia necesaria. Entonces el obelisco finalmente, con lentitud y con el esfuerzo de todos, alcanzó su sitial actual.
Fue un día como hoy, 10 de septiembre de 1586. Ese obelisco en verdad, es un homenaje a los seres humanos que sin miedo a las amenazas y peligros, se atreven a levantar la voz.