Pedro Casaldáliga, obispo catalán, escribe así a los mártires de américa de todos los tiempos: "Os escribo a todos vosotros y vosotras, que habéis dado la vida por la vida, en las calles y en las montañas, en los talleres y los campos, en las escuelas y en las iglesias, bajo la noche o a la luz del sol. Por vosotros y vosotras, sobre todo nuestra América es el continente de la muerte con esperanza."
Entre los muchos que en América han dado su vida por la vida, no se puede olvidar a un hombre llamado José Gabriel Condorcanqui.
Condorcanqui era descendiente del inca Felipe Túpac Amaru, que tras una rebelión había sido asesinado en 1579. Condorcanqui había sido alumno de los Jesuitas en Cuzco y cuando el Virrey creó nuevos impuestos, el líder indígena encabezó en 1780 una insurrección de indios y mestizos, una de las sublevaciones más importantes de la época colonial.
Condorcanqui recordó a su antepasado, también rebelde, asesinado por los españoles y decidió tomar su nombre Túpac Amaru.
Entonces las tropas colonialistas supieron de su fiereza en la batalla, y cuando Túpac Amaru se aprestaba a tomar Cuzco, llegaron refuerzos españoles desde Lima y a la vez fue traicionado por un cura mestizo llamado Francisco de Santa Cruz.
Túpac Amaru, fue apresado y asesinado en Cuzco; el mismo destino tuvieron su esposa, su hijo y su cuñado.
El Movimiento Independentista en el alto Perú, continuó durante dos años más, gracias a los hermanos Katari, y la sublevación de Túpac Amaru aunque fue sofocada, sirvió para que España modificara los abusivos impuestos sobre los indígenas.
La muerte de Túpac Amaru sucedió un día como hoy, 18 de mayo de 1781.
