Hola Hive, espero que anden muy bien. Yo estoy aprovechando estos días de lluvia que tenemos por acá para contarles un poco más sobre el proceso de doma racional. Hoy quiero contarles cómo ha sido el amansado de Otoño, el caballito que conocí en la finca de @meno.
Les cuento que ya hace más de un año y medio que vengo trabajando con él. Acá les comparto unas fotos de mi llegada a la finca Las Nubes y de mi primer contacto con Otoño.
Lo primero que quiero contarles es que lo más conveniente para comenzar a montar un caballo es que tenga entre un año y medio y dos años de vida, dependiendo siempre de la raza. Esto es así porque su sistema osteoarticular y muscular necesita fortalecerse. En los caballos este proceso empieza desde abajo: primero se fortalecen sus patas y luego el resto del cuerpo, alcanzando su mayor fortaleza hacia los siete u ocho años de edad. Igualmente, como dije antes, para comenzar con la monta, con unos dos años ya está preparado.
Bueno, en el caso de Otoño, comenzamos este trabajo de monta cuando él tenía una edad que yo estimé en aproximadamente siete años. La ventaja que tuvimos es que no era un potro considerado, como decimos en Argentina, chúcaro (potro salvaje que nunca tuvo contacto con personas). Esto simplificó bastante la tarea. Se dejaba acariciar, se lo podía agarrar sin mayores dificultades y nunca manifestó reacciones de defensa (patear, morder, etcétera) desde el contacto inicial sin montar.
Tanto fue así que en el primer encuentro, tal como se ve en la foto de arriba, decidí montarlo por primera vez.
Luego seguimos con el proceso, después de construir un corral redondo para mayor seguridad y para disminuir la posibilidad de accidentes.
Les cuento que en el segundo encuentro pudimos avanzar mucho. Se dejó montar sin problemas, comenzamos a caminar y girar conmigo montado a pelo (sin montura). Luego dejó que le colocara la montura, realizando un proceso de reconocimiento con su vista y olfato, además de un trabajo propioceptivo que le permitió pasar de las sensaciones a las percepciones que no mostraban peligro para él.
En los encuentros siguientes le coloqué una embocadura de tela (primer freno a la boca), la cual se coloca bajo la lengua sin demasiada presión para no quitarle sensibilidad. Usamos esto para enseñarle a frenar, arrancar, girar y retroceder.
Siguiendo adelante con este trabajo, logramos salir del corral y manejarnos de forma natural por toda la finca. Les cuento que amansar un caballo correctamente lleva entre un año y un año y medio de tarea continua, hablando en general. Puede durar menos o más. En el caso de Otoño, la tarea no es continua por muchos factores, como el clima y mis tiempos fuera del trabajo. Igualmente vamos por buen camino y Otoño ya puede ser considerado un caballo de andar nuevo (caballo de andar que debe seguir siendo montado para afianzar lo aprendido).
Otra cosa que debo decir es que en este proceso se dieron fluctuaciones que suelen ser normales. Una que recuerdo es la aparición de unos caballos que no eran de la finca y, como consecuencia, Otoño se tornó un poco rebelde. Aun así, logramos llegar a la etapa de enfrenado, como aparece en esta foto a continuación, montado por Benjamín, mi hijo de 12 años.
Una aclaración que quiero hacer es sobre el criterio que se utiliza para decir que un caballo es de andar: primero, debe dejarse agarrar y montar sin moverse; entender las órdenes de arrancar con la intensidad que se le pida; frenar, girar y retroceder; y poder movernos libremente sobre él sin riesgos. También, cuando nos bajamos de él, debemos poder abrir y cerrar tranqueras (portillos) montados, entre otras cosas.
Este es un proceso que requiere conocimiento, tiempo, conlleva riesgos y muchas veces no se reconoce bien el buen trabajo realizado.
En otras publicaciones intentaré contarles cosas puntuales de todo este proceso.
Saludos.
David