No podía creer que ese día todo terminaría en un chiste, luego de un llanto de emoción lo primero que me vino a la mente fue el relato que tanto me recomendó una vez: La máquina de hacer ¡pu! ¡pu! ¡puuu! de Julio Garmendia. El tiempo de espera es eterno en la habitación de la clínica, y saber que ya no tendría una bolsa de colostomía para todos era una emoción tremenda luego de algo más de un año usándola.
Todo para mí fue un proceso de aprendizaje, de cuidados diarios para sobrellevar lo que ahora me resulta cuento. Un cuento que con confianza y valor me permite ayudar a otros que estén en la misma situación que yo en un período que no esperaba tener en mi vida. Fue así que entonces los cirujanos, quienes con tanto mimo y cuidado profesional me entregan a mi nueva máquina de hacer ¡pu! ¡pu!. Con un comienzo "blando" con intervalos de "duro" volvimos a vivir en la casa otra historia, con los sonidos típicos de la combustión interna de esa poderosa máquina que no sabía controlar sus impulsos en esos arranques luego de recargarle con lo que sus médicos recomiendan entonces.
Son dos años de una buena recuperación y sin importar la crisis del codiciado papel, esta máquina se desempeña al 100% dando frutos incomestibles pero sustanciosos en todos los ámbitos y escenarios que se le presenten. No espero una discontinuidad de uso sólo alicientes que engrasen sus partes para todo lo que quiera crear y que le permitan perpetuar su desempeño.
