Les saludo afectuosamente, miembros de Steemit. Con este post quiero abrir una serie de textos que reflexionen sobre algunos temas relacionados con la literatura infantil y su enseñanza en el contexto de la Educación Básica en Venezuela. Más concretamente, quisiera proponer algunas ideas e impresiones que han ido surgiendo a partir de mi experiencia como instructor de un programa de formación docente que busca convertir a maestros de este nivel del sistema educativo venezolano en animadores de la lectura y la escritura y que enseñen el placer de la lectura. No se trata de ofrecer aquí una visión del programa, ni de explicar sus características o sus alcances, sino de pensar en voz alta tomando en cuenta algunas situaciones y prácticas con las que me he encontrado en el trabajo con maestros de las ciudades de Cumaná y Marigüitar (estado Sucre), y Maturín (estado Monagas). Que quede claro: no soy maestro, pues mi desempeño docente ha sido con adultos, primero como tallerista de programas de promoción de lectura patrocinados por el ministerio de cultura en Venezuela, luego como profesor de literatura infantil y didáctica de la lengua y la literatura en la Universidad de Oriente y en este momento como facilitador de este programa de formación docente, que ya les mencioné, promovido por una fundación privada en el ámbito de la responsabilidad social empresarial. Sin embargo, conozco esta realidad de cerca y pienso que mi voz podría aportar algunos elementos al debate actual sobre el tema; todas estas cosas quiero compartirlas con los miembros de esta comunidad. De esta manera, abro esta serie de textos que ahora les presento.
Convertirse en lector-modelo
Del yo pecador al yo lector
Como ocurre con cualquier religión, quien pretenda convertirse en un verdadero «maestro-lector» (el practicante de la religión de la enseñanza y de la lectura) debe someterse a un profundo acto de constricción. Este futuro maestro ha de mirar su propio pasado, su historia de vida, para responder a una pregunta fundamental: ¿soy o no un lector? Y en este caso la culpa no ha de ser causa de vergüenza o censura; dos cosas de las que nos debemos olvidar por completo cuando se trate de enseñanza de la lectura. Lo importante será lo que hagamos a partir de la respuesta que encontremos en nuestra experiencia anterior.
Si usted es un lector consumado, ya tiene buena parte del trabajo hecho, y probablemente su ejercicio profesional futuro será exitoso. La siguiente etapa es detenerse a conocer la literatura infantil y los libros para niños; una experiencia que yo recomiendo siempre se produzca desde los libros específicos, de su lectura y revisión detenida, para poder construir un aparataje conceptual del género y subgéneros, de sus rasgos más destacados, los tipos de libros más adecuados según la edad, las características del libro para niños, la importancia de las ilustraciones y la calidad de los materiales...
Si usted no se atreve a llamarse lector, entonces ha de trabajar para llegar a serlo, e iniciar así su proceso de conversión. También acá recomiendo ponerse de una vez en contacto con los libros para que esto comience a producirse. A veces he propuesto a los docentes que asisten a mis cursos una actividad muy sencilla: les pido que cada uno me traiga en la próxima sesión un libro infantil, y quizá doy una instrucción más específica, solicitando un género en concreto (un cuento, un libro referencial, un poema); recomiendo que no lo compren, sino que lo pidan prestado. En muchos casos, los docentes llegan contándome su experiencia de descubrimiento, pues tal vez no sabían lo bien dotada que estaba la biblioteca de la escuela donde trabajan, o que la vecina tenía tantos ejemplares de buenos libros, o que trajeron varios títulos porque no podían decidirse por uno solo, o lo incríble que le parece cierto libro por el troquelado del papel o las páginas desplegables.
El acercamiento de los docentes a los libros infantiles ha de ser un proceso paulatino, sin violencia, de manera que no sea percibido como una obligación, sino como una necesidad y una responsabilidad con su propia formación y con la calidad de la educación que desea brindar a sus estudiantes.
Predicar con el ejemplo
Otro ejercicio que sugiero es que el maestro se proponga metas claras y reales de lectura. Para ello sacamos una cuenta bien sencilla. Digamos que leerá un libro infantil por semana durante el año escolar: toda una semana para un solo libro. El año escolar tiene cuarenta semanas, lo que significa que al final de período académico habrá leído al menos cuarenta libros. Y cuarenta libros es una cantidad más que respetable para alguien que no se considera lector. Yo insisto en que el número seguramente será mayor, pues el ritmo de lecturas se incrementará con el transcurrir de los días y ya no será uno solo por semana, sino dos o tres.
¿Por qué insistir en que el docente se convierta en lector si es que quiere animar la lectura en sus estudiantes? Se ha desmostrado ampliamente la ineficacia de que tratemos de convencer a los niños de la importancia de leer y de sus beneficios; la repetición del sermón diario según el cual seremos más inteligentes y más enterados del mundo con la lectura. Es posible que el alumno se apropie de este discurso y lo repita sin llegar a comprender el sentido profundo de su significado, sin hacer conciencia de lo que ello podría representar en su vida. Mayores efectos tiene el modelaje en las conductas lectoras de nuestros estudiantes: al ser el maestro un adulto significativo para el niño, quien ejerce sobre este una influencia emocional determinante, el niño se apropia por modelaje de las conductas que observa en su maestro. De acuerdo con esto, si el niño ve que su maestro es un lector habitual, que tiene contacto con los libros, que habla de los cuentos y poemas que lee, que disfruta de ir a la biblioteca o de compartir en el aula un texto en voz alta, seguramente comenzará a interesarse por el mundo de la lectura y la literatura. La fuerza del ejemplo, de lo que observa hacer al otro, se convierte en una estrategia poderosa para transformar conductas y favorecer la lectura.
¿Hay salvación?
Toda religión que se precie ofrece a sus fieles alguna forma de paraíso, que es la recompensa por una vida ejemplar, ajustada a los preceptos de esa religión. Me gusta pensar que en con la lectura pasa algo parecido, solo que no tenemos que esperar pasar a otro plano o dimensión diferente a la terrena. Cada vez con más frecuencia me encuentro con maestros con una experiencia precaria en lectura de libros infantiles, lo cual puede ser una situación un tanto desalentadora. Sin embargo, es una tendencia que es necesario revertir si es que queremos verdaderos maestros lectores y niños entusiasmados por los libros y la lectura. Creo que hay esperanza de que podamos desarrollar todo nuestro potencial convirtiéndonos en lectores. Y lo podemos lograr con fe en la educación y con mucho trabajo duro, comenzando por transformándonos a nosotros mismos para poder tener algún efecto en los otros.
Y tú ¿qué tan dispuesto estás a convertirte en un lector?