A ti, que tu mente comenzó a nublarse, y tú solo recordabas tu niñez.
Que me fuiste olvidando de a poco, y yo me sentía a morir.
Por las noches le preguntaba a Dios en mis oraciones.
¿Por qué le haces esto? ¿Por qué nos haces esto?
Nunca obtuve una respuesta a mis preguntas, pero si a cuentas gotas recibía.
¡¡¡Resignación!!!
Tus manos viejas y cansadas, ya no tenían ganas de seguir empuñadas.
Tus ojos tristes y cansados clamaban por tranquilidad.
Y yo poco a poco supe que se acercaba el final.
A ti, que un día decidiste partir para estar mejor.
Que tu cuerpo cansado decidió darse por vencido.
Y así, poder lograr el descanso que tanto merecías.
Sabias que tu ausencia dolería infinitamente.
Pues eras un ser muy amado y especial en la vida de muchos.
Pero el dolor de tu partida, no se compararía jamás, al que sentías tú por estar en esa situación.
Te fuiste y estabas en paz.
Y extrañamente en medio de mi dolor.
Yo también me sentía en paz por ti.
Gracias por haber sido mi mejor ejemplo.
Mi gran amor y mi mayor tesoro.
Gracias infinitas por haber sido mi PAPÁ.
Fotografía tomada el día de mi graduación.

Créditos del texto y fotografía: Rouscelin Cardona @rouscelin
