¡Señor!, me dicen que está molestando a los feligreses.
¿Yo? No, eso no es verdad, sólo estoy pidiendo limosnas.
Hay gente quejándose porque está gritando en la puerta de mi iglesia, eso es inconcebible, éste es un lugar de paz y tranquilidad. Le invito amablemente a que se marche.
¿Amablemente no? ¿De la misma manera en qué está engañando a todas estas personas para que le den todo su dinero?
¡Váyase de aquí! ¡No vuelva jamás! No es bienvenido a ésta casa.
Sí, lo mejor que puedo hacer es marcharme, ya tengo lo que quería de ellos, no se me ha perdido nada en una puta iglesia.

Fuente
Ahora comienza la diversión, es el momento de vivir, de disfrutar de los pequeños placeres de la vida, de reírme de todos vosotros, de sentir el vacío de la existencia hasta perder el control y más tarde el sentido.
La dirección a seguir es clara, el supermercado. A ver para cuánto me llegan éstos euros procedentes de Jesús, de la fe, del dogma católico, de sus estúpidas creencias.
Pero hay un problema, ¡el puto Ángel!, seguro que está en la puerta como siempre, no quiero verle el careto que tiene, cuando me lo encuentro todo son problemas. Debo relajarme, ir hacia allí, entrar sin siquiera mirarle a la cara, hacer mi compra, e irme tratando de pasar totalmente desapercibido.
No puede ser tan difícil, debo conservar la calma, pero comienzo a temblar… creo que necesito un trago antes de ir al supermercado. ¡Al lio!
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