Hoy he decidido visitar más allá del umbral, y pise la penumbra de mi vida; más allá de la Y (y griega) del principio de mi nueva vida, donde comienza el camino hacia mi mismo.
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Es difícil, es vergonzoso, es triste y doloroso poner mis pies en esa etapa de mi vida y no, no es porque fuese degradante o malicioso lo que hacia.
Viví el gozo excesivo que te da el disfrutar “el fruto de tu esfuerzo”. Me embriague con el licor y el vino que ha producido la tierra; comí sus mejores frutos y no hubo manjar exquisito fuera de mi alcance. Bebí el Cognac de Napoleón, el de Louis XIII. Me embriagó el placer de Vega Sicilia y me cautivó su Alión. El aroma de las Soleras más viejas que un siglo me vieron salir del hotel Intercontinental, después de vaciar cada copa llena de ellas.
Amarones Italianos cautivaron mi paladar con su sabor a pasa e higos. El Fino, el Amontillado, el Oloroso y la Crema del Jerez Español se impregnó en mi cerebro para siempre. Probé el Xarello, su Viura y Parellada de sus Cavas y no faltó el Domperignon Francés; el Bordeaux, el Chateneuf Du Pape, el Burgandy y el Sencerre; el Sauvignon Blanc por excelencia más fino de la tierra.
Me harté de Barolos, Barbarescos; de Chiantis viejos y de los más finos Súper Tuscans que la bella Italia ha producido. Brindé con el mejor Mezcal y con el mejor Tequila de mi Mexico querido; con el mejor Ron de Filipinas y de Guatemala.
Bebí lo mejor del vino Norteamericano; el Pinot Noir de Oregon, el Cabernet de California y Washington, asi cómo su mejor merlot.
El vino de Jordania me dejó pasmado y por mis labios no pasó mejor sabor que la fina dulzura del vino frío de Islandia.
Me llené de la mejor gastronomía del mundo y de todo presumí en Televisión En Vivo en los Estados Unidos.
Me rodeé siempre de parejas bellas y presumí siempre del éxito y conocimiento que éste ambiente te brinda. Me llene del vacío de la vida. Sacié mi hambre corporal, mientras mi espíritu moría de hambre. Alimenté la vanidad de ser humano, mientras mi humanidad se quebrantaba agonizante.
Llené de lodo mis caminos, mientras mi cuerpo me pedía correr en libertad en ellos, todo el alcohol que bebí secó mis alas, cuando el cuerpo me pedía volar y gozar del azul del cielo.
Mi ego agravó mi voz y convirtió en exigencia mis pedidos más sencillos, y se llenó de agravio mi presencia, y se condicionó el respeto y la amistad hasta la desolación completa.
Todos se volvieron vanos ante mi egoísta presunción de ser mejor que todos. Sus miradas se anclaron en el suelo y sus afirmaciones se volvieron forzadas. Ya no había nada mal hecho de mi parte; en todo lo que hacía hubo aprobación. Mi presencia se volvió tirana, mi pedido indiscutible y mis acciones incuestionables. Fui el ojo de un huracán de autodestrucción; se extendió mi mano diestra para despedirme de alguien vano, mientras que mi siniestra mano tocó la parte trasera de mi cráneo y así comenzó el camino hacia mi mismo, cuando en el minuto ciento ochenta después de una mortal caída, la Y Griega de mi vida me dibujó otra senda y me llevó a elegir el camino hacia mi mismo, muy diferente y muy lejos de lo que yo creía que era correcto y exitoso.
El escrito es mío y refleja parte de quien fui, cuando regrese la inspiración, desahogaré en más letras la segunda parte de El Camino Hacia Mi Mismo. 😊