Desperté, entre sudores. Todo había sido un horrible sueño, de desesperación, de angustia, no quería rememorar aquello ni una sola vez más, sólo quería olvidar.
Me miré en el espejo y allí estaba, de nuevo, esa cara triste, llena de lágrimas, producto de un sueño que sólo reflejaba la realidad en la que me encontraba.

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Estaba sólo ante tal situación, ante tal angustia, tratando de acabar con ella de la forma más inmediata posible. Revertirla, apagarla, eliminarla fue mi prioridad, pero no parecía posible, por mucho que intentara hacer, todo seguía igual, inmutable, permanente ante el paso del tiempo.
Llamé por teléfono tratando de ver qué es lo que estaba pasando, tratando de eliminar todo lo que me hacía mal, tratando de tener una explicación en mi incoherente mente desquiciada. Pero me encontraba atrapado en una especie de bucle temporal, en el cuál repetía una y otra vez la misma operación, en el que por mucho que hiciera era imposible escapar, hasta llegar a la desesperación, la angustia y la ansiedad.

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Al ver mi cara en el espejo, fui consciente de que ese bucle era real, todos los días despertaba igual, con la misma cara, con el mismo malestar, con la misma tristeza de ver el reflejo de mis más que vivos sueños.
Traté de huir del bucle pero parecía no haber escapatoria, me encontraba atrapado en un pequeño resquicio temporal del que quería huir por todos los medios, pero que me mantenía ahí, semi-latente, en un estado más muerto que vivo.