Cada vez peor caminaba, por fortuna el cielo estaba cubiertísimo, y un poco más oculto de las miradas, estaba — al menos de aquellas que miraran desde el cielo: algo era algo. Del norte no habían novedades, todo parecía indicar que había sido víctima de otra estafa de esas prolongadas y dolorosamente costosas; soy de aquellos que leen el spam, y lo creen.
Pero estaba bien: las cosas eran así, y había que aceptarlo, como tantas otras cuestiones, además, yo me metí en esto para que no sea concluyente, pues le tengo miedo a la más mínima responsabilidad y compromiso, de puro responsable, pues yo me conozco, niñas: no vaya a ser cosa que ande fallándole a alguna a la que ande importándole, y todo eso.