Las herencias recibidas
Mi casa explota de objetos innecesarios que nunca me animé a tirar. Tengo el horrible TOC de no tirar nada. Y lo que es peor, levanto cosas que otros están por tirar antes de que lleguen al tacho.
Creo que se trata de una enfermedad o un síndrome conocido con el nombre de Diógenes.
Reconozco que la gran mayoría de las cosas de las que no me puedo desprender tiene una carga afectiva.
Tengo la colección completa de los muñequitos que venían en la cajita feliz y que fui comprándole a mis hijos durante años. Ellos saben que son míos.
Guardo los videos de Disney en sus cajas originales que tampoco tienen sentido tenerlos guardados ya que todo eso está hoy en la web. CD´s y DVD´s también.
Y todo eso va ocupando lugar. No me puedo deshacer de ellos. En lo de mi madre aún conservo novecientos discos de vinilo. Me queda claro que eso es ocupar el espacio de otro. En cualquier momento tendré que ir por ellos y también ocuparan parte de algún pasillo de casa.
Mi casa es pequeña. Tiene cien metros cuadrados. Es un lindo departamento muy luminoso y alegre muy bien ubicado. Pero somos seis los que vivimos allí y a medida que vamos creciendo vamos ocupando más espacio.
Mi hijo me pidió una batería y se tuvo que arreglar con un cajón peruano.
Mi oficina es el cuarto de servicio y para llegar hasta ahí hay que cruzar un pasillo atiborrado de cosas inútiles. Tachos de pintura. Aspiradoras. Cajas con libros. Bolsas con ropa de la estación opuesta a la corriente. Tengo que entrar caminando como los egipcios y resulta milagroso que en trayecto no tire o me lleve puesto algo. Odio ese pasillo. Porque se llena de cosas que no son mías. Para el día de la madre le regalamos a mi suegra una pava eléctrica porque la suya perdía. Me la traje a casa. También está en el pasillo.
En ese pasillo estrecho y oscuro también guardo mi escalera. La compré apenas me casé. Tiene veinticinco años y la amo. Es una de cuatro tramos que se pliega y se dobla en cuatro segmentos. Puedo armarla en un solo tramo de cuatro metros o en forma de arco, donde los chicos de pequeños se colgaban cabeza abajo y jugaban a tener un trapecio en casa. Para que ocupe menos lugar la guardo desplegada en un solo tramo.
Pero hay un objeto en casa que llegó de una herencia. Del lado de mi mujer. Un objeto que de caer en manos de cualquiera estaría en la basura en menos de un minuto. No se porqué lo aceptamos cuando entró en casa, pero lleva años y sigue en un cajón de la cocina. Me divierte reconstruir su pasado porque algo ocurrió con él para que hoy tenga ese aspecto tan especial y único.
No puedo creer lo que le pasó.
¿Puede haber personas tan miserables que en una sucesión discutan por la tenencia de un palo de amasar de madera?
De eso se trata. Tengo en casa medio palo de amasar de madera de veinticuatro centímetros, que en su estado original debió tener cuarenta y ocho. Está cercenado al medio con mucha prolijidad como si las dos dueñas en cuestión estuvieran observando al carpintero salomónico que no se pasara ni un milímetro de un lado ni del otro. Se nota que el corte fue manual, hecho con serrucho y no con una sierra circular, porque se ve como que cortó la mitad y después lo giró ciento ochenta grados y comenzó por el lado contrario. Se nota en el medio una raya de corte. Se ve que cuando el carpintero terminó de cortar cada heredera agarró su mitad sin dar lugar a que le pasen la lija. La mitad que yo tengo tiene una sola agarradera y un corte recto a los veinticuatro centímetros.
Con esto quedó demostrado que en las herencias se puede dividir un juego de cubiertos, un juego de platos y hasta un palo de amasar.
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The inheritances received
My house explodes with unnecessary objects that I never dared to throw away. I have the horrible OCD of not throwing anything away. And what's worse, I pick up things that others are about to throw away before they reach the bin.
I think it is a disease known by the name of Diogenes syndrome.
I recognize that the vast majority of things that I cannot get rid of have an emotional charge.
I have the complete collection of the toys that came in the happy meal and that I have been buying for my children for years. They know they belong to me.
I keep the Disney videos in their original cases, which doesn't make any sense to keep them either, since all of that is on the web today. CD's and DVD's too.
And all of that is occupying space. I can't get rid of them. At my mother's house I still have nine hundred vinyl records. It is clear to me that I'm using someone else's space. Any moment I will have to go for them and they will also occupy part of a hallway in my house.
My house is small is a small appartment. It has one hundred square meters. It's a beautiful apartment, very bright and cheerful, very well located. But there are six of us living here and as we grow we take up more space.
My son asked me for a whole set of drums and I had to fix him with a Peruvian Wood Drum Box Cajon.
Since we don't have a maid my office is the maids room and to get there I have to cross a narrow corridor cluttered with useless things. Paint buckets. vacuum cleaners Boxes with books. Bags with clothes from the season opposite to the current. I have to enter walking like the Egyptians and it is miraculous that on the way I do not throw or spill something. I hate that hallway. Because it is filled with things that are not mine. For Mother's Day we gave my mother-in-law an electric kettle because hers was leaking. I brought the old one home. It's also in the hallway.
In that narrow and dark corridor I also keep my ladder. I bought it just got married. She is twenty-five years old and I love her. It is a four-section that folds and folds into segments. I can put it together in a single four-meter section or in the shape of an arch, where my children used to hang upside down and play trapeze at home. To take up less space, I keep it unfolded in a single section.
But there is an object in the house that came from an inheritance. From my wife's side. An object that, if it fell into the hands of anyone, would be in the trash in less than a minute. I don't know why we accepted it when it came into the house, but it's been years and it's still in a kitchen drawer. It amuses me to reconstruct his past because something happened so that today itlooks so special and unique.
I can't believe what happened to him.
Can there be people so miserable that in succession they argue over the possession of a wooden rolling pin?
That's what this is about.
I have half a nine-inch wooden rolling pin at home, which in its original state must have been eighteen. It is cut in the middle very neatly as if the two owners in question were observing the Solomonic carpenter who did not go a millimeter to one side or the other. You can see that the cut was manual, made with a handsaw and not with a circular saw, because it looks like he cut half of it and then turned it one hundred and eighty degrees and started on the opposite side. A cut line is noticeable in the middle. It is seen that when the carpenter finished cutting each heiress, she grabbed her half without allowing him to sandpaper it. The half I have has a single handle and a straight cut at nine inches.
With this it stands clear that in inheritances a set of cutlery, a set of plates and even a rolling pin can be divided.