Hola mis amigos de Hive😘✨. Pasen y pónganse cómodos, sean bienvenidos a esta, mi casa, donde siempre estarán las puertas abiertas para ustedes. Hoy les traigo un tema muy cubano.
No sé en otras latitudes del 🌎, pero en Cuba, hay muy pocos cubanos que no juegan dominó. De antemano les confieso que soy una de ellas. Pero esto no impide que reconozca que aquí, el dominó, más que un simple juego, es un estilo de vida, una pasión arraigada en la identidad cultural, un ritual social y una expresión de la vida cotidiana a la que no escapan ni los niños. Su práctica se transmite de generación en generación, como parte del ADN. Este juego se entrelaza con historias, cuentos, humor y hasta con la resistencia ante las adversidades.
Cuentan los historiadores que el dominó llegó a Cuba a través de migrantes chinos en el siglo XIX, aunque hay otros que afirman que fueron los europeos o estadounidenses. Sea quien halla sido, este juego se popularizó en cafés y clubes sociales, expandiéndose hasta convertirse en un símbolo nacional, un espacio para socializar. Hoy, es común ver partidas en calles, parques o fiestas familiares y cumpleaños, acompañadas de platos típicos, aperitivos, ron, cerveza o un buen whisky.
A pesar de ser un fracaso jugando dominó, crecí viendo jugar a mi familia y a mis amigos. Algo curioso es que existen marcadas diferencias entre el dominó que se juega en Oriente y el que se juega en el Occidente del país. En Oriente se juega hasta el doble 6 y en Occidente hasta el doble nueve. Las partidas suelen jugarse en parejas, con reglas como "capicúa vale doble" (si las puntas coinciden, los puntos se duplican) o "salida vale 20" (ventaja inicial de 20 puntos). El objetivo final es alcanzar 100 puntos, sumando los de los contrincantes al ganar una ronda . Se anota con papel y lápiz en cualquier pedazo de hoja.
El lenguaje del dominó cubano está cargado de jerga popular y expresiones creativas, es un universo lleno de frases ingeniosas y metáforas. El doble blanco es "blanquizal de Jaruco", el doble nueve "la gorda", y el doble seis "caja de muerto". "Farolear" es engañar al contrario con gestos, "botar la gorda" es jugar fichas altas, "tranque y a virarse"es cuando el juego se bloquea. Al colocar un cuatro, se evoca a un tema musical "el cuarto de Tula cogió candela", el cinco es "sin curva no hay carretera" o "sin comer no se puede vivir". El doble siete es "lo que no se da", entre otros. Todos estos términos, no son más que una muestra del imaginario y la jocosidad natural del cubano.
El dominó funciona como un espacio de conexión social, divertimento y algarabía (en el mejor sentido de la palabra). Es común ver en cualquier parte mesas improvisadas con tablas sobre las piernas, rodeadas de espectadores que comentan las jugadas. Para muchos cubanos, el dominó es "cosa seria" ya que combina táctica, estrategia, psicología y hasta apuestas económicas. Incluso, dicen los fanáticos, que el dominó sin dinero es un jueguito de niños, reflejando su importancia como actividad social y económica.
Personalmente y porque me respeto,🤭🤭🤭, me siento a jugar de vez en vez, cuando no me queda otro remedio, y no es que no me guste, el hecho es que jamás he podido dar "pie con bola", siempre termino "metiendo la pata", poniendo fichas equivocadas y mi pareja de juego se "molesta". En fin, el dominó desarrolla el pensamiento y pone a funcionar las neuronas. Es una filosofía de vida y encarna el alma del cubano, su creatividad, resistencia y capacidad para transformar un juego en un acto de comunidad, porque como dice un refrán de por acá: "No hay sábado sin sol, ni fiesta cubana sin dominó".
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ANY SELF-RESPECTING CUBANO 🤭 PLAYS DOMINOES.
Hello, my Hive friends! 😘✨Come on in, make yourselves comfortable, and welcome to my home—where the doors are always open for you. Today, I bring you a very Cuban topic.
I don’t know about other parts of the 🌎 but in Cuba, there are very few Cubans who don’t play dominoes. I’ll confess upfront: I’m one of them. But that doesn’t stop me from recognizing that here, dominoes are more than just a game. They’re a lifestyle, a passion rooted in our cultural identity, a social ritual, and a reflection of daily life—one that even kids can’t escape. The game is passed down through generations, woven into our DNA. It intertwines with stories, jokes, humor, and even resilience in the face of adversity.
Historians say dominoes arrived in Cuba via Chinese migrants in the 19th century, though others claim it was Europeans or Americans. Whoever it may have been, the game spread through cafes and social clubs, evolving into a national symbol and a space for connection. Today, you’ll find matches in streets, parks, family gatherings, and birthdays, often paired with traditional snacks, rum, beer, or good whiskey.
Though I’m a dominoes failure, I grew up watching my family and friends play. A curious fact: there are stark differences between how dominoes is played in eastern Cuba (Oriente) and western Cuba (Occidente). In the east, they play up to double-six, while the west uses double-nine. Games are typically played in pairs, with rules like “capicúa vale doble” (matching ends double the points) or “salida vale 20” (a 20-point head start). The goal is to reach 100 points by adding opponents’ points when you win a round. Scores are scribbled on scraps of paper.
Cuban dominoes lingo is rich with slang and creative expressions—a universe of witty phrases and metaphors. The double-zero is the “whiteout of Jaruco,” double-nine is “la gorda” (the big mama), and double-six is the “coffin box.” To “farolear” is to bluff your rivals; “botar la gorda* means tossing high-value tiles; “tranque y a virarse” is a gridlock. Placing a four might prompt a musical nod: “Tula’s room caught fire!” A five becomes “no road without curves” or “you can’t live without eating.” Double-seven is “what isn’t given,” and so on. These terms reflect the Cuban imagination and natural wit.
Dominoes is a space for social bonding, fun, and rowdy joy (in the best sense). You’ll see improvised tables—planks on laps—surrounded by spectators analyzing moves. For many Cubans, dominoes is “serious business,” blending strategy, psychology, and even bets. Die-hard fans say dominoes without money is a kids’ game, highlighting its social and economic weight.
Personally—and because I respect myself 🤭🤭🤭—I’ll play occasionally, when I have no choice. It’s not that I dislike it; I just never “get it right.” I always mess up, place the wrong tiles, and annoy my partner. Still, dominoes sharpens the mind and gets neurons firing. It’s a philosophy of life, embodying the Cuban soul: our creativity, resilience, and ability to turn a game into community. As the saying goes: “No Saturday without sun, no Cuban party without dominoes.”
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