Me levanté temprano; tengo muchas cosas que hacer, y poquísimo tiempo para todo. Hoy es Sábado por lo tanto; en el parque Jhon Lennon (a solo dos cuadras de casa) está funcionando la feria comercial, y venden muchos productos a muy buen precio si comparamos con otros mercados alrededor de la Habana. Una de mis metas es maximizar el dinero que dispongo para la compra, y llevarme a casa lo necesario para hacer un buen potaje de garbanzos.
Ya estoy llegando al parque...pero siento que mi mente se traslada furtivamente al zoco de Trípoli en el siglo XVIII...😉
El sol suave de la mañana, tiñe de color ambar los muros de Trípoli mientras me deslizo por las callejuelas del zoco, que con los primeros rayos están instaladas las tiendas y tenderetes para la venduta.
Voy directamente al puesto de Aisha, la vendedora de dátiles jugosos y dulces como almíbar –ohhhh... ¡que son mamoncillos!–... y le compro un kg, hoy los niños se pondrán muy contentos con esta delicia.
En el tenderete de al lado, el anciano Musa, afila unos cuchillos de cobre para filetear queso curado en aceite de oliva y especias –uffff que caro, seguiré explorando– y me fijo en su túnica agreste, e intuyo que viene de tierras bereberes y montañas que guardan secretos milenarios. (...me acaba de decir que es originario de un pueblito en las lomas de Santiago de Cuba 🤭)
Al doblar la esquina, siento un perfume penetrante ¿será canela? ¿o cardamomo?...pues encontré clavo de olor, que suerte!!! Tengo molestias en una muela y me servirá de remedio.
Veo a Farid sazonando algo con una pizca de azafrán de Persia, y con gesto amable me ofrece semillas de comino y cilantro, alegría total porque esto era lo que estaba buscando para el guiso de garbanzos que quiero cocinar hoy. Sin embargo, me fijo bien que tiene unos frascos de cristal con mezclas de especias variadas –y mi mente cae de repente en que mi cuerpo está en la Habana, y los frascos de especias son botellas con Mojo criollo, compré una...el polvo azafrán era ají pimentón– 😁
—Prueba también este sumac –me dice —su acidez realza el sabor del pescado.
(no tengo pescado no sé lo que es el sumac, pero ese zumo de limón concentrado me va a resolver muchas cosas en la cocina, y tomé una botella pequeña)
Mientras estoy envuelta en el aroma dulce y terroso de las especias, intento regatear precios...
...pero, cuchuplún...mi mente regresa a la Habana y los precios son fijos, inamovibles 🤦
Tendré que renunciar a algo. Los garbanzos no podrán tener toda la combinación de colores, olores y sabores que había soñado. ¿Qué le devuelvo a Farid? 🙏 ayuda por favor...
A media mañana veo pasar ante mí a los tintoreros; Jamal y sus discípulos extienden a la brisa, retazos de seda y algodón teñidos de índigo profundo y rojo granate. Sus túnicas largas, bordadas en plata, centellean al sol. Después llega un grupo de mujeres con sus haiks y jubbas bordadas en hilos de oro, y se sientan junto a la fuente de mármol, a cantar alegres nanas para los niños. Estoy exhorta de tanto colorido y felicidad, es toda una fiesta.
De repente me encuentro con una vecina que me saluda –mi mente aterriza– y me comenta acerca de la belleza del vestuario que lleva el grupo rumbero que acaba su actuación, con los colores de Shangó y Yemayá. También logro ver a unas chicas que cantan canciones infantiles y ondean banderolas de colores en medio de la plazoleta del parque.
En fin...Terminé por invitarla a un café turco preparado en cezve de latón. Estaba delicioso... y a mí no hay quien me convenza de que es café criollo de Pinar del Río colado en una cafetera Moca 😉
Al filo del mediodía, cerré mi compra con un pan casero recién horneado, crujiente por fuera y tierno por dentro, y una jarra de barro pintada con rosetas azules para mantener el agua fresca. Y emprendo el camino a casa.
Las voces del mercado van desapareciendo de mis oídos, pero aún suena la persistente llamada de un cuerno bereber que anuncia el comercio de —¡El bocaditoooo de heladoooo!...
"Adoro ver una sonrisa en tu rostro"