Texto en Español
El primer regalo que recibí de mi padre y que hoy guardo como un preciado tesoro
Hay tantos recuerdos lindos de nuestra infancia que aunque no podemos recordar porque estábamos tan pequeñas, nuestros padres se encargaron en algún momento de nuestras vidas contarnos. Es el caso del día que se apareció en casa mi padre con un silloncito de regalo para mí. Tenía solo yo cuatro o quizás cinco meses de nacida. Según me contó mi abuela Tita me sentaron en él y lloré mucho, nunca supieron si fue de alegría o de miedo.
No recuerdo haber sido muy llorona, al contrario, fui feliz en mi infancia. Mi familia dedicaba todo su tiempo a mí, porque fui la primera creo y luego a mis dos hermanas que nacieron a intervalos de cinco años cada una.
Volviendo al silloncito, hace unos días fui a ver a mi madre y me llamó la atención que mi silloncito no estaba en el lugar de siempre y le pregunté y saben que me contestó, lo voy a fregar, pintarlo y lo voy a regalar. Mi respuesta fue rápida y enérgica, no mima no, ese sillón es mío regalo de mi padre y no se regala. Creo que estaba probando hasta qué punto yo valoro ese regalo que me hizo mi padre, quiero creer que lo dijo para reafirmar cuanto significa para todos un recuerdo, puesto que ya nuestro padre no está con nosotros.
Ese sillón y el de mi hermana siempre fueron el centro de nuestros juegos, en ellos nos sentábamos a ver la TV, sentábamos nuestras muñecas en nuestros juegos, cuando nacieron mis hijas lo utilizaban también, ahí las sentábamos para darles de comer, mi sobrina lo usó durante mucho tiempo y luego mi nieto que por ser varón lo maltrató un poco, pero el sillón sigue ahí luciendo sus mejores momentos y guardando muy lindos recuerdos de nuestra infancia. Es parte importante de mi familia.
Mi hermana cuando se casó se llevó el de ella, pero el mío siempre ha permanecido ahí.
No hablé más del asunto con mi madre, miré a mi esposo y cuando ella estaba en la cocina preparando el almuerzo me dispuse a tomar algunas fotos del sillón pensando que sería un buen motivo para contarles la historia de mi sillón. Le conté a mi hermana y la encomendé a buscar entre los recuerdos y las fotografías una que estoy yo sentada en mi tan querido sillón. Qué alegría sentí cuando me dijo que había encontrado la foto que de hecho ya yo había recordado la había visto una vez de esas que registramos buscando recuerdos de nuestra infancia.
Dice mi hermana que de seguro vino alguien a casa con alguna niña y quiere regalárselo al ver que ya no tendremos más niñas en la familia. Que no ha hablado más del sillón. Les diré algo, yo soy su hija mayor y siempre encuentra bien lo que yo diga y la decisión que tome ante cualquier situación. Este será uno de esos casos. El sillón seguirá en casa cumpliendo más años y perpetuando el recuerdo de mi padre y el propósito que tuvo de que fuera usado por sus hijas, nietas y bisnieto.
Creo que él nunca imaginó que mi silloncito fuera a durar tantos años y que ya muy pronto cumplirá 72. Será egoísmo de mi parte no darle un uso más noble en manos de otras niñas, máxime cuando en casa no se usará más por nuestros descendientes.
Desde ese día esa pregunta es recurrente en mis pensamientos, pero, es más fuerte el recuerdo de mi padre y lo imagino tan feliz cuando venía con su sillón en la mano para regalármelo. Y cuando me sentaba frente a él en mi sillón y mi hermana en el de ella en el portal de casa a conversar y reírnos luego que llegaba cansado de su trabajo. Mi silloncito cumplirá junto conmigo años, sé que durará más que yo y que mi madre, pero la familia lo cuidará como lo hemos cuidado nosotras.
There are so many beautiful memories of our childhood that although we can't remember because we were so young, our parents took it upon themselves at some point in our lives to tell us about them. This is the case of the day my father showed up at home with a little armchair as a present for me. I was only four or maybe five months old. According to what my grandmother Tita told me, they sat me in it and I cried a lot, they never knew if it was out of joy or fear.
I don't remember being very tearful, on the contrary, I was happy in my childhood. My family devoted all their time to me because I was the first, I think, and then to my two sisters who were born at intervals of five years each.
Going back to the armchair, a few days ago I went to see my mother and I noticed that my armchair was not in its usual place and I asked her and you know what she answered me, I am going to scrub it, paint it and give it away. My answer was quick and energetic, no mima no, that armchair is mine, a gift from my father and I don't give it away. I think he was testing the extent to which I value that gift my father gave me, I want to believe that he said it to reaffirm how much a memory means to all of us since our father is no longer with us.
That armchair and the ones of my sisters were always the centres of our games, we sat in them to watch TV, and we sat our dolls in our games when my daughters were born they used it too, and we sat there to feed them, my niece used it for a long time and then my grandson who, being a boy, mistreated it a little, but the armchair is still there showing off its best moments and keeping very nice memories of our childhood. It is an important part of my family.
My sister took hers when she married, but mine has always been there.
I didn't talk any more about it with my mother, I looked at my husband and when she was in the kitchen preparing lunch I took some pictures of the armchair thinking that it would be a good reason to tell them the story of my armchair. I told my sister and asked her to look through the memories and photographs to find one of me sitting in my beloved armchair. What a joy I felt when she told me that she had found the photo that I had already remembered having seen once when we searched for memories of our childhood.
My sister says that someone must have come home with a little girl and she wants to give it to her as a present, seeing that we will no longer have any more girls in the family. She hasn't talked about the armchair any more. I'll tell you something, I'm her eldest daughter and she always finds what I say and the decision I make in any situation to be right. This will be one of those cases. The armchair will remain in the house for years to come and perpetuate the memory of my father and the purpose he had for it to be used by his daughters, granddaughters and great-grandson.
I don't think he ever imagined that my armchair would last so many years and would soon turn 72. It would be selfish of me not to give it a more noble use in the hands of other girls, especially when it will no longer be used at home by our descendants.
Since that day that question has been a recurring one in my thoughts, but the memory of my father is stronger and I imagine him so happy when he came with his armchair in his hand to give it to me as a present. And when I would sit in front of him in my armchair and my sister in hers in the doorway to chat and laugh after he came home tired from work. My armchair will be with me for years, I know it will last longer than me and my mother, but the family will take care of it as we have taken care of it.
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