Qué decir? Me llamo Geovannys Manso, crecí entre rios y árboles a los que subía buscando alguna fruta. Del campo soy, crecí entre los olores de la noche y la guayaba, entre grillos y sinsontes.
Todo eso, un día, quedó atrás. La ciudad se convirtió en mi espacio vital. Surgió la poesía, otras noches abiertas al encuentro, a la exaltación de la amistad. Nacieron mis hijos, centro de todos mis centros. Surgieron mis libros, poemas, cuentos, novelas. Santa Clara, en el centro de Cuba, me ha visto convertirme en el hombre que soy. Presto a los asombros.
Ahora estoy lejos, en Mérida, Yucatán, pero toda mi alma gravita en esos territorios donde quedó mi aliento. Allí volveré siempre, siempre, hasta que un día solo sea Santa Clara y la risa de mis hijos quienes vuelvan a conducir mis horas.
Leo, escribo, sueño, prefiero los atardeceres que los amaneceres, soy flaco y miope. Lo demás, es silencio, como escribió Dylan Thomas...
Incluyo un poema para que me acompañe y los acompañe...
Sálvame, Señor
de este desacato
de esta turbia fragancia sin ceniza
de estos días que corren —como ciervos—
en estampida
bajo la atenta mirada
del tigre de Bengala
ajenos al espesor de los arácnidos
y las estrellas fugaces…
Sálvame, Señor
del desaliento
de la bruma que suscitan los mares
en época donde la cosecha
es frugal y el frío asedia
turbándonos la mirada
con su fervor tan fiero…
Sálvame, Señor
de los números y los octágonos
del ángulo recto y los morfemas
de la mano que se crispa y tiembla
y ya es pasado
o noche o tiempo
o gris cielo en la tempestad sin rumbo…
Sálvame, Señor
de la hora séptima
del cordón umbilical
y las sagradas escrituras
—yermas líneas—
donde se advierten apocalipsis
y mares que se ciernen
pactando crucifixión de un hombre
tan noble como el agua…
Sálvame, allí,
donde termina el mundo…
Sálvame, allí,
donde la mano quiebra el rayo solar…
Sálvame, allí,
bajo el eucalipto: impávido y celeste…
Sálvame, allí,
donde la tierra grita y reverdece…
Sálvame, allí,
donde no existe, sino el salitre
y el viento nos trae el eco
de una tarde muy fiel
muy bendecida por algún nacimiento
por esa terquedad que traen
los símbolos de una incierta primavera…
Sálvame, allí,
donde tu voz nos fija y nos demuda…
Sálvame, allí,
en el ayer / en el hoy / en el mañana
donde la luna es menguante y fría
y mi voz se acalla
ante la estrella
inerte…