Back when I used to be a full-time musician, there were times when the shows were great—people were engaged, and I’d feel connected to something indescribable. Other times, it was a painful process filled with distractions, disconnection, and anti-inspiration.
I think all artistic souls can relate. We feel an internal necessity for expression. It may very well have to do with our understanding of finiteness—a theme of mine as of late—but the truth is, all of us want to feel like there's someone who cares.
There was this time we got booked to perform at an art gallery. My brother and I had little to no clue how it was all going to go down. We weren’t told what to bring—gear-wise, that is. And more importantly, as musicians performing original music, we had no idea if our songs would even fit the event.
The rhythms in our songs may vary, but the themes always seem tinged with existentialism and sadness. Which, I guess, narrows down the kind of spaces where those songs make sense.
At any rate, we’re there—and we’re bombing. Nobody is paying attention, and I can feel that disconnection creeping in. All of a sudden, my guitar strumming starts to falter. My voice feels strained. A high note comes, and I shy away from it or change the melody altogether. Why bother? I’m thinking to myself.
Then, all of a sudden, a little girl walks up. She must’ve been five or six. And she starts dancing to our song Blue. It's a funky tune—up-tempo, with a catchy chorus. It’s about heartbreak, but the little girl can't register a single line of my lyrics.
The reconnection process begins. I see an audience of one. I see someone enjoying what I have to give. She may be too young to know that I’m a bitter, tragic songwriter—but she feels the rhythm and gifts me a spark of life.
Experiences like these make a big difference. Being the overthinker that I am, I walked away from that gig feeling happy. I strummed my guitar with intention, and I sang the high notes. Yes, I had an audience of one—but I had an audience, and I was grateful.
Sometimes, when I talk to people about growing your network or expanding your influence, I think I’m subconsciously inspired by that moment. I'm thinking about artistic souls out here—sharing their thoughts, their stories, their journeys—hoping there's at least one person who cares. Who reads.
If you're one of the people who understands that feeling, then you know what to do.
Be the audience you wish you had.
And it’s okay if you're an audience of one.
You made a difference.
MenO
Spanish - Español
Cuando solía ser músico a tiempo completo, había momentos en los que los shows salían genial: la gente estaba atenta, y yo sentía una conexión con algo indescriptible. Otras veces, era un proceso doloroso lleno de distracciones, desconexión y anti-inspiración.
Creo que todas las almas artísticas pueden relacionarse con eso. Sentimos una necesidad interna de expresarnos. Puede que tenga que ver con nuestra comprensión de la finitud—un tema que me ha rondado últimamente—pero la verdad es que todos queremos sentir que hay alguien que se preocupa.
Hubo una vez que nos contrataron para tocar en una galería de arte. Mi hermano y yo no teníamos ni idea de cómo iba a salir todo. No nos dijeron qué llevar—hablando del equipo, claro. Y lo más importante: como músicos que hacíamos canciones originales, no sabíamos si nuestra música iba a encajar con el evento.
Los ritmos de nuestras canciones pueden variar, pero los temas siempre parecen teñidos de existencialismo y tristeza. Lo cual, supongo, limita un poco los espacios donde esas canciones tienen sentido.
En fin, llegamos... y estamos fracasando. Nadie está prestando atención, y siento cómo esa desconexión empieza a instalarse. De repente, empiezo a fallar en el rasgueo de la guitarra. Mi voz se siente tensa. Llega una nota aguda, y me alejo de ella, o cambio la melodía por completo. ¿Para qué esforzarme?, me pregunto.
Y entonces, de repente, una niña pequeña se acerca. Debía tener unos cinco o seis años. Y empieza a bailar nuestra canción Blue. Es un tema funk, con ritmo rápido y un coro pegajoso. Habla del desamor, pero la niña no capta ni una sola línea de mi letra.
Comienza el proceso de reconexión. Veo a una persona en la audiencia. Veo a alguien que está disfrutando lo que tengo para dar. Puede que sea una niña que no entiende que soy un compositor amargado y trágico, pero siente el ritmo y me regala una chispa de vida.
Experiencias como esa hacen una gran diferencia. Como soy de los que sobrepiensan todo, me fui de ese toque sintiéndome feliz. Toqué mi guitarra con intención, y canté las notas altas. Sí, tenía una sola persona en el público, pero tenía público, y estaba agradecido.
A veces, cuando hablo con la gente sobre hacer crecer su red o su influencia, siento que, en el fondo, esa historia me inspira. Pienso en las almas artísticas que están por aquí, compartiendo sus pensamientos, sus historias, sus caminos, con la esperanza de que haya al menos una persona que se preocupe. Que lea.
Si tú eres de los que entiende esa sensación, entonces sabes lo que hay que hacer.
Tienes que ser el público que desearías tener.
Y está bien si eres un público de uno solo.
Marcaste la diferencia.
MenO