Saludos a todos los que desde este mágico puerto de #ecency llegan hasta las puertas de #mundohispano para regalarnos un abrazo.
Hoy respondo al llamado de @elisabethswan para echar sobre ustedes mi cuento.
Siempre me gustó la soledad, inventarme historias, pasaba mucho tiempo viendo cine con mi abuelo materno y cuando supe leer pues fue como hallar al fin el mejor de los pasatiempos. A veces, mi mamá se preocupaba por las muchas horas que pasaba dentro de un libro, sí, dentro, me emocionaba tanto que ni cuenta me daba de lo que me rodeaba.
Pero crecí entre primos, primos que me arrastraban a participar en sus juegos, así que aprendí a jugar a las bolas y al quemado antes que a los yaquis. Nunca logré ser buena con los yaquis pero sí trepando al árbol de anoncillo o pescando en la laguna cuando íbamos de visita a casa de mis abuelos paternos.
Aprendí rápido a montar bicicleta y a saltar la cerca para escapar de alguna travesura.
Mi infancia iba de vivir en el centro de la ciudad a pasar los fines de semana entre el verde de la arboleda y el pinar. Precisamente allí, en el pinar, me construí un pequeño espacio para escapar de los primos y sentarme a jugar a ser un hada o la ninfa del bosque.
Me acostumbré al mucho ruido de mi hermano y mis primos pero dentro de esa algarabía logré inventarme el país de los silencios, ese que siempre me hacía estar en lugares desconocidos, plazas, mares, parajes que aún solo visito en mi memoria. Quizás por eso, el tiempo y la vida me tomó de la mano, puso en ellas un lapicero y un montón de páginas en blanco y aún juego a escribir.
Hoy soy mamá y editora, también un poco poeta pero sobre todo, sigo siendo una soñadora, sigo con la cabeza en las nubes, mientras mis pies corren siempre cerca de mis hijos.
Gracias por la invitación que hago extensiva a @marpasifico, @ernestopg y @cumanauta.
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