There is no doubt that Bosch, whether he was aware of it or not, can also be considered the figure of his time who best personified what now, possibly more than ever, has taken on superlative importance in the midst of the rise of the current Digital Age in which we live, where the Internet revolution, the quantum leap in communication, and above all, the expansion of Social Media, constitute the best presentation, both on a personal and corporate level: the Brand.
The Brand, in addition to theoretically defining the best version of ourselves, our company, or the company we represent as professionals, undoubtedly also defines our trajectory or evolution, which, under the unequivocal aspect of our work or our professionalism, defines us, leaving an indelible mark on all those with whom we interact and with whom we share our skills and talents.
In this sense, we find, in the figure of that favorite son of s’Hertogenbosh, Hyeronimus Bosh, Bosch, one of the most formidable representatives of a personal brand, which, in a totally autochthonous and indisputable way, characterizes him, achieving, moreover, that both his personality and his own work, reach universal characters, whose idiosyncrasy, unequivocally makes it different from the rest and therefore, marks a turning point, a guarantee, difficult to imitate, although it remains an objective truth, which had many imitators, to the point that, in many cases, his works were considered as Bosch's own, until modern times. This detail, moreover, is of paramount importance, because if Bosch is one of the most valued and, consequently, most sought-after painters in the world due to his work, the revaluation that comes with having as many of his works classified as authentic as possible is no less important for any museum. Therefore, currently, the distinction between an authentic Bosch and an imitation is arguably a significant step forward, and proper labeling not only increases the value of the collections but also the importance of the museum itself to the world.
No cabe duda de que el Bosco, fuera o no consciente de ello, puede ser también considerado como el personaje de su época que mejor personificó eso que ahora, posiblemente más que nunca, ha cobrado una importancia superlativa en pleno despegue de la presente Era Digital en la que vivimos inmersos, donde la revolución de Internet, con el salto cuántico de la comunicación y sobre todo, con la expansión de las Redes Sociales, constituyen la mejor presentación, tanto a nivel personal como a nivel corporativo: la Marca.
La Marca, además de definir, teóricamente, la mejor versión de nosotros mismos, de nuestra empresa o de la empresa a la que, como profesionales, representamos, no cabe duda de que define también nuestra trayectoria o evolución, la cual, bajo el aspecto inequívoco de nuestra obra o de nuestra profesionalidad, nos define, dejando una huella indeleble en todas aquellas personas con las que interactuamos y con las que compartimos nuestras habilidades y talentos.
En este sentido, encontramos, en la figura de aquel hijo predilecto de s’Hertogenbosh, Hyeronimus Bosh, el Bosco, uno de los más formidables representantes de una Marca personal, que, de manera totalmente autóctona e indiscutible, le caracterizan, consiguiendo, además, que, tanto su personalidad como su propia obra, alcancen unos caracteres universales, cuya idiosincrasia, inequívocamente la hacen diferente del resto y por lo tanto, marcan un punto de inflexión, una garantía, difícil de imitar, aunque no deja de ser una objetiva verdad, que tuvo muchos imitadores, hasta el punto de que, en no pocos casos, sus obras fueron consideradas como del propio Bosco, hasta tiempos modernos. Este detalle, por otra parte, no deja de tener su importancia capital, pues, si por su obra, el Bosco es uno de los pintores más valorados y por consiguiente, más cotizados a nivel mundial, no lo es menos la importancia que tiene, para cualquier museo, la revalorización que supone disponer de cuantas más obras suyas calificadas de auténticas sea posible, por lo que, actualmente, la valorización entre un Bosco auténtico y una imitación, podemos decir que equivale a palabras mayores y un correcto etiquetado, no sólo aumenta el valor de las colecciones, sino también, la importancia, de cara al mundo, del propio museo.
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