Una de las labores más hermosas es la que ejerce el educador, su oficio es vitalicio, podrá liberarse de la carga académica y formar parte del personal jubilado pero su accionar continuará intacto, donde quiera que se encuentre su visión del mundo y de la profesión que escogió le llevará a comportarse como tal.

Es frecuente que las personas que recién conozco me pregunten si soy profesora y al querer saber el porqué me dice que se me nota. Eso me gusta, porque coincide con el planteamiento anterior. Ser docente es una profesión de vida que no termina nunca.

Lo mejor, una vez culminada la actividad en el aula, cuando transitamos nuestros años tranquilos de la vejez es frecuente encontrarnos con esos niños y jóvenes del pasado, ahora adultos, que nos reconocen y recuerdan con cariño; me gustaba aprenderme sus nombres y apellidos, era un ejercicio para la memoria que me agradaba hacer y me ocurre que también los recuerdo, algo en sus rostros me lleva a aquellos momentos y al nombrarlos se emocionan, se sorprenden de que haya retenido su apellido.

Hay un efecto interesante en llamar a las personas por su nombre, fue parte de mi método para controlar la indisciplina. El joven dentro de un grupo se siente parte de una manada y cree que está en el anonimato, pero cuando uno llama, por ejemplo, «Moncada, Ramírez vengan, por favor», estos interrumpían lo que hacían y acudían presurosos, pendientes de algún llamado de atención, pero yo les pedía ayudarme a mover unos pupitres o cargar unas carpetas, algo que se me ocurriera en el momento; créanme, eso los desarmaba, iban solícitos a lo que les había pedido, cuán diligentes y atentos se volvían.

El liceo donde trabajaba quedaba aledaño a una barriada con veredas, mis compañeros de trabajo temían pasar por allí, pero yo acortaba camino por esa zona y nunca tuve ningún inconveniente, a veces de alguna casa surgía un «adiós, profe», que yo respondía con un movimiento de manos o un saludo igual. Igual lo hago ahora cuando voy de visita.

No voy a decir que las relaciones interpersonales con el estudiantado sean fáciles, pero eso es lo que vuelve interesante nuestra labor. No podemos olvidar que estamos contribuyendo a la formación de ellos. La etapa adolescente es la más compleja, pero no es impenetrable. Una de las actividades que conseguí para romper el rechazo a la literatura que era la asignatura que dictaba fue acercarme a la música que escuchaban. Llevaba al aula un reproductor e intercalada música de diferentes tipos para que reconocieran figuras literarias en las mismas. Incluso llegué a hacerles videos con sus bailes para luego enviárselos a sus correos electrónicos.

La llegada del internet fue un extraordinario aliado, con la novedad del medio estaba también la posibilidad de hacer sus ensayos y enviarlos a mí correo. Esto hacía el proceso de evaluación más dinámico, para tener un intercambio más cercano.

Hoy en día, he recibido atención odontológica de dos de mis alumnas, pero también de un cirujano y anestesiólogo. Es indefinida la cantidad de profesionales que conozco y fueron mis estudiantes hace más de treinta años. Eso es el regalo de esta profesión vitalicia.

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Mi contenido es original
Imágenes propias editadas con mi teléfono Redmi9t.

One of the most beautiful jobs is that of an educator, his or her job is for life, he or she may be released from the academic burden and become part of the retired staff, but his or her actions will continue intact, wherever he or she is, his or her vision of the world and the profession he or she has chosen will lead him or her to behave as such.

It is not uncommon for people I have just met to ask me if I am a teacher and when I want to know why, I am told that it shows. I like that, because it coincides with the previous statement. Being a teacher is a life profession that never ends.

The best thing, once the activity in the classroom is over, when we go through our quiet years of old age, it is frequent to meet those children and young people from the past, now adults, who recognize us and remember us with affection; I liked to learn their names and surnames, it was a memory exercise that I enjoyed doing and it happens that I also remember them, something in their faces takes me to those moments and when I name them they get excited, they are surprised that I have retained their surname.

There is an interesting effect in calling people by their first name, it was part of my method to control indiscipline. The young person in a group feels part of a herd and believes he is anonymous, but when one calls, for example, "Moncada, Ramirez come, please", they would interrupt what they were doing and come quickly, waiting for some call for attention, but I would ask them to help me move some desks or carry some folders, something that occurred to me at the moment; believe me, that disarmed them, they would go eagerly to what I had asked them, how diligent and attentive they became.

The high school where I worked was next to a neighborhood with sidewalks, my coworkers were afraid to pass by there, but I shortened my way through that area and I never had any inconvenience, sometimes from a house came a "goodbye, teacher", which I responded with a wave of hands or a greeting just the same. I do the same now when I visit.

I am not going to say that interpersonal relations with the students are easy, but that is what makes our work interesting. We cannot forget that we are contributing to their formation. The adolescent stage is the most complex, but it is not impenetrable. One of the activities I managed to break the rejection of literature that was the subject I was teaching was to get closer to the music they listened to. I brought a player to the classroom and interspersed music of different types so that they could recognize literary figures in them. I even made videos of their dances and then sent them to their e-mails.

The arrival of the internet was an extraordinary ally, with the novelty of the medium there was also the possibility of making their essays and sending them to my email. This made the evaluation process more dynamic, to have a closer exchange.

Today, I have received dental care from two of my students, but also from a surgeon and an anesthesiologist. The number of professionals I know who were my students more than thirty years ago is indefinite. That is the gift of this lifelong profession.

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