El Martí que ilumina mi camino posee el don de la ubicuidad. Lo percibo en cada rincón, cuando necesito un destello de lucidez y sabiduría; como una presencia que trasciende el tiempo y el espacio.
Según recoge nuestra historia, el 19 de mayo de 1895, a la 1 de la tarde ocultaron en una fosa en el Cementerio de Remanganagua, el cuerpo de Martí, ultimado a balazos horas antes en la zona cercana de Dos Rios.
Al día siguiente trasladaron el cuerpo a Santiago de Cuba, dejando allí sus órganos. Durante años un anciano del poblado de Remanganagua acudía al cementerio, justo el 19 de mayo a la 1 de la tarde. El anciano apoyaba el oído contra la tierra y escuchaba, con devoción casi sagrada, el latido del corazón de José Martí.
En dos ocasiones invitada por @maylink y @daddyvaldes, organizadores de la Jornada Literaria Orígenes, fundada por Eduard Encina, Arnoldo Fernandez y otros intelectuales de la región, he llegado hasta Remanganagua y realizado el rito junto a @roswelborges, @geyler @claudiocruz, @elviguitarra, @abelarte.
Este gesto, aparentemente sencillo, está cargado de mística, como si la energía de los cuerpos que ya no están siguiera fluyendo a través de la tierra. No por gusto su primer biógrafo Jorge Mañach lo llamó El Apostol.
La figura de José Martí trasciende el tiempo y se arraiga en el alma de Cuba como un símbolo de identidad, resistencia y creación. Su huella no solo está grabada en los libros de historia, sino que palpita en la música, la literatura, el arte y en el corazón de un pueblo que lo venera como apóstol y poeta a pesar de sentimientos políticos.
Martí no fue solo un político o un pensador; fue un artista de la palabra que tejió con versos y prosa el espíritu de una nación. Que continúa inspirando a poetas y cada cubano de bien. Aquí les regalo este soneto de Juan Carlos García Guridi, leído a los pies del algarrobo en Remanganagua.
José Martí
Martí de hablarme casi nunca deja,
su voz me asiste con palabra ardiente:
para mí ha sido un hombre-continente
que ni la muerte misma su alma enreja.
De cara al sol cayó y sigue presente
con un dedo que acusa y aconseja
como si el alba sin ninguna queja
se perpetuara encima de su frente.
A diario a conversar viene conmigo;
lo siento más radiante y claro amigo,
más del amor en toda su fortuna.
Logro escuchar sus frases encendidas
sin que pueda explicarme en cuántas vidas
ha utilizado el cielo por tribuna.
Desde las primeras décadas del siglo XX, su legado se convirtió en un faro para los intelectuales cubanos. Sus Versos Sencillos han inspirado a generaciones, musicalizados en canciones como Guantanamera, que convirtieron sus palabras en himnos populares. Nuestra niñez fluye con esta imagen desde las primeras enseñanzas.
La sencillez y profundidad de su lírica reflejan el alma cubana, apasionada, libre y llena de metáforas tan vivas como el paisaje de la isla. Su hondura poética es incomparable y su obra prolija aceptada en la inexplicable capacidad de escribir todo lo que se le atribuye y es que, al decir de María Mantilla, Martí dictaba como poseído mientras ella escribía y luego él debía interpretar algunas frases incomprensibles.
Martí también permeó el imaginario social. Su ética, su amor por la justicia y su sacrificio por la independencia son pilares de la cubanía. Mucho debe agradecer la Patria al General Enrique Loynaz del Castillo quien señaló el sitio del enterramiento con una botella que contenía los datos del héroe. En la década de 1940 se construyó allí el sitial.
Cuba enfrenta nuevos desafíos y Martí sigue siendo un diálogo abierto para los cubanos en todas partes. Su huella no es estática; se reinventa en cada artista que cita sus versos, en cada joven que descubre su pensamiento. Porque Martí, más que un prócer, es un espíritu que camina junto a su pueblo, tallado en la esencia misma de lo cubano.
Gracias por visitar mi blog, soy Critica de arte e Investigadora Social, amante de la cocina. Te invito a conocer más de mi, de mi país y de lo que escribo. Texto y fotos de mi propiedad.