En la cultura japonesa existe una palabra que se traduciría como “razón de ser”. En Japón le dicen “IKIGAI” a todo aquello que puedes sentir como tu propósito en la vida, lo que te hace plenamente feliz hacer y aquello en lo que eres realmente bueno. Hoy en día estamos tan preocupados por nuestros deberes, el trabajo, el dinero, la tecnología y nos olvidamos del verdadero sentido de la vida, cuando esto sucede sentimos que una parte de nosotros ha muerto y no entendemos por qué, pasamos días, meses o años tratando de volver a ser felices, pero no nos damos cuenta de que solo estamos perdidos y debemos reencontrar nuestro camino.

No recuerdo bien a que edad exactamente decidí que quería ser diseñadora de modas, quizás tendría unos 11 años, recuerdo que mis primeras experiencias con el diseño fueron a través de páginas de internet donde podías diseñar tu propia camiseta, yo veía todas las opciones de estampados y formas que te ofrecía la página y en una hoja de papel iba creando mis primeros diseños. Pasaron los años y a los 16 años mi padre me regaló mi primera máquina de coser ya que cuando no la tenía me la pasaba cortando toda la ropa y la modificaba a mano durante las noches, también tomaba pinturas y hacía mis propios diseños en la tela. Era este derroche de creatividad lo que me daba vida y yo no lo sabía.

A los 17 años me gradué y llegó el momento de entrar a la universidad, decidí estudiar para ser abogada ya que estaba enamorada de mi primer novio y si me iba por el diseño de modas tenía que mudarme de la ciudad, bendito amor jajaja. Le agarré el gusto a esta carrera a pesar de que a los 2 meses de haberla iniciado mi primer novio me rompió el corazón y me quedé sin novio y sin la carrera de mis sueños. Pasaron los años y poco a poco mi luz se fue apagando, ni siquiera me daba cuenta de que esto sucedía, estaba muy concentrada en mis estudios, mis amigos, las fiestas y los problemas típicos de la edad. Sentía que me faltaba algo, ya no dibujaba, ya no pintaba, ya no diseñaba, la máquina de coser que con tanto esfuerzo me había regalado mi padre estaba llena de polvo.

Pasaron 5 años hasta que mi novio en aquel entonces empezó a tomar interés por la costura y me invitó a inscribirme en un curso de costura junto a él, sin pensarlo le dije que sí ya que había tenido varios intentos fallidos de aprender a fondo este arte que tanto me encantaba, me había inscrito en cursos en otras ocasiones, pero siempre los dejaba porque sentía que no me dejaban crear, todo era muy monótono. Absorbí como una esponja todos los conocimientos que pude y al terminar el curso empecé a realizarme mis propios vestidos, mis amigas estaban encantadas así que empezaron a hacerme encargos, al inicio no les cobraba porque me servía para practicar, pero una vez que dominé la técnica y todo me quedaba tan bonito y pulcro empecé a cobrar por mi trabajo. Al cabo de 3 meses ya tenía mi primera línea de ropa la cual le vendí a todas mis amigas y personas por internet.

Para el año 2016, en mi país Venezuela ocurre una migración masiva ya que teníamos demasiados problemas políticos, sociales y económicos, la mayoría de mis familiares, amigos y conocidos huyeron del país buscando una mejor vida, fueron años muy extraños, la sensación de nostalgia se apoderaba de todos, el hambre y la miseria estaban en pleno apogeo, las protestas hacia el gobierno dejaban muchas personas muertas cada día, jóvenes como yo que peleaban por salvar a su país de la desgracia morían de la mano de quienes se supone que debían cuidarnos, los militares y policías.

Para esa época mi refugio fue la costura, pero las ventas no eran lo mismo ya que había perdido a todos mis clientes así que inconscientemente fui desplazando nuevamente la costura, una de mis amigas emigró y me dejó a cargo un negocio de alimentos del cual me ocupé durante varios años y que me ayudó a obtener ingresos para mi y para mi familia. Para el año 2018 me mudé a la capital del país para ser parte de la selección universitaria de ultimate frisbee de Venezuela y dejé el negocio a cargo de mi madre, en esta nueva ciudad no conocía a nadie y a veces me entristecía porque en los momentos de ocio extrañaba mi hogar así que en una de las visitas que le realicé a mi madre me traje a la capital mi vieja máquina de coser.

Nuevamente la costura se volvió mi escape, a medida que empecé a conocer personas y se enteraban de lo bonito que cosía me empezaron a realizar encargos y pude lograr tener un ingreso extra. Para el año 2019 debí volver a casa ya que la compañía en la que trabajaba mi novio cerró y ya no teníamos como mantenernos, volví a casa con muchos sueños rotos dentro de mi maleta. Al volver nada era lo mismo en casa, mis padres se estaban divorciando y había muchos problemas económicos, fue un año muy fuerte para mí emocionalmente, me costaba concentrarme. Me encargué nuevamente del negocio de alimentos, percibía buenos ingresos, pero en el fondo me sentía como otra persona, sentía como si una llama en mi interior se estuviese apagando cada vez más rápido, busqué ayuda en psicólogos, leía todos los artículos que hubiese en internet, pero no conseguía respuestas, estaba deprimida y nuevamente dejé a un lado la costura, me enfoqué en mi entrenamiento físico pues me ayudaba a olvidar, entrenaba a diario, varias veces al día, esto me ayudó a recuperar mi fortaleza mental pero aún sentía que una parte de mi estaba perdida.

El año 2020 trajo consigo la pandemia y todo fue más extraño aún, no había mucho que hacer pues las limitantes eran demasiadas, no te dejaban salir de casa, personas a tu alrededor morían enfermas en soledad, la incertidumbre era agobiante, nadie sabía si lograría sobrevivir ese año o esa semana, creo que en todo el 2020 ni siquiera vi una aguja pero me mantuve siempre buscando respuestas a este sentimiento que me acompañaba a diario, me preguntaba donde estaba esa niña tan llena de color que se la pasaba haciendo los mejores dibujos y diseños para mostrárselos luego a sus padres? ¿Dónde estaba esa adolescente que encendía el reproductor y pasaba toda la noche escuchando sus canciones preferidas y pintando telas para hacer a mano sus franelas? Pensé que así era la vida, que crecemos y nos transformamos en adultos insípidos.

Llegó el 2021 y estuve leyendo muchos libros sobre crecimiento personal, entonces me topé con un libro llamado “Ikigai, secretos de Japón para una vida larga y feliz”, Está basado en la aldea más longeva del mundo, el título me llamó la atención porque quería saber cuáles eran esos secretos, sabía que era posible una vida larga teniendo una buena alimentación, pero ¿Feliz también? jaja. ¿Sabes cuál era el secreto? Todos los aldeanos desde que son muy jóvenes identifican muy bien su ikigai, esto es una tarea que te apasione, en la que seas realmente bueno, que pueda servirle a otras personas y de la que puedas obtener ingresos. Las personas de esta aldea pasan toda su vida trabajando en su ikigai y no les pesa pues es lo que aman hacer, nunca se jubilan, siguen trabajando porque quieren y no porque deben. Esto me hizo comprender que en la vida nuestro propósito es hacer todo lo que esté en nuestras manos para ser felices, nos da miedo dejar un trabajo estable por perseguir nuestros sueños porque realmente no confiamos en nosotros mismos y en nuestra capacidad de triunfar. Dios nos ha entregado a todos un don y tenemos que descubrir cual es. ¿Cuál es esa actividad que realizas y se te pasan las horas sin darte cuenta? La mía definitivamente es la costura, por eso me gradué de abogada, pero nunca ejercí, por eso sentía siempre que me faltaba algo cuando no cosía, me faltaba sentir esa creatividad. Nací para creer en mí y en mis capacidades y para crear cosas grandiosas con mis manos. Y tú, ¿Ya sabes cual es tu ikigai?

In Japanese culture there is a word that would translate as "reason for being". In Japan they say "IKIGAI" to everything that you can feel as your purpose in life, what makes you fully happy to do and what you are really good at. Nowadays we are so worried about our duties, work, money, technology and we forget about the true meaning of life, when this happens we feel that a part of us has died and we don't understand why, we spend days, months or years trying to be happy again, but we don't realize that we are just lost and we must find our way again.

I do not remember exactly at what age I decided I wanted to be a fashion designer, maybe I was about 11 years old, I remember that my first experiences with design were through internet pages where you could design your own t-shirt, I saw all the options of prints and shapes that the page offered you and on a sheet of paper I was creating my first designs. Years went by and when I was 16 years old my father gave me my first sewing machine because when I didn't have it I used to cut all my clothes and modify them by hand during the nights, I also took paints and made my own designs on the fabric. It was this outpouring of creativity that gave me life and I didn't even know it.

At the age of 17 I graduated and it was time to enter the university, I decided to study to be a lawyer because I was in love with my first boyfriend and if I went for fashion design I had to move out of town, blessed love hahaha I took a liking to this career even though 2 months after starting it my first boyfriend broke my heart and I was left without a boyfriend and without the career of my dreams. The years went by and little by little my light was fading, I didn't even realize that this was happening, I was very focused on my studies, my friends, parties and the typical problems of my age. I felt that something was missing, I no longer drew, I no longer painted, I no longer designed, the sewing machine that my father had given me with so much effort was full of dust.