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El autocontrol o autorregulación es unos de los pilares en que se apoya la inteligencia emocional y se define como la capacidad o aptitud para dominar los impulsos. Cuando hablamos de impulsos hacemos referencia a esa respuesta inmediata que damos ante un hecho, una situación, una emoción.

Para quienes somos impulsivos “por naturaleza”, aprender a controlar nuestras emociones, deseos, comportamientos se convierte en un gran propósito de vida, pues las experiencias nos van enseñando que aunque en muchos casos ser impulsivos nos ha traído buenos resultados en muchísimos otros nos han traído problemas en las decisiones que tomamos, en las relaciones con los demás o en aspectos tan serios como la formación de hábitos.

Al hacer referencia a los buenos resultados pensemos en las motivaciones, esa fuerza interna que nos lleva y nos impulsa a la acción, sin este impulso pienso que nos quedaríamos atascados, por otro lado, este impulso puede tomar un cariz negativo cuando dejamos que nos guíe sin la mediación del razonamiento, permitiendo que las emociones dominen la escena, accionando por la inmediatez de satisfacer lo que consideramos una necesidad.

Buscar la satisfacción inmediata es una de las características de la impulsividad, lo que nos lleva al punto central y tema de reflexión porque, cuando colocamos en la balanza, ¿qué tan buenos resultados hemos obtenido con la impulsividad? Quizás nos demos cuenta que el balance no es tan positivo, sobre todo cuando ella no nos deja alcanzar metas cuyas recompensar solo pueden ser posibles a mediano o largo plazo.

Por ejemplo, deseo bajar de peso, pero no me resisto al impulso de comer a cada rato; quiero ahorrar para invertir en algo que me genere una nueva entrada de dinero, sin embargo, en la primera oportunidad agarro el dinero para otra cosa; quiero mejorar mi relación de pareja, pero ante una situación que me genera incomodidad digo lo primero que se me ocurre sin medir las palabras y gestos y como el otro las va a recibir. Aquí es importante aclarar que no se trata de callar, porque eso empeora cualquier situación, sino de calmarnos para expresar de la mejor manera nuestra molestia.

En cada uno de estos ejemplos buscamos la satisfacción inmediata, olvidándonos del propósito inicial que nos planteamos, lo cual una vez satisfecho el impulso, es probable que entremos en un círculo de insatisfacción, culpa, recriminación que nos aleja mucho del bienestar que deseamos y que a fin de cuenta son un indicador de que requerimos trabajar el autocontrol para avanzar en nuestro crecimiento personal.

La buena noticia es que si nos proponemos podemos, a través de una práctica constante, lograr un mayor autocontrol que nos permita canalizar nuestros impulsos, encontrando un equilibrio donde nos sintamos cómodos con nuestra impulsividad innata y aquello que en un momento dado nos perjudica, en otras palabras desarrollar intencionadamente la inteligencia emocional.

¿Cómo hacerlo? Una vez que reconocemos, aceptamos y nos proponemos mejorar este aspecto de nuestra personalidad, te sugiero las siguientes acciones, que en lo particular, me han funcionado bastante bien, aunque reconozco que aún me falta mucho camino por andar.

1.- ¿Qué quiero controlar? ¿Mi impulsividad está referida a un mal hábito, a una respuesta emocional inadecuada o a un comportamiento? Determinar que quiero mejorar y por qué, implica autoconocimiento, el primer pilar de la inteligencia emocional.

Tener este conocimiento nos hace estar atentos ante las señales de alerta que generan este accionar impulsivo y ponernos en disposición consciente para manejar la situación y no dejar que salga la respuesta automática como si no pudiésemos hacer nada ante ella.

2.-Cada acción suma. La práctica diaria es la que va a fortalecer nuestro autocontrol, así que cada día, por muy pequeña que sea, proponte una meta que te conduzca a tu objetivo y no pierdas la oportunidad, cuando situaciones aisladas se presenten, de detenerte, hacer consciente lo que estás sintiendo (el impulso), respirar profundo y darte el gusto de sentir que lo puedes manejar.

3.- Evita tentaciones y provocaciones innecesarias. Si sabes que te cuesta resistirte ante un dulce, pues no te la pongas difícil comprando para llevar a casa, ni preparando tortas y afines, sencillamente, si no los tienes a mano, satisfacer la inmediatez del impulso carece de posibilidad, de igual modo si tu impulso es dar respuestas desproporcionadas con las palabras, no propicies discusiones. Lo que nos molesta, hiere e incómoda, hay que expresarlo, pero como decía Aristóteles, en el momento, lugar, con la persona y las palabras adecuadas.

Gracias por ser y estar

@damarysvibra