B I E N V E N I D O S
A la inauguración de mi podcast ✨
Me llena de alegría dar inicio a este proyecto tan emotivo, y es un verdadero honor contar con este espacio aquí en Hive. No se trata solo del comienzo de una nueva etapa creativa, sino de un acto profundo de alineación con mi propósito en este cuerpo, en esta vida, en esta era.
En este primer episodio abordaremos un tema delicado, pero fundamental:
¿Cuántos de nosotros nos definimos por nuestro rol profesional?
- “El profesor” 👨🏫
- “el médico” 👩🔬
- “el abogado” 👨💼
- “el programador” 👩💻
¿Alguna vez nos hemos detenido a cuestionar si estos títulos nos expanden o, por el contrario, nos encierran en una prisión elegante, decorada con reconocimiento, pero carente de autenticidad?
Fuente: Pixabay
Este episodio es una invitación a explorar lo que hay más allá de las etiquetas, a descubrir las múltiples voces que habitan dentro de nosotros y abrir la puerta a una versión más libre, más genuina, más viva.
CUANDO YA NO SOY EL MÉDICO SINO EL QUE ESCRIBE
Una reflexión desde la intimidad de mi habitación en penumbra
Fuente: Pixabay
Últimamente he sentido algo fuera de lo común y aún no se bien cómo nombrarlo. Parece soledad, pero no causa angustia alguna. Tal vez es simplemente un cambio que aún no alcanzo a comprender del todo.
Durante años, mi máscara de médico me daba un lugar. Era sencillo, en cierto sentido: había una necesidad clara, un dolor que podía aliviar, una urgencia que yo sabía cómo atender y lo hacía. El paciente sanaba su dolor, yo me sentía importante y era remunerado.
La gente me buscaba. Me agradecía.
Era útil. Era visible.
Era necesario.
Pero ahora que empiezo a escribir, las cosas no son iguales. No hay una urgencia inmediata que sanar. No hay un dolor físico que remediar. Escribo porque algo dentro de mí me lo pide. Porque hay palabras que necesitan salir aunque nadie las haya pedido.
Y en esta nueva piel, me siento menos comprendido, menos aplaudido, más expuesto, más... solo. Escribir me está mostrando un espejo distinto: ya no soy necesario. Y eso es un poco más complicado de lo que pensé que sería.
Es tan sencillo como empezar a crear cosas que yo sé que le gustaría leer a la sociedad (el desamor vende), pero no es la dirección que busco, no deseo ser un performance viviente nunca más.
Es extraño: como médico, mi presencia era bienvenida porque respondía a una carencia evidente. Como escritor, mi presencia parece ser un recordatorio de cosas que muchos prefieren no mirar:
- dudas,
- miedos,
- sueños postergados.
Y entonces descubro otra cosa: que quien escribe, si lo hace de verdad, no siempre será bienvenido. Que la palabra auténtica no adula, no acomoda, no calma como anestesia. La palabra auténtica despierta. Y despertar, a veces, duele.
Escribo, y siento cómo algunos se alejan. No por maldad. Tal vez porque ya no sé ser el mismo de antes. Tal vez porque ya no busco complacer.
Estoy aprendiendo que escribir no me garantiza pertenecer. Que, en este camino, tal vez no haya multitudes, ni aplausos fáciles. Que hay momentos de silencio largo y frío, en los que uno se pregunta si de verdad valía la pena, y sin embargo… Aquí estoy.
Siguiendo la voz que nace adentro. Aunque tiemble, aunque duela, aunque a veces me sienta invisible.
Porque, por primera vez en mucho tiempo, siento que no estoy haciendo algo para ser aceptado. Estoy haciendo algo para ser verdadero. Y quizás, en ese derrumbe, en esa fragilidad, en esa renuncia al reconocimiento fácil, esté naciendo el escritor que apenas empieza a descubrir quién es.
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