A medida que vamos creciendo y evolucionando comienzan a manifestarse los demás instintos, los estereotipados, supervivencia, gregarios, maternales, entre otros. Cuando estoy estresada o ansiosa, mi instinto me lleva a buscar tiempo para mí, prefiero estar sola, caminar o escuchar música, son actividades que me generan bienestar y logran calmar ese estado afanoso en el que me encuentro. En esos momentos, es bueno seguir el instinto que me llevará a tener paz para recargar energías y continuar. El instinto de supervivencia siempre está presente, por auto cuidarnos y proteger a los nuestros. No se trata de estar a la defensiva, pero es un hecho que cuando alguien se mete con algún miembro de mi familia me molesta mucho. Creo que el llamado de la sangre es fuerte y en estos momentos no tengo nada que pensar, se me activa el instinto porque en esos momentos siento como si me clavaran un cuchillo y no puedo detener el impulso. No se trata de pelear, pero si de defender y probablemente no vuelva a ver a esa persona de la misma manera.

La socialización y la interacción diaria nos lleva a tener comportamientos gregarios, esto obedece a que compartimos opiniones, a tomar decisiones y acuerdos en consenso. El entorno social es algo complejo porque precisamente aunque podemos coincidir en ciertos criterios, no todos pensamos igual y esa diferencia justamente activa nuestro instinto gregario. No siempre tenemos que estar en beneplácito con las valoraciones del resto del grupo. Quizás no es lo común, de hecho, hay personas que no expresan sus verdaderas opiniones solo para encajar y caer bien. Hace años, en mi lugar de trabajo, al escuchar opiniones del grupo donde yo no estaba de acuerdo, optaba por no decir nada y alejarme, era lo que mi instinto gregario me dictaba en ese momento. La verdad absoluta es discutible, pero, hay que seguir nuestro instinto cuando éste nos dice que algo anda mal.