Desde que era niña, mirar el cielo nocturno siempre fue una de mis actividades favoritas. Salía al jardín de mi casa y levantaba la vista para contemplar ese manto oscuro lleno de estrellas. Había algo en esas luces lejanas que me hacía sentir conectada con algo mucho más grande que yo. Recuerdo que veía muchas estrellas fugaces, y aunque mi hermano decía que él nunca había visto una, para mí era común verlas. Siempre que levantaba la vista al cielo, ahí estaban. Esa experiencia me llenaba de paz y me hacía pensar que quizá yo formaba parte de algo más profundo y misterioso, un universo que seguía expandiéndose sin detenerse, y yo era solo una pequeña pieza en ese inmenso rompecabezas.
Lo más extraño es que no era una vez ni dos: cada vez que yo necesitaba calmarme y miraba al cielo, aparecía una estrella fugaz. A veces pensaba que era como si algo allá arriba me guiñara un ojo o me dijera: “Tranquila, estás conectada, todo va a estar bien”.
Con el tiempo, esas sensaciones han cambiado. Ahora, a veces me da miedo mirar el cielo. No sé si es porque estoy pasando por problemas de salud o simplemente porque el mundo está lleno de cosas que no entiendo y que me inquietan. Pensar en lo inmenso que es el universo y en lo pequeño que somos los humanos me genera una mezcla de fascinación y terror. Me imagino cosas como seres extraños que podrían estar allá afuera, en ese espacio tan vasto y desconocido. No puedo evitar preguntarme qué más habrá en ese cielo que parece tan tranquilo, pero que para mí ahora está lleno de misterios inquietantes.
De hecho, hace poco me pasó algo que no vivía hace años. Una noche estaba en el patio trasero limpiando los areneros de mis gatos. Era de noche, hacía frío, y no sé por qué me dio por mirar el cielo otra vez. Hacía mucho tiempo que no lo hacía. Y justo cuando lo miré, apareció una estrella fugaz. Fue tan impactante que se lo conté a mi hermano. Sentí como si el universo me dijera: “Lo recuerdas, ¿verdad?”. Como si esa conexión que tenía de niña no se hubiera perdido del todo.
Estas dudas y experiencias me llevan a pensar en preguntas más profundas. ¿Qué significa realmente ser parte de un universo en constante expansión? Somos pequeñas moléculas flotando en un océano gigantesco, pero esa conexión con el cosmos me hace sentir que, aunque insignificantes, tenemos un papel en todo esto. Nuestra existencia individual está conectada con el universo, y esa red invisible de vida y energía nos une a todo lo que existe. Cada uno de nosotros es una chispa dentro de esa inmensa llama cósmica.
Y me pregunto también, ¿existirá un ser superior que gobierne todo esto? ¿Habrá un Dios, o quizás seres de otros planetas con vidas y conciencias que no podemos ni imaginar? Esa idea de que no estamos solos en el universo es algo que siempre me ha atraído. Creo firmemente que hay más vida allá afuera, porque pensar que nuestro planeta es el único con vida es demasiado limitado para la inmensidad que veo en el cielo.
A veces pienso en personas que han ido más allá en este tipo de reflexiones. Por ejemplo, Carl Jung, un psiquiatra que exploró el inconsciente humano, hablaba de algo llamado “inconsciente colectivo”, como una especie de red que une todas nuestras mentes. Él tuvo una experiencia cercana a la muerte y contó que se sintió fuera de su cuerpo, viendo la Tierra desde el espacio, y que sintió una paz enorme, como si estuviera volviendo a un lugar al que realmente pertenecía. Y luego está Jacobo Grinberg, un científico mexicano que investigó la conexión entre la mente, la percepción y el universo. Él creía que todo está unido por una especie de energía invisible y que si logramos conectarnos con ella, podemos incluso cambiar la realidad. Para mí, ellos tocaron algo parecido a lo que yo sentía cuando miraba el cielo: esa conciencia cósmica que te hace entender que somos parte de algo más grande.
Estas reflexiones no solo son ideas abstractas, sino que afectan cómo me siento en el día a día. Cuando pienso en la conexión entre mi vida y el universo, también pienso en el planeta donde vivimos y en cómo debemos cuidarlo. Si realmente somos parte de este cosmos, entonces la responsabilidad de proteger nuestro hogar y cuidar a los demás seres humanos es fundamental. Eso para mí es el bienestar universal: entender que nuestras acciones afectan no solo a nosotros, sino a todo el planeta y más allá.
Al final, explorar la conciencia cósmica es también un viaje hacia el bienestar personal y colectivo. Aunque a veces el universo parezca enorme y aterrador, saber que formamos parte de algo más grande nos puede dar esperanza y fuerza. Nos recuerda que no estamos solos en nuestras luchas y que hay una conexión invisible que nos sostiene.
Por eso, cada vez que vuelvo a mirar el cielo, intento recordar esa conexión, esa red que une todo y a todos. Aunque sienta miedo o incertidumbre, también sé que soy una chispa de luz en este universo infinito, y eso es algo que vale la pena explorar y cuidar.
A veces me pregunto… ¿y qué tal si los extraterrestres realmente existen?
¿Y si hay vida en otro lugar, o en muchos lugares?
¿Estarán conectados a nuestra conciencia cósmica?
Quizás todo está conectado.
Quizás esas otras vidas también estén unidas a la nuestra.
Hay tantas cosas en el Universo…
Y yo pienso que nuestra mente no puede permitirse entenderlas,
porque son demasiado increíbles para que podamos siquiera comprenderlas.
Ever since I was a child, looking at the night sky has always been one of my favorite activities. I used to go out into the garden of my house and gaze upward to contemplate that dark mantle full of stars. There was something about those distant lights that made me feel connected to something much greater than myself. I remember seeing many shooting stars, and although my brother said he had never seen one, for me it was common. Every time I looked up at the sky, there they were. That experience filled me with peace and made me think that maybe I was part of something deeper and more mysterious—a universe that kept expanding endlessly, and I was just a small piece of that immense puzzle.
The strangest thing is that it wasn't just once or twice: every time I needed to calm down and looked at the sky, a shooting star would appear. Sometimes I felt as if something up there was winking at me or saying: "Don’t worry, you're connected, everything is going to be okay."
Over time, those feelings have changed. Now, sometimes I’m afraid to look at the sky. I don’t know if it’s because I’m going through health issues or simply because the world is full of things I don’t understand and that unsettle me. Thinking about how vast the universe is and how small we humans are fills me with a mix of fascination and terror. I imagine things like strange beings that could be out there, in that vast and unknown space. I can't help but wonder what else might be in that sky that looks so peaceful but now feels full of disturbing mysteries.
In fact, something happened to me recently that I hadn't experienced in years. One night I was in the backyard cleaning my cats’ litter boxes. It was cold and dark, and for some reason, I felt like looking up at the sky again. It had been a long time since I had done that. And just when I looked, a shooting star appeared. It was so striking that I told my brother about it. I felt as if the universe was telling me, “You remember, don’t you?” As if that connection I had as a child had never fully disappeared.
These doubts and experiences lead me to deeper questions. What does it really mean to be part of a constantly expanding universe? We are tiny molecules floating in a gigantic ocean, but that connection with the cosmos makes me feel that, even if we’re insignificant, we have a role in all of this. Our individual existence is connected to the universe, and that invisible web of life and energy binds us to everything that exists. Each one of us is a spark within that immense cosmic flame.
And I also wonder, is there a higher being that governs all this? Is there a God, or maybe beings from other planets with lives and consciousnesses we can't even imagine? That idea—that we are not alone in the universe—has always fascinated me. I firmly believe that there is more life out there, because thinking our planet is the only one with life seems too limited for the vastness I see in the sky.
Sometimes I think about people who have gone further in these kinds of reflections. For example, Carl Jung, a psychiatrist who explored the human unconscious, talked about something called the “collective unconscious,” a kind of network that connects all our minds. He had a near-death experience and said he felt outside of his body, seeing Earth from space, and he felt an immense peace, as if he were returning to a place where he truly belonged. Then there's Jacobo Grinberg, a Mexican scientist who studied the connection between the mind, perception, and the universe. He believed everything is connected by a kind of invisible energy, and that if we manage to tap into it, we can even change reality. To me, they touched something similar to what I felt when I looked at the sky: that cosmic consciousness that makes you realize we’re part of something greater.
These reflections are not just abstract ideas—they affect how I feel in my daily life. When I think about the connection between my life and the universe, I also think about the planet we live on and how we must take care of it. If we really are part of this cosmos, then the responsibility of protecting our home and caring for other human beings is fundamental. That, to me, is universal well-being: understanding that our actions affect not only ourselves but the entire planet and beyond.
In the end, exploring cosmic consciousness is also a journey toward personal and collective well-being. Even if the universe sometimes seems huge and terrifying, knowing we are part of something greater can give us hope and strength. It reminds us that we are not alone in our struggles and that there is an invisible connection that holds us up.
That’s why every time I look back at the sky, I try to remember that connection—that web that binds everything and everyone. Even if I feel fear or uncertainty, I also know that I am a spark of light in this infinite universe, and that’s something worth exploring and protecting.
Sometimes I wonder… what if extraterrestrials really do exist?
What if there’s life somewhere else—or in many places?
Could they be connected to our cosmic consciousness?
Maybe everything is connected.
Maybe those other lives are linked to ours too.
There are so many things in the Universe…
And I think our minds just aren’t allowed to understand them,
because they’re too incredible for us
to even begin to comprehend.
Invito a participar en está Iniciativa a @alborhada y @sindetalles
