Feliz domingo. Espero que estén muy bien.
Ya otros representantes habían asistido y habían participado en las charlas. Esta vez fue mi turno y me pidieron que, por favor, les hablara a los estudiantes acerca del diálogo como herramienta. Averigüé un poco entre mis ex-colegas de la institución, y la mayoría me comentó que, desde que las charlas comenzaron hace más de dos meses, el tema a tratar ha sido el mismo: "El diálogo como medio para solucionar conflictos"
Entonces me pregunté: ¿Funciona el diálogo para solucionar cualquier desencuentro? Por supuesto que sí, pero, ¿es lo único que hay que trabajar?
Enfocada en aquella pregunta, me dirigí al salón de clases para encontrarme con mi hija, mi sobrino y sus compañeros de clases. Y he aquí, más o menos, lo que ocurrió en aquella conversación, entre todos ellos:
Mientras conversábamos acerca de la importancia de dialogar, algunos de los muchachos me dijeron a modo de chiste, que muchos de los jóvenes, por más que dialogaran siempre terminaban dándose golpes, y que otros ni siquiera se acordaban de que en las charlas les aconsejaban hablar para solucionar, sino, que de una vez se comenzaban a pegar.
Entonces, la pregunta que me había hecho al principio, cobró más fuerza ¿Funciona el diálogo para solucionar cualquier desencuentro? ¿Hay que trabajar otros aspectos? ¿Por dónde se puede comenzar, para evitar que se dé el conflicto?
Entonces les hablé de cuatro premisas que siempre me han funcionado y me funcionan para equilibrar mis emociones ante cualquier principio de discusión o conflicto ya en pleno desarrollo. Son estrategias que me ayudan mucho a entender el porqué de esa situación y a verlo incluso desde otra perspectiva.
Validar:
Les expliqué a los estudiantes, la importancia de reconocer que el otro también siente, así de simple. Validar sus reacciones ante situaciones que lo superan es importante para entender su forma de actuar. Muchas veces la reacción de alguien al asustarse, al molestarse, o al entristecerse, no es la apropiada, pero comprendiendo de dónde viene esa reacción, podemos validar y aceptar que el otro lo esté experimentando.
Si fuimos nosotros quienes causamos esa reacción negativa, al ofenderlos, golpearlos, traicionarlos, incomodarlos, con más razón debemos comprender que la persona está reaccionando a un daño que se les hizo.
Si el perjuicio viene de otra fuente, también es importante comprender y validar el daño que la otra persona reciente. Ojo, repito, esto no significa que estemos de acuerdo con su forma de reaccionar, sino que entendemos qué lo hizo actuar así.
Empatía:
Identificarnos con lo que el otro está experimentando y compartir sus emociones, nos puede ayudar a comprender mejor su reacción. Nos hará preguntarnos: ¿Cómo habría actuado yo, si hubiera experimentado esa situación? Probablemente, habríamos hecho lo mismo, o quizás no, gracias a nuestra habilidad para mantenernos en equilibrio. La verdad no lo sabemos hasta que nos pasa.
La balanza de los pro y los contras:
Cuando en algún momento de mi vida, he experimentado alguna incomodidad con vías a ser un conflicto, o ya es el conflicto en sí, con otra persona, y esta resulta ser alguien importante en mi vida, ya sea, amigo, familiar o mi pareja, siempre recurro a la balanza de los pro y los contras. ¿Qué es eso? Valorar lo que esa persona representa en tu vida, es importante para tener el impulso o la necesidad de solucionar las cosas, de buscar un equilibrio, de cambiar o comprender en pro de esa relación.
En una balanza mental o escrita, suelo colocar mínimo 10 cosas que agradezco de esa persona y 10 cosas que no me gustan. Cuando apenas voy enumerando el aspecto número 5 de las cosas por agradecer, mis emociones ya han cambiado. Esas 10 cosas que agradezco de esa persona pesan mil veces más, que las cosas que no me gusten. Inmediatamente, mi perspectiva ante ese conflicto cambia y me esmero por encontrar la solución a ese problema que nos esté afectando.
¿De dónde viene esa forma de ser?
Todos somos lo que nuestro entorno creó. Si crecimos o vivimos en un entorno donde el amor no se demostraba, o la ofensa era la protagonista, veremos normal ese tipo de acciones. Si, por el contrario, nuestro ambiente se dio entre abrazos, conversaciones, y demostraciones de cariño, muy probablemente, nuestra forma de ser sea otra.
Entonces detenernos a analizar, que muchos de los comportamientos de las personas se deben al entorno donde conviven o donde fueron criados, nos dará una idea de por qué actúan, de la forma en que actúan. En el caso de los liceos y las escuelas, son muchos los estudiantes que crecen rodeados de violencia y eso es lo que demuestran ante cualquier situación que los sobre pase.
Los gritos, las agresiones verbales, los ataques, muchas veces vienen aprendidos desde casa.
Enseñar a los estudiantes a manejar su ira, y sus emociones negativas, puede ayudar muchísimo a la hora de evitar los conflictos.
Conclusión: El diálogo ayuda, sin embargo, es beneficioso trabajar en estrategias que nos ayuden a comprender las reacciones de las personas, para que se dé más fácil esa conversación que busca el bienestar.