Un gran saludos para todos esos #amigos #hives que siguen mis pasos por esta #comunidad, estoy agradecida con el apoyo que he recibido, hoy culmino mi serie de los 7 pecados capitales hablando del último pero no menos importante, La Lujuria.🍎🐍
Si hablamos de lujuria, estoy casi segura que no hay quien se atreva a lanzar la primera piedra. Los adultos, sin distinción de género y preferencias sexuales, tenemos ese fuego salvaje escondido en un rincón, listo para despertar si se presenta la oportunidad.
La lujuria es parte del sentir del ser humano, es inevitable no sentirla y normalmente está ligada al placer sexual pero va más allá de eso.
La lujuria no es un sentimiento, es una urgencia que no tiene alma, por eso vaga sin consuelo en busca de sus víctimas. No tiene nada que ver con el amor que es transparente y sincero.
Cuando caminamos por la calle, nos cruzamos con personas de todo tipo. Y en ese transitar, un día vemos alguien, que por algún motivo extraño (una nuez de Adán, un músculo) llama nuestra atención y despierta en nosotros deseos carnales, instintos.
La lujuria anda a la captura de un detalle. En ese instante, el mundo se reduce a un punto de calor, a ese vapor que sube por las piernas y nos descoloca, nubla la razón y corre por la venas un corrientazo que te electrocuta desde la cabeza hasta los dedos del pies.
Es una atracción física tan fuerte que casi duele, un magnetismo incontenible.
Es considerada un pecado porque hace que perdamos el juicio y se nos nublen los sentidos y pensamientos, llegando a pasar nuestros límites y romper nuestros principios.
La lujuria es una serpiente sigilosa que llega callada y nos aprieta el cuello poco a poco hasta hacer que lleguemos al desespero.
Este hecho está probado científicamente y lo recuerdo con claridad, en el segundo semestre de mi primer año de la carrera de medicina, cuando estudiamos el sistema nervioso en su totalidad, aprendí que el placer activa el sistema límbico del cerebro junto al hipotálamo, la amígdala y la corteza prefrontal, encargada de controlar nuestros impulsos y es totalmente anulada cuando aparece la lujuria, abrumadora y provocadora de esas acciones que hacemos sin control, donde no pensamos en las consecuencias.
De igual manera, aprendí que en estas mismas zonas del cerebro se alojan los sentimientos de amor por lo que en muchas ocasiones es confundido el placer sexual y la lujuria con enamoramiento y amor.
La lujuria va mas allá del sexo, está presente en todo eso que nos atrae demasiado y anelamos de una forma sobre natural, es entendido por ser ese deseo intenso hacia algo o alguien.
Dejarse tentar por la lujuria puede ser causa de grandes problemas e inconvenientes en nuestras vidas. Puede ser motivo para perder relaciones verdaderas por un impulso que, al final, solo te dejará un sabor amargo y una profunda sensación de vacío.
Yo lo viví en en carne propia. En una ocasión, me dejé llevar por la lujuria de querer algo, pisoteando mis principios, buscando la satisfacción del momento pero cuando la tormenta se calmó, llegaron las consecuencias, pero lo que más sentí, luego de eso, fue el arrepentimiento y la culpa que duraron mucho más tiempo de lo que duró aquel placer casi efímero.
En estos tiempos, las relaciones de parejas cada vez son menos reales y los engaños e infidelidades son más constantes debido a ese fuego mentiroso. La Lujuria es madre de la superficialidad y hay que luchar contra ella.
La pérdida de nuestra razón solo nos lleva a la quiebra, por quiebra no me refiero solo a lo material hablo de la quiebra del alma, de la mente, del corazón y en especial de nuestra esencia.
Y sí, el deseo nos hace luchar por esas cosas que queremos y anhelamos lograr, pero tenemos que ser capaces de diferenciar lo genuino de lo impuro, lo moral sobre lo indebido y sobre todo el deseo o sueño de la lujuria desmedida.
Si ponemos delante nuestros sentimientos, valores, principios y prioridades, estoy segura que podemos ganarle la batalla a esta enemiga sigilosa.
Texto creado por mi, libre de IA.
Imágenes creadas por mí en CiCi y Grok.
A big hello to all those #friends #hives who follow my steps in this #community. I am grateful for the support I have received. Today, I conclude my series on the seven deadly sins by talking about the last but not least important: Lust. 🍎🐍
If we talk about lust, I’m almost sure no one would dare to cast the first stone. Adults, regardless of gender or sexual preferences, carry that wild fire hidden in a corner, ready to awaken if the opportunity arises.
Lust is part of human nature—it’s inevitable to not feel it—and while it’s often tied to sexual pleasure, it goes beyond that.
Lust is not a feeling; it’s a souless urgency that wanders without solace, seeking its victims. It has nothing to do with love, which is transparent and sincere.
When we walk down the street, we cross paths with all kinds of people. And in that journey, one day we see someone who, for some strange reason (an Adam’s apple, a muscle), catches our attention and awakens carnal desires, instincts.
Lust hunts for a single detail. In that instant, the world shrinks to a point of heat, to that steam rising up our legs, unsettling us, clouding our judgment, sending a jolt through our veins that electrocutes us from head to toe.
It’s a physical attraction so strong it almost hurts, an unstoppable magnetism.
It’s considered a sin because it makes us lose our judgment, clouding our senses and thoughts, pushing us past our limits and breaking our principles.
Lust is a stealthy snake that arrives silently and slowly tightens its grip around our necks until we reach desperation.
This fact is scientifically proven, and I remember it clearly during the second semester of my first year in medical school when we studied the nervous system in its entirety. I learned that pleasure activates the brain’s limbic system along with the hypothalamus, amygdala, and prefrontal cortex—the area responsible for controlling our impulses—which is completely overridden when lust appears, overwhelming and provoking those actions we do without control, without thinking of the consequences.
Similarly, I learned that these same brain regions also harbor feelings of love, which is why sexual pleasure and lust are often confused with infatuation and love.
Lust goes beyond sex—it’s present in everything that excessively attracts us, that we crave in an almost supernatural way. It’s understood as that intense desire for something or someone.
Giving in to lust can lead to major problems and troubles in our lives. It can be the reason we lose genuine relationships over an impulse that, in the end, will only leave a bitter taste and a deep sense of emptiness.
I experienced it firsthand. Once, I let myself be carried away by the lust of wanting something, trampling my principles, seeking momentary satisfaction. But when the storm passed, the consequences arrived. What I felt most afterward was regret and guilt, which lasted much longer than that almost fleeting pleasure.
These days, romantic relationships are becoming less real, and deceit and infidelity are more constant due to that deceptive fire. Lust is the mother of superficiality, and we must fight against it.
Losing our reason only leads us to ruin—and by ruin, I don’t just mean material loss, but the ruin of the soul, the mind, the heart, and especially our essence.
And yes, desire drives us to fight for the things we want and yearn to achieve, but we must be able to distinguish the genuine from the impure, morality from wrongdoing, and above all, desire or dreams from unrestrained lust.
If we put our feelings, values, principles, and priorities first, I’m sure we can win the battle against this stealthy enemy.
Text created by me, free of AI.
Images created by me in CiCi and Grok.