¿La evolución de Internet nos acerca o nos vuelve más distantes?
¿Conoces esa frase que empieza a rebotar en la mente una vez cruzas los 30? Esa que, como un eco constante, te susurra mientras ves el mundo avanzar: “Antes todo era mejor...”
Sí, es la típica frase que muchos adultos repiten, y que muchos jóvenes descartan como una simple resistencia al cambio. Pero, y si te dijera que... pues si... si era mejor jaja
Desde pequeño he sido un amante de los videojuegos. Y debo decirlo con claridad: Jugar con tus amigos antes era verdadera magia.
Hoy tenemos la increíble posibilidad de conectarnos con personas en todo el mundo. Podemos hacer amigos en distintos países, unirnos en partidas en línea y compartir gustos a través de plataformas que antes ni soñábamos... Y aun así, se siente vacío.
Ese espacio entre tú, el micrófono, la pantalla y los controles, por más avanzado que sea, no logra llenar el lugar que antes ocupaban las amistades físicas.
La internet nos conectó con el mundo... pero nos desconectó de la sala y erradico la magia de lo simple.
Antes, la amistad no se encontraba a través de una solicitud virtual.
Se buscaba.
Se vivía.
Se compartía.
Visitar a tus amigos era una pequeña aventura. Llamabas por teléfono y decías: – ¿Qué haces? – Nada. – Voy para allá. – ¡Dale!
Y así nacía una tarde inolvidable. Los padres de tus amigos te conocían. Te recibían como a uno más. Eras parte de una familia extendida. Y si compartías el amor por los videojuegos como yo, sabrás de lo que hablo:
Ese vínculo era irremplazable.
Nos reuníamos a jugar de 2, 4, 6 o hasta 8 controles. Los demás hacían barra, bromeaban, esperaban su turno con ansiedad, y opinaban como si fueran parte de la partida.
En algún momento, la madre de la casa entraba y decía: – ¡La comida está lista! Y todos pausábamos felices, no por hambre, sino porque la amistad se trasladaba a la mesa.
Se reía, se compartía, y después... A jugar de nuevo.
Eran días sencillos, sí. Pero llenos de alma, de historias reales. Recuerdos con nombre, rostro, emoción. No con nicks o avatares.
Y si retrocedemos más, antes de los videojuegos había aventuras, deportes, se usaba la imaginación, la mente trabajaba para buscar como crear emocion a nuestras vidas. y luego hoy, se que tu tambien las recuerdas con emocion y nostalgia.
Yo agradezco profundamente haber vivido ambas etapas: juegos, travesuras, deportes, caídas, cicatrices con historia.
Hoy en día, a muchos padres de mis amigos aún les llamo “tíos”, porque así de profunda era la conexión. Aunque no todos los padres eran fans de tener la casa llena de niños (¡claro que no!), igual se guardaban recuerdos imborrables.
La ilusión de la amistad digital
La internet trajo consigo una ilusión: la de tener millones de amistades. Pero muchas veces, no son reales.
Ojo no digo que no puedas tener amistades de larga distancia, pero jamas podra igualar el crecer con una relacion fortalizida por las experiencias de vivir el dia a dia.
Son vínculos volátiles que duran lo que dura una partida. Después de eso, esa persona desaparece.
Sin nombre, sin historia.
Solo fue una voz más en los audífonos.
Antes, si tu madre entraba a avisarte que había comida, era una pausa feliz.
Hoy, es un conflicto: – ¡No puedo pausar! ¡Estoy en línea!
Y el hogar, en vez de ser un lugar de unión, se vuelve un campo de tensión. ¿Qué pasó con la experiencia real?
Cuando los jóvenes se reúnen hoy, muchas veces es para jugar de forma individual, cada uno en su celular. Ya no se vive el momento. Ahora consumen el momento de otro.
Ven lo que otro vivió, en alguna plataforma, y lo absorben como si fuese una experiencia propia. Pero no lo es.
¿Y lo más preocupante? Muchos ya no buscan vivir aventuras propias. Se autodenominan sabios, sin haber tocado la experiencia.
¿Entonces… fue mejor antes?
Si tú fuiste de los que vivió la época de ir en bicicleta a casa de tus amigos... Si tuviste un hogar lleno de risas, juegos, y visitas inesperadas... Si alguna vez te rompiste un brazo bajando una colina con tus amigos... o estuviste cuando uno de tus amigos cayo de un barranco y toco ir a su rescate... Déjame decirte algo:
Fuiste bendecido.
Tienes historias que contar.
Tienes recuerdos que aún te arrancan una sonrisa.
Y sobre todo, tienes la capacidad de transmitir eso a las nuevas generaciones.
Porque aunque el mundo evolucione, aunque la tecnología avance y la virtualidad parezca inevitable, las historias reales jamás perderán su valor.
El verdadero desafío
Hoy nos toca luchar contra una generación que tal vez no pueda evitar cierta involución emocional... Pero mientras haya alguien dispuesto a hacer apagar un celular y contar una historia con pasión, siempre habrá esperanza.
Esperanza de que un niño escuche.
De que se inspire.
Y de que algún día, decida salir a vivir su propia aventura...
Para luego contarla.