Oh hermanxs no había podido escribir porque Google me lo hacia imposible, pensé que no lo haría más nunca, mi mente egoíca acostumbrada a la catástrofe ya lo había decretado, hasta que una amiga @marielarc07 me dijo que entrara por otro servidor... siempre hay un ángel en el extremo izquierdo del ojo. Los amigos que me ayudaron a entrar no daban con la fórmula y me dejaron así solita, pero Dios siempre responde.
Así titulé estas reflexiones
A Dios no le importa cómo lo llamemos, igual responde
Esta foto me la tomó mi amiga artista fotógrafa @anabelleLaughlim en su casa que está pegada al Cerro Ávila, el guardián de Caracas, donde vivo
¿Quién vive en mi cuerpo?... Pareciera obvia la respuesta: yo; mas sin embargo eso no lo tengo tan claro, si así fuera me trataría mucho mejor, sería más condescendiente, más compasiva, menos juzgadora, menos cruel. Muchas veces, más de las que quisiera, se me olvida que eso que llamo cuerpo es un espacio vibracional interconectado en simultáneo con el afuera, desde la sonrisa de mi hija hasta las tormentas solares, y con el adentro, desde mis pensamientos repetitivos que aseguran catástrofes hasta el amor sublime por mi divinidad.
Esta foto también la tomó mi amiga Anabelle Laughlim, en la Galería de Arte Nacional de Caracas, donde hacemos Biodanza
El universo es un proceso interconectado, todo surge y cesa de manera dependiente. En un curso llamado “Crea” que todos los meses imparte 'Oneness' / 'Ekam', cuyo líder es Sri AmmaBhagavan, un avatar de la India a quien sigo llena de amor, explica esta visión de interdependencia con una historia:
“Este era un rey que tenía siete hijos y los mandó a pescar, cada uno trajo un pez y lo pusieron a secar, todos se secaron menos el último. El séptimo príncipe le preguntó al pez por qué no se había secado, a lo que respondió que el pasto estaba muy alto y no dejó que el sol lo secara; el hijo del rey preguntó al pasto por qué había crecido tanto y este respondió porque la vaca no se lo había comido; entonces el joven fue hasta le vaca y le preguntó por qué no se había comido el pasto a lo que la vaca respondió que la abuela no la sacó a comer. Seguidamente el muchacho le preguntó a la abuela por qué no había sacado a la vaca a pastar y ella dijo porque mi nieto estuvo toda la noche llorando. El hijo del rey fue hasta el niño y le preguntó por qué había llorado tanto y el bebé dijo porque las hormigas me picaron. El príncipe fue hasta el hormiguero y preguntó por qué habían picado al niño y respondieron porque puso la mano sobre nuestra casa”… este cuento podría seguir y seguir.
Todo el universo es un proceso y nosotros somos parte del mismo. Si esta verdad la estuviéramos internalizada en nuestra consciencia quizás sufriríamos menos, porque no creeríamos que lo que nos pasa es nuestra culpa.
Si nos viéramos como parte de un proceso nos daríamos cuenta que lo que llamamos enfermedad es un evento que surgió por algo que no tenemos muy consciente. ¿Y cómo hacemos para ser conscientes?... con la ayuda de la divinidad, la que tú creas, la que te dieron tus padres, la que elegiste de adulto, a Dios no le importa cómo lo llamemos, igual responde.
https://www.istockphoto.com/es/foto/en-el-colegio-gm459418871-31277758?
Una buena recomendación, que yo hago y me sirve de recordatorio y aprendizaje, es anotar mis pensamientos crueles que se repiten muchas veces, entonces le pido a mi divinidad que me muestre cuándo fue la primera vez que tuve el o los pensamientos que me atormentan, para hilar el proceso de interdependencia que conversamos al principio, a lo mejor fue algo que escuché y lo asumí como verdad, tal vez me pasó algo y de allí empezó la cadena.
Esto es importante porque así podemos comprobar que todas las heridas son antiguas y que como una cortada en el dedo meñique que sin darme cuenta me lo tropiezo y me vuelve a doler. Lo que nos sucede no es lo importante, sino cómo reaccionamos a eso, allí están nuestro patrones de creencias, ese sentipensar que nos ocasiona enfermedades y dolencias que creemos que aparecieron de repente.
Mi cuerpo y todas las vibraciones que lo forman también me conforman. Somos una unidad, un holismo, un todo, como la gota de mar que en su mínima expresión es tan mar como la inmensidad de donde surgió.
Seguir el hilo de mi sentipensar, de mis patrones, de mis creencias me permitirá abordar el mayor regalo que puedo darme: el perdón.
De bebé me dio una enfermedad inmunológica que impidió que mi mamá me pudiera amamantar, tal vez esa dolencia fue una herencia de mis ancestro que tenía que sanar para liberarme y liberarlos a ellos, pero este tema de los ancestros lo hablaremos en otra oportunidad.
Lo cierto es que la bebé que vive en mi experimentó el desapego de mi mamá y concluyó que no me quería, que no era importante o digna de ser amada. Hasta que no descubrí este patrón siempre sentí que hiciera lo que hiciera no era suficiente para merecer amor, por lo que la rebeldía y el enfrentamiento fueron mis defensas, ante el menor indicio de no ser aceptada huía, me escapaba sin dar chance al amor; otra de mis conductas fue el darle poco valor a mi vida lo que me llevo a exponerme a muchos peligros y, por otra parte, sentir que tenía que ganarme el amor de los demás siendo muy buena y servicial, lo cual me llevó a súper controlar a los demás. De manera que por muchos años viví inmersa en un péndulo, por un lado me escapaba del amor y por el otro lo suplicaba.
Cuando mi divinidad me hizo ver (la verdad te hará libre), pude perdonar a mi mamá y hablarle a mi niña diciéndole cuanto lo sentía y que ahora podía confiar en el amor. Sigo en eso.
Foto de Anabelle Laughlim