Foto de Jonathan Borba en Unsplash
Concede a tu espíritu el hábito de la duda, y a tu corazón, el de la tolerancia.
— Georg Christoph Lichtenberg
E S P A Ñ O L
El Reencuentro Fortuito
Las mañanas soleadas no eran las preferidas de Sergio, a veces lo hacían sentir pensativo, con muy mal humor y sin animos de salir a la calle, pero tenía que hacerlo para llegar a su destino.
El comienzo de estos días lo desanimaban, ya que en un entorno similar conoció a Eva. Tuvo un recuerdo de aquel momento, sucedió en una cafetería cercana donde decidió relajarse a tomar un café.
Sergio tuvo suerte y ocupó una mesa, el sitio estaba lleno de clientes, no había donde sentarse y en ese momento inesperado, mientras Sergio degustaba su café, fue que apareció Eva con una sonrisa deslumbrante en su rostro. Su cabello era hermoso, oscuro como las pupilas de sus ojos. El resto de sus atributos, como su piel excesivamente blanca y sus labios carmesíes, terminaron de cautivar por completo a Sergio.
Atónito, se quedó observando la belleza de Eva por un buen rato que no escuchó la pregunta que ella le hizo.
—Disculpa, ¿qué? —respondió Sergio, la taza de café casi se le resbalaba de sus dedos.
—Que si puedo sentarme aquí —respondió ella—. Las demás mesas parecen estar ocupadas y este es el único asiento libre que veo.
Sergio tragó una gran bocanada de saliva e hizo un gesto afirmativo.
—¡Sí, claro, por supuesto! —Exclamó un poco enérgico, sintió un poco de vergüenza después. Eva se sentó para degustar de su café. Bebía un cappuccino aparentemente delicioso, pues cada sorbo que daba hacía que sus ojos se cruzaran del gusto.
—Me encanta este lugar, —dijo Eva en tono placentero—, sirven el mejor café de la zona.
Sergio, para no parecer un tonto callado, comenzó a responder las afirmaciones de Eva.
—Sí, ahora veo porque este lugar siempre está lleno—. Aseveró Sergio.
—¿Es la primera vez que vienes?
—Sí, aunque vivo muy cerca de aquí, no acostumbro a pasar por lugares así.
Eva acarició su barbilla, mirando a Sergio con intriga.
—Supongo que eres un hombre muy ocupado— Dijo Eva en un tono un poco sarcástico.
—Sí, bueno… soy analista financiero, es un trabajo bastante pesado.
Los dedos de Sergio sobre la taza de café comenzaban a temblar, se sentía inseguro e incómodo, pues sentía que sus comentarios podrían aburrir a Eva. Ella, tan reluciente, parecía lanzarle gestos de cortejo al pobre Sergio; sacudía su hermoso cabello negro y degustaba cada vez con más placer su cappuccino, como si estuviera extasiada.
Sergio se armó de valor un poco y decidió retomar la conversación.
—¿Y tú…? ¿A qué te dedicas? —Le preguntó. Los ojos de Eva brillaron en un destello fugaz.
—Soy agente de bienes raíces, si necesitas alquilar o comprar una propiedad, mis servicios están a la orden—. Finalizó sonriendo y dejando una pequeña tarjeta de presentación sobre la mesa. Sergio estaba muy claro, la mujer le estaba coqueteando, pero él no sabía como reaccionar. Se sentía frío, insípido, las palabras no le fluían y fuertes pensamientos repentinos se interponían a sus ideas.
—Veo que eres algo tímido—. Afirmó Eva. —Me he dado cuenta que llevamos un rato hablando y no nos hemos presentado. Soy Eva, como dice en mi tarjeta—. Ella extiende su mano y Sergio la recibe.
—Mucho gusto, me llamo Sergio. Discúlpame…, no sé qué me pasa hoy, normalmente no soy así.
Eva sonríe de nuevo liberando una carcajada breve.
—Supongo que es porque ninguna mujer se te ha acercado para sacarte conversación, ¿no es así?
—Supongo... Y tienes razón, es algo que nunca me ha pasado.
La situación entre ambos contrastaba. Eva se veía muy segura, desinhibida y confiada, mientras que Sergio era todo lo contrario: estaba tímido, tembloroso, sin palabras cordiales que le fluyeran, de hecho, tardó mucho en tomarse su café ya que no quería que Eva notara sus manos temblorosas.
Ella dio su último sorbo y colocó su taza sobre la mesa.
—Bueno, Sergio, ha sido un placer, pero ya tengo que irme. Espero que estés bien—. Dijo ella extendiendo su mano como despedida. Sergio se levantó de su silla precipitadamente, golpeando el borde de la mesa y haciendo temblar las tazas de café.
—¡Lo mismo digo, espero que verte pronto! —Exclamó, su tono de voz fue un poco elevado.
Eva dejó su última sonrisa en el momento y luego se marchó de una manera muy confiada. Sergio volvió a tomar asiento, se sentía muy tonto. Dio un suspiro y dejó de temblar, liberando todos sus males. Se acarició la cabeza y terminó su café. Fue a la caja y pagó su cuenta.
Sus pensamientos lo distrajeron tanto, que olvidó la tarjeta de presentación de Eva sobre la mesa. Se marchó, creyendo que la había tomado. Llegó a su casa, se armó de valor y decidió escribirle un mensaje, pero se dio cuenta que la tarjeta no estaba en su bolsillo y que ni siquiera había guardado el número de Eva.
Había pasado media hora ya, pero decidió volver corriendo a la cafetería. Entró abruptamente y visualizó la mesa donde estaba sentado. Ya estaba limpia y ocupada por dos personas. Penoso, se acercó a ellos y les preguntó si no habían visto una pequeña tarjeta de presentación sobre la mesa, ambos se miraron y luego negaron con la cabeza.
Sergio suspiró y salió de la cafetería. Se desanimó bastante, era un día muy soleado y decidió volver a su casa. Desde entonces, cada día libre en la mañana, Sergio comenzó a frecuentar más esa cafetería, esperando que algún día apareciera Eva, pero nunca sucedió.
Nunca dejó de intentarlo, pero cada día sin ver a Eva, especialmente si era soleado, se desanimaba cada vez más, hasta el punto en que, un día, decidió resignarse y tomar otra ruta hacia un supermercado que quedaba un poco más lejos de allí.
Estaba cabizbajo, con poco humor, ya no se preguntaba si Eva iba a estar en la cafetería; definitivamente sus ilusiones se hicieron trizas. Decidió apresurarse en comprar todos los artículos necesarios para llegar rápido a casa y ver una película. Al alzar la mirada solo un instante, notó un hermoso cabello negro en la lejanía, una piel excesivamente blanca e inigualable; y una sonrisa, que hizo temblar sus piernas y sus brazos como aquella vez en la cafetería.
Eva solo tenía que mirar a Sergio a los ojos para que quedara casi congelado. Hizo un gesto de saludo y todos los ánimos corrieron felices a ocupar su sitio.
FIN
Grant to your spirit the habit of doubt, and to your heart, the habit of tolerance.
— Georg Christoph Lichtenberg
E N G L I S H
The Fortuitous Reencounter
Sunny mornings were not Sergio's favorite mornings, sometimes they made him feel pensive, in a very bad mood and not in the mood to go out on the street, but he had to do it to reach his destination.
The beginning of these days discouraged him, because in a similar environment he met Eva. He had a memory of that moment, it happened in a nearby coffee shop where he decided to relax and have a coffee.
Sergio was lucky and occupied a table, the place was full of customers, there was nowhere to sit and in that unexpected moment, while Sergio was tasting his coffee, was that Eva appeared with a dazzling smile on her face. Her hair was beautiful, as dark as the pupils of her eyes. The rest of her attributes, such as her excessively white skin and her crimson lips, completely captivated Sergio.
Stunned, he stared at Eva's beauty for such a long time that he didn't hear her question.
-I'm sorry, what? -Sergio answered, the coffee cup almost slipping from his fingers.
-Can I sit here, -she answered. The other tables seem to be occupied and this is the only free seat I can see.
Sergio swallowed a big mouthful of saliva and made an affirmative gesture.
-Yes, of course, of course! -He exclaimed a little energetically, feeling a little embarrassed afterwards. Eva sat down to taste her coffee. She drank an apparently delicious cappuccino, as every sip she took made her eyes cross with pleasure.
-I love this place, -said Eva in a pleasant tone, -they serve the best coffee in the area.
Sergio, so as not to look like a silent fool, began to answer Eva's affirmations.
-Yes, now I see why this place is always full. Sergio affirmed.
-Is this your first time here?
-Yes, although I live very close to here, I'm not used to passing by places like this.
Eva stroked her chin, looking at Sergio with intrigue.
-I guess you're a very busy man. -Said Eva in a slightly sarcastic tone.
-Yes, well... I'm a financial analyst, it's a pretty heavy job.
Sergio's fingers on the coffee cup began to tremble, he felt insecure and uncomfortable, as he felt that his comments might bore Eva. She, so shiny, seemed to be throwing courting gestures at poor Sergio; she was shaking her beautiful black hair and was tasting her cappuccino with more and more pleasure, as if she was ecstatic.
Sergio plucked up a little courage and decided to resume the conversation.
-And you...? What do you do? -he asked. Eva's eyes sparkled in a fleeting glint.
-I'm a real estate agent, if you need to rent or buy a property, my services are at your disposal-. She finished smiling and leaving a small business card on the table. Sergio was very clear, the woman was flirting with him, but he didn't know how to react. He felt cold, insipid, the words didn't flow and strong thoughts suddenly got in the way of his ideas.
-I see that you are a bit shy. Eva affirmed. -I noticed we've been talking for a while and we haven't introduced ourselves. I'm Eva, as it says on my card. She extended her hand and Sergio received it.
-Nice to meet you, my name is Sergio. Excuse me..., I don't know what's wrong with me today, I'm not usually like this.
Eva smiles again and lets out a short laugh.
-I guess it's because no woman has approached you to make conversation, isn't it?
-I guess... And you're right, it's something that has never happened to me.
The situation between the two contrasted. Eva looked very confident, uninhibited and trusting, while Sergio was the opposite: he was shy, trembling, with no cordial words flowing, in fact, he took a long time to drink his coffee as he didn't want Eva to notice his trembling hands.
She took her last sip and placed her cup on the table.
-Well, Sergio, it's been a pleasure, but I have to go now. I hope you are well. She said extending her hand as a farewell. Sergio got up from his chair hastily, banging the edge of the table and making the coffee cups shake.
-Same here, I hope to see you soon! -He exclaimed, his tone of voice a bit elevated.
Eva left her last smile on the spot and then left in a very confident manner. Sergio took his seat again, he felt very silly. He let out a sigh and stopped shaking, releasing all his woes. He stroked his head and finished his coffee. He went to the cashier and paid his bill.
His thoughts distracted him so much, he forgot Eva's business card on the table. He left, thinking he had taken it. He got home, plucked up the courage and decided to write her a message, but realized that the card was not in his pocket and that he hadn't even saved Eva's number.
Half an hour had already passed, but he decided to run back to the cafeteria. He abruptly entered and visualized the table where he was sitting. It was already clean and occupied by two people. Penurious, he approached them and asked if they hadn't seen a small business card on the table, they both looked at each other and then shook their heads.
Sergio sighed and walked out of the cafeteria. He was quite discouraged, it was a very sunny day and he decided to go back home. Since then, every day off in the morning, Sergio started to frequent that coffee shop more, hoping that someday Eva would show up, but it never happened.
He never stopped trying, but every day without seeing Eva, especially if it was sunny, he became more and more discouraged, to the point where, one day, he decided to resign himself and take another route to a supermarket a little further away.
He was crestfallen, with little humor, he no longer wondered if Eva was going to be in the cafeteria; his illusions were definitely shattered. He decided to hurry to buy all the necessary items to get home quickly and watch a movie. When she looked up just for a moment, she noticed a beautiful black hair in the distance, an excessively white and matchless skin; and a smile, which made her legs and arms tremble like that time in the cafeteria.
Eva only had to look Sergio in the eyes to be almost frozen. She waved and all the spirits ran happily to take their place.
THE END
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