Cuando las voces suaves mueren,
Su música vibra aún en la memoria.
— Percy Bysshe Shelley
E S P A Ñ O L
FLORES PARA CARMELA
Todas las verdades dieron un giro en falso, ninguna pudo suponer a ciencia cierta lo que le ocurrió a mi prima. Todos esos cigarrillos desparramados sobre el suelo, a un lado varias botellas de ron vacías, y sobre la alfombra, unas cuantas gotas de sangre, que provinieron de sus ojos por tanta presión que tuvo que soportar.
Murió ahorcada en su casa, con una nota a su lado sobre la mesita de la sala. Todos concluyeron que fue un suicidio, pero yo no estuve tan convencido de eso. Ella estaba muy feliz, incluso después de haber conocido aquel hombre, su más reciente enamorado para aquel entonces.
De su apellido no sé nada ni a que se dedicaba, solo sé que se llamaba ‘Abraham’. Vivía cerca de la casa de mi prima o eso me dijo ella. Era un hombre alto y robusto, con una personalidad introvertida. Como vivían cerca, comenzó a coincidir con mi prima, hasta que se gustaron y comenzaron a salir.
Carmela me contaba que el hombre le regalaba flores con un aroma particular; algo que jamás había percibido en su vida. Le pregunté sobre su origen, su apellido, su oficio, pero no me dio respuesta de nada.
—¿Cómo puedes estar enamorada de un hombre al que no sabes ni su apellido? —Le pregunté, casi en tono de regaño. Ella solo encogió los hombros, se colocó cabizbaja y sonriente, mientras acariciaba uno de los pétalos de las flores extrañas que el hombre le regalaba.
No podría decir que mi prima tenía algún trastorno o enfermedad mental, pues era una chica normal que le tocó vivir la vida sola desde que a temprana edad murieron mis tíos. Cuando me mudé más cerca de ella, me convertí en su único apoyo, y logré ayudarla a seguir adelante.
Ella siempre ha sido distante, introvertida. A escondidas, creía en fantasías e ilusiones, ella nunca me lo contaba, pero yo lo percibía. Por su personalidad tan sombría, nunca tuvo novio, a pesar de ser agraciada, con el cabello castaño ondulado y facciones delicadas.
Siempre vestía de blanco, pues creía en el esoterismo y pensaba que el color blanco atraía la buena suerte; suerte que nunca cruzó por su puerta, que solo estuvo alojada en el marco de su ventana viendo como al final se derruía.
¡Fue ese hombre, lo sé! ¡Él mató a mi prima! La policía no me cree y no tengo manera de comprobarlo, a menos que, tome las riendas de este asunto e investigue por mi cuenta.
Estaba nervioso, pues, nunca me había encontrado en tal situación, pero me dolía mucho que las cosas se quedaran así. Fui tras él señalando hacia el norte, dirección en la que Abraham se encontraba.
Efectivamente, no vivía muy lejos de la casa de Carmela, a una vista cercana pude vislumbrar su cabaña en ese bosque gélido. Los exteriores solo estaban iluminados por la luz que emanaba de las ventanas. Me posé en una de ellas y lo vi, sentando frente a una chimenea encendida con un elevado resplandor.
Lo fulminé con la mirada, sentía tanta rabia que pareciera que mis ojos se fueran a salir de sus cuencas: «Maldito bastardo, llegó tu hora.» Susurré, mientras sostenía con fuerza la mochila con armas que usaría para él.
Lo vi quieto y con la cabeza baja, supuse que se había quedado dormido frente al fuego. Saqué un par de herramientas pequeñas y comencé a forzar la cerradura, aprendí a hacerlo con cuidado y en silencio, reforzando todo mi conocimiento.
Abrí la puerta lentamente y lo encontré allí, aún quieto, todavía no se había percatado del horror que le esperaba. Sigiloso me acerqué y con fuerza lo tomé por la espalda con una soga. Se resistió. Era un hombre muy fuerte, no sabía en ese momento si podía controlarlo.
En un movimiento rápido, se liberó de mi trampa y volteó quedando sus ojos fijos frente a los míos. Con un empujón me tiró al suelo, yo no dejaba de ver sus ojos; plagados de miedo y rabia.
Levantó sus manos, listas para atacarme, pero se detuvo, me miró con ojos desorbitados y luego se echó para atrás.
—¡Te conozco, eres el primo de Carmela! —Exclamó con fuerte voz—. ¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres hacerme?
—¡Quiero que confieses, maldito asesino! —Respondí mientras me levantaba del suelo—. ¡Mataste a mi prima y debes pagar por eso!
El hombre agitó la cabeza negativamente de manera eufórica.
—¡No, no fui yo! ¡Yo la quería; quería que viniera conmigo! Pero no… ¡No podía! Por eso le dije que no podíamos seguir juntos. —El hombre comenzó arremolinarse lentamente en una esquina—. Aunque tienes razón…, las palabras pueden ser más mortales que ese cuchillo con el que me quieres matar. Sí, probablemente si fui yo, fui muy cruel cuando se lo dije. Comenzó a gritar, a berrear, a apretar los dientes de rabia, y luego me dijo que me arrepentiría de ello. Lo estoy pagando ahora, fue mi culpa, ¡yo fui! ¡Yo la maté! ¡Hazlo entonces! ¡Acaba con mi vida, me lo merezco!
Empezó a arrastrarse de rodillas hacia mí, elevó sus manos y agachó la cabeza esperando su castigo de mi parte. Sostuve el cuchillo con fuerza, lo alcé lo más que pude para dejarlo caer sobre su cuello. Era mi oportunidad, ¡ahora o nunca!, sin embargo, no pude hacerlo. Pues me convenció su versión, conocía tan bien a mi prima que sabía lo impulsiva que era.
Tiré el cuchillo a un lado y abrí la puerta contigua hacia el patio trasero. Miré hacia atrás y observé por última vez a Abraham ahogado en llanto sobre el suelo, luego proseguí y me tiré de rodillas a la tierra. Miré a un lado y vi el jardín repleto de esas flores, las que Abraham siempre le regalaba a Carmela. Crecían allí, pero se marchitaban extrañamente al llegar a la madurez, como si les faltara algo.
FIN
When soft voices die,
Their music still vibrates in memory.
— Percy Bysshe Shelley
E N G L I S H
FLOWERS FOR CARMELA
All the truths took a false turn, none of them could guess for sure what happened to my cousin. All those cigarettes scattered on the floor, on one side several empty rum bottles, and on the carpet, a few drops of blood, which came from her eyes due to so much pressure she had to endure.
She hung herself to death in her home, with a note beside her on the coffee table in the living room. Everyone concluded it was suicide, but I was not so convinced of that. She was very happy, even after meeting that man, her most recent lover at the time.
I don't know anything about his last name or what he did for a living, I only know that his name was 'Abraham'. He lived near my cousin's house, or so she told me. He was a tall and robust man, with an introverted personality. Since they lived nearby, he began to coincide with my cousin, until they liked each other and started dating.
Carmela told me that the man gave her flowers with a particular scent; something she had never noticed in her life. I asked her about his origin, his last name, his profession, but she gave me no answer.
-How can you be in love with a man whose last name you don't even know? -I asked her, almost in a scolding tone. She just shrugged her shoulders, stood crestfallen and smiling, while stroking one of the petals of the strange flowers the man gave her.
I could not say that my cousin had any mental disorder or illness, for she was a normal girl who had to live her life alone since my uncles died at an early age. When I moved closer to her, I became her only support, and managed to help her move on.
She had always been distant, introverted. In secret, she believed in fantasies and illusions, she never told me, but I could sense it. Because of her somber personality, she never had a boyfriend, even though she was graceful, with wavy brown hair and delicate features.
She always wore white, because she believed in esotericism and thought that the color white attracted good luck; luck that never crossed through her door, which was only lodged in the frame of her window watching as it finally collapsed.
It was that man, I know it! He killed my cousin! The police don't believe me and I have no way to prove it, unless I take matters into my own hands and investigate on my own.
I was nervous, for, I had never found myself in such a situation, but it pained me greatly that things would stay this way. I went after him, pointing to the north, the direction in which Abraham was.
Indeed, he did not live very far from Carmela's house, at a close view I could glimpse his cabin in that icy forest. The exteriors were only illuminated by the light emanating from the windows. I perched on one of them and saw him, sitting in front of a fireplace lit with a high glow.
I glared at him, I felt so much rage that my eyes felt like they were going to pop out of their sockets, "Damn bastard, your time has come." I whispered, while holding tightly the backpack with weapons I would use for him.
I saw him still and with his head down, I assumed he had fallen asleep in front of the fire. I took out a couple of small tools and began to pick the lock, I learned to do it carefully and quietly, reinforcing all my knowledge.
I opened the door slowly and found him there, still quiet, still unaware of the horror that awaited him. Stealthily I approached and forcefully grabbed him from behind with a rope. He resisted. He was a very strong man, I didn't know at that moment if I could control him.
In a quick movement, he freed himself from my trap and turned around, his eyes fixed in front of mine. With a push he threw me to the ground, I couldn't stop seeing his eyes; plagued with fear and rage.
He raised his hands, ready to attack me, but he stopped, looked at me with wild eyes and then stepped back.
-I know you, you are Carmela's cousin! -Why are you here? What do you want to do to me?
-I want you to confess, you bloody murderer! -I answered as I got up from the floor. You killed my cousin and you must pay for it!
The man shook his head negatively in a euphoric manner.
-No, it wasn't me! I loved her; I wanted her to come with me! But I didn't... I couldn't! That's why I told her we couldn't go on together. -The man began to slowly whirl in a corner. You're right, though... words can be deadlier than that knife you want to kill me with. Yes, probably if it was me, I was very cruel when I told him. She started screaming, bawling, gritting her teeth in rage, and then she told me I would regret it. I'm paying for it now, it was my fault, it was me, I did it! I killed her! Do it then! End my life, I deserve it!
He started crawling on his knees towards me, raised his hands and bowed his head waiting for his punishment from me. I held the knife tightly, raised it as high as I could to drop it on his neck. It was my chance, now or never, however, I couldn't do it. For I was convinced by her version, I knew my cousin so well, I knew how impulsive she was.
I tossed the knife aside and opened the adjoining door to the backyard. I looked back and took one last look at Abraham choking with tears on the ground, then went ahead and dropped to my knees in the dirt. I looked to the side and saw the garden full of those flowers, the ones Abraham always gave Carmela. They grew there, but wilted strangely when they reached maturity, as if something was missing.
THE END
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