Miré hacia el horizonte,
Las nubes estaban negras,
La lluvia caía,
Mis penas,
Venían junto a la tormenta,
Cargadas de mil tristezas.
Lo que yo creía cierto,
Se caía entre relámpagos,
El fuego yacía en un árbol,
Me mintieron,
Año tras año.
Me bajé del tren de los sueños,
Que fue creado por Disney,
No había princesas,
Ni príncipes,
Eran solo un mal cuento,
De quien vendía los boletos,
Para descongelar a Disney.
Mis manos estaban frías,
Descubrí que el amor,
Era una estrategia química,
De un cerebro procreador,
Que quería perpetuarse,
Bien enfermo ¡Ese cabrón!
Descubrí que mi mamá,
Me enseñaba a cuidar la casa,
La cocina, la terraza,
La mujer es de su casa,
Un mujeron,
Siempre se casa.
Y es que a ella la enseñaron,
La culpa no era de ella,
Venia de las ramas,
De un árbol que no se seca,
De la vida,
Que se entrelaza.
También aprendí,
Que la plata no se presta,
Así ames mucho a alguien,
Después ya ni se acuerdan,
Sus necesidades primero,
El amor te hace pendeja.
Con respecto al tiempo,
No es que él se lleva las penas,
Eres tú que las procesas,
La adultez que tanto querías,
Te hace quitar caretas.
Y así me voy de repente,
Con mis paradigmas muertos,
Esperando un sol reluciente,
Que me haga cambiar mis métodos,
Que me haga trascender,
Que ya no le crea los cuentos,
De los que nada construyen,
Y te joden con tormentos.
Mi vida la escribo yo,
Enterrando a todos los muertos.
