Encontrarlo así la activó de nuevo, reavivó su excitación después del intenso orgasmo que acababa de experimentar. Sin articular palabra e impulsada por no sabía que energía se abalanzó sobre su pantalón. Mientras clavaba los ojos en los suyos lo desabrochó. Al bajarlo arrastró también su ropa interior encontrándose de frente con una tremenda erección.

El miembro de Ricardo palpitaba de deseo, marcando algunas venas en su perímetro. El glande estaba coronado por unas gotas de líquido preseminal que comenzaba a deslizarse por su contorno. Lo deseaba, lo quería dentro, hasta la base, sentirlo rígido contra los labios. Sin contemplaciones lo introdujo en la boca llenándose de él, notando su dureza y percibiendo el tono dulce que dejaba en sus papilas gustativas.
Ricardo no lo esperaba y dio un respingo. Sofía notó como se le tensaban las nalgas, al intentar mover las caderas, tratando de introducirle más el pene en un acto reflejo. Ella comenzó a succionarle el pene violentamente, como no había hecho antes con nadie. Moviendo su cabeza arriba y abajo, sujetándolo con su mano a la vez que lo envolvía con la lengua y lo llenaba de saliva.
Comenzó a gemir ante las sensaciones que le producía esa estimulación. El deseo de tocarla y hacerla suya lo había levando del sofá llevándolo hasta su lado. No esperaba la imagen que ahora tenía ante si. Sofía le practicaba una felación como si no existiese nada más para ella, disfrutándola tanto o más que él. Involuntariamente comenzó a moverse acompañando los movimientos de Sofía.
No estaba equivocado, el nivel de excitación de Sofía estaba de nuevo por las nubes. Mientras continuaba con los movimientos, centrados en el miembro de Ricardo, comenzó a acariciar su clítoris con la otra mano. Los gemidos que emitía Ricardo y ahora sus movimientos la condujeron de nuevo al éxtasis. Este orgasmo fue menos intenso permitiéndole continuar acariciando su vulva y prolongarlo.
Era la primera vez que experimentaba dos orgasmos tan seguidos, no lo esperaba. El empuje de Ricardo le hizo variar un poco la postura mientras todavía se estaba acariciando. Este cambio aumento sus sensaciones notando como el clítoris se endurecía bajo la yema de sus dedos. Se inclinó para no perder el equilibrio y encadenó un nuevo orgasmo. ¡¡Dos seguidos!!. Esto sí que era nuevo para ella.
Ricardo notó como Sofía detenía su movimiento y se le tensaba el cuerpo al alcanzar este último orgasmo. Esto lo excito sobremanera, temió eyacular si Sofía continuaba jugando con su pene. Aprovechó esta pausa para levantarla y separarla de su miembro.
Agarrándola del cuello acercó sus labios a los de ella. Este era el primer beso que se daban desde que ella había comenzado a bailar. Mordió con suavidad su labio superior y tiró ligeramente de él. Sofía estaba exhausta después el último orgasmo y solamente fue capaz de descargar su peso sobre él. Ricardo la abrazó sosteniéndola a la vez que le soltaba el labio. Girando su cabeza fusionó sus labios con los de ella, introduciendole ligeramente la lengua dentro de su boca. Sofía correspondió el beso que se fue haciendo más intenso, más profundo y pasional. Ahora eran dos cuerpos que luchaban por sentir al otro, jugando con sus lenguas, gimiendo ante la excitación.
Sujetándola del pelo la volvió a separar y le dio la vuelta. Sin miramientos y sin soltar su pelo la inclinó sobre la silla, su glande quedó apuntado directamente a la vagina. Sofía estaba llena de deseo, que la controlase de esa forma la encendía. Elevó sus caderas para favorecer que la penetración pudiese ser profunda. Ricardo no lo dudó, tampoco lo hizo de forma suave.
Con una sola embestida la penetró desde atrás. La sujetaba tirando ligeramente de su cabello y aferrandose a su cadera izquierda con la otra mano. Ambos gimieron mientras el falo se introducía sin dificultad dentro de su vagina hasta que los cuerpos chocaron entre si. Se mantuvieron unidos varios segundos, tensos, manteniendo la presión entre sus sexos, notando como la vagina abrazaba el pene mientras se adaptaba a este.
Ricardo comenzó a moverse, primero con suavidad, acompasado con su profunda respiración. Poco a poco fue aumentando el ritmo y la intensidad. A Sofía le costaba sostenerse sobre sus piernas. El placer que sentía llegaba a marearla por momentos, agradecía que Ricardo hubiese soltado su pelo y la sujetase ahora con ambas manos por las caderas.
Estaban entregados al placer que esa danza les producía, disfrutando la profundidad que esa postura les permitía alcanzar. Ricardo notaba como el glande alcanzaba el cérvix dentro de Sofía. Era como atravesar un pequeño pliegue interior que ejercía mayor presión sobre su miembro, haciendo más intensa la penetración y proporcionándole un mayor placer. Para ella cada contacto en esa zona era el éxtasis, un pulso eléctrico con cada movimiento. La llenaba cada vez que se unían tan íntimamente produciéndole una sensación similar a las ganas de orinar.
Sofía volvió a perder el control de su cuerpo. Se movía para sentirlo más profundo, buscando mayor presión dentro de si. Su sexo se contrajo y notó como comenzaba a resbalar un cálido líquido a lo largo de sus mulos. La vagina le comenzó a palpitar llevándola a un nuevo orgasmo. Gritaba entre los incontrolables espasmos que su cuerpo sufría en cada pulso de placer que la recorrían por entera. Se sujetó al respaldo de la silla para no caer, las piernas no eran capaz de sostenerla a medida que las oleadas la sacudían.
Le faltaba el aire, las piernas le temblaban y su equilibrio fallaba. Estaba sin fuerzas. Sostenida por Ricardo pudo alcanzar el sofá recostándose boca arriba en él. Ambos estaban empapados en sudor. Ricardo se puso en pie y volvió a quedar hipnotizado por la mujer que tenía en frente, por todo lo que transmitía esta nueva Sofía. Tenía ganas de más, quería saborearla por completo.

Las caderas de Sofía quedaban justo en borde del sofá, permitiendo que su espalda descansara por completo sobre él. Ricardo, apoyando sus rodillas en el suelo, se colocó entre sus piernas y comenzó a besarle la parte interior de los muslos con suavidad. Lentamente fue subiendo, separando las piernas con sus besos, acercando los labios a su sexo y llenándose con su olor a medida que se aproximaba.
Los labios vaginales de Sofía, ligeramente hinchados y enrojecidos, estaban separados y permitían una vista completa de la vulva. El clítoris se asomaba ligeramente de su saquito, le pareció que palpitaba con los latidos del corazón de Sofía. La vagina ligeramente abierta, todavía mantenía la dilatación producida por la penetración anterior, dejaba ver un poco de flujo transparente que se intentaba deslizar fuera de ella.
A Ricardo esa vista, unida al efecto que sus besos producían en la piel de Sofía, erizándola en cada contacto, le resultaba tan seductora que ralentizó su ascenso para poder disfrutarla. Cuando alcanzó la pelvis de Sofía se elevó y continuó en su monte de Venus. Ella elevaba las caderas ligeramente buscando el contacto con sus labios.
Poco a poco Ricardo se deslizó hasta la raíz del clítoris. Una nueva oleada de placer recorrió a Sofía al notar la lengua sobre él, acariciándolo lateralmente, rodeándolo para pasar al otro lado y repitiéndolo de forma rítmica. Instintivamente subió las piernas, colocándolas al borde del sofá, entregando la totalidad de su sexo a la lengua de Ricardo.
Ricardo recorría lentamente sus labios, desde la entrada de la vagina hasta el clítoris, rodeándolo lentamente y cambiando de un lateral al otro en cada ciclo. En cada recorrido Sofía subía y bajaba las caderas, gimiendo y arqueando la espalda. La estaba volviendo loca, le encantaba que jugase con la boca en su sexo pero en esta ocasión ella estaba participando con sus movimientos. A medida que las sensaciones se incrementaban también lo hacía su respiración. Ricardo seguía las exhalaciones como un mapa que le indicaban donde detenerse y aumentar la presión de su lengua para producirle una mayor sensibilidad.
La lengua volvió a centrarse en su clítoris y Sofía sintió como Ricardo colocaba un dedo sobre la entrada de su vagina. Conocía perfectamente sus habilidades al respecto, era capaz de alcanzar con facilidad su punto G mientras continuaba estimulando el clítoris con la boca. Esta perspectiva le erizó la piel por completo antes incluso de que él comenzara.
Introdujo el dedo con suavidad y como había previsto lo situó en el lugar exacto. Comenzó a estimularlo mientras con la punta de lengua rodeaba el clítoris dibujando círculos a su alrededor. Ella se contraía, sabía que de esa forma alcanzaría el orgasmo rápidamente.
En el momento en que estaba completamente entregada y a punto volverse loca Ricardo separó su lengua y extrajo su dedo de la vagina lentamente. Sofía luchó contra esta parada, bajando el cuerpo para intentar volver a introducirlo, le faltaba muy poco para alcanzar el clímax de nuevo.
Ricardo espero unos segundos y deslizó el dedo acariciando el perineo hasta alcanzar su ano. El movimiento inicial le resultó agradable a Sofía pero el contacto con su ano hizo que lo contrayese con fuerza. Nunca había experimentado con esa zona de su cuerpo y temía sentir dolor.
Notando su incomodidad Ricardo levantó la cabeza y mirándola le indicó que se relajase. No tenía intención de introducir su dedo, sólo iba a acariciar la zona mientras reiniciaba el trabajo con su boca. Le indicó que sería ella la que, con sus movimientos, jugaría con su ano si así se lo pedía el cuerpo.
Para Sofía esas fueron las palabras mágicas que la relajaron, “si así te lo pide el cuerpo”. Volvió a dejarse llevar y se preparó para entregarse a sentir. Sus músculos expectantes se soltaron deseando notar algún contacto sobre la piel. Ricardo no se demoró y hundió su lengua dentro de la vagina. Sofía emitió un sonoro gemido de placer. La penetró de esa forma durante casi un minuto, acompañado por los movimientos de cadera que Sofía era incapaz de evitar. De nuevo se encontraba completamente entregada a la boca de Ricardo.
El clítoris se le había vuelto a hinchar. Él sabía que le faltaba poco y decidió jugar con sus ansias de placer. Bajo la cabeza, separándola de su vagina, y recorrió la parte interior de los muslos. Sofía se estremeció al notar que no continuaba con la estimulación que la llevaba directa al clímax. Movió las caderas intentando acercar el sexo a su boca pero él estaba decidido a alargar el momento. Excitada, ansiosa por llegar al clímax, Sofía elevaba su pelvis, ayudada por sus brazos y piernas, intentando acercar su cuerpo a la fuente de placer. La excitación y el deseo de culminar la hacían gemir.
En su juego Ricardo alcanzó las nalgas con sus labios. Hundió la cabeza en ellas y recorrió con la lengua desde el ano hasta la mitad de su perineo. Sofía, ahora sin tensión de ningún tipo, apoyó la espalda sobre el sofá y elevó la piernas para facilitar el movimiento de esa boca que la estaba volviendo loca y la hacía jadear ante estas nuevas sensaciones.
En ese momento volvió a notar sus dedos, apoyados justo a la entrada de la vagina. Separando la boca de su cuerpo Ricardo comenzó a acariciar su sexo con la mano. Estimulando de nuevo el clítoris, presionándolo ligeramente entre sus dedos. Permitía que este se deslizara arriba y abajo, jugando con sus labios y recorriendo toda la circunferencia de acceso a la vagina sin llegar a introducirlos.
Sofía volvía a estar a punto para el orgasmo. Colocó las rodillas casi a la altura del pecho, invitándolo a que la penetrase con los dedos. Ya la había tenido varias veces a las puertas y quería que la llevase por fin a esa explosión de placer.
Él lo sabía pero no quería que culminase todavía. Fue suavizando sus caricias mientras notaba como Sofía vibraba al notar que de nuevo se le escapaba. Ella no podía esperar más, deslizó la mano que tenía al costado, acariciándose el abdomen y bajando por monte de venus. Estaba decidida a alcanzar el clítoris y terminar con la desesperación de su cuerpo.
Ricardo observaba sus movimientos, en el instante en que comenzó a acariciarse el clítoris él bajó su mano y colocó el índice sobre el perineo, presionándolo ligeramente. La oleada de placer que recorrió a Sofía la hizo mover sus manos a la parte trasera de sus rodillas para elevar las piernas y ofrecerle toda la zona a Ricardo. Deseaba que él continuase con la presión en la zona.
Manteniendo la presión Ricardo bajo hasta su ano y comenzó a recorrerlo circularmente. Sofía temblaba con el esfuerzo de sujetar su cuerpo en esa postura pero no quería que parase. Disfrutaba con esas caricias y quería alargarlas. Ricardo volvió a situar la boca sobre su sexo mientras continuaba acariciando la zona. Sofía bajó las piernas de nuevo y apoyándolas elevó ligeramente las caderas para no entorpecer la mano de Ricardo.
No podía más, esta vez no lo dejaría escapar. Sujetó y presionó la cabeza de Ricardo sobre su sexo, necesitaba ese latigazo de placer recorriendo su cuerpo. Ese era el momento que él esperaba, detuvo las caricias de su dedo y lo colocó justo sobre el ano. Mientras continuaba con los movimientos de su lengua sobre el clítoris hizo un poco de presión con su dedo. Sofía notó el estímulo e instintivamente bajó la cadera para incrementar la sensación.
La falange se introdujo ligeramente en su interior. Notaba la presión que este ejercía dentro de su culo virgen, agradable, para nada doloroso. Esto disparó su excitación, el placer y el calor se extendieron por su cuerpo. El deseo mandaba de nuevo sobre ella.
Inició un movimiento con sus caderas que iba introduciendo el dedo de Ricardo en su interior. La presión que sentía, la sensación de completa amplificaba las descargas de su clítoris con el juego de la boca de Ricardo. El calor aumentaba a medida que incrementaba los movimientos de su cadera.
Estaba llena, su sexo se había inflamado por la concentración de sangre dentro de él. Todas sus terminaciones nerviosas estaban excitadas, enviando poderosas señales de placer. Al bajar de nuevo la cadera, para incrementar la presión interior que sentía, se desató un nuevo orgasmo.
Era el más poderoso que había sentido hasta el momento, las contracciones de su vagina se veían bloqueadas en su ano por dedo que lo ocupaba. Esto las intensificaba aumentando la fuerza con la que las sentía. Gritaba de placer mientras se movía arrítmicamente ante la potencia de las contracciones que sentía. Eran demasiado, quería separar la boca de Ricardo de su sexo pero a la vez era incapaz, su cuerpo no respondía ante los oleadas de placer. Solo le quedaba dejarse llevar.