ERICH FROMM
Siempre oímos que debemos vivir como si fuera el último día de nuestra vida, pero otros nos dicen que debe ser como si fuera el primero. ¿Cómo sería vivir de las dos maneras?
Pero antes que nada definamos QUÉ es vivir intensamente.
El diccionario define intensidad como energía máxima que se le inyecta a algo que se hace. Entonces, Vivir con intensidad es impregnarle energía a la vida, a todo lo que hacemos, decimos y sentimos. Muchos nos sentimos insatisfechos, frustrados, infelices y queremos sentir que la vida es algo más que levantarse, desayunar, calarse tremenda cola o trancón, como dicen en Colombia para llegar al trabajo o la universidad, ver el reloj a cada rato para saber cuánto nos falta para salir. Regresar a casa, comer, chatear, ver qué de bueno hay en Facebook o Instagram y dormir. Si crees que la vida es más que eso, sigue leyendo, porque tus sospechas son ciertas.
Podemos vivir intensamente. ¿Para qué? Para sentirnos más plenos, completos, felices, bien con nosotros mismos. ¿Cómo lo hacemos? Viviendo como si fuera nuestro último día y a la vez como si fuera el primero.
Imaginemos por un momento que nuestro primer día de vida sea espontáneo, es decir, que despertamos al mundo tal cual somos. ¿cuál sería nuestra reacción? ¿qué actitud tendríamos ante lo que vemos? Si reaccionamos como cuando tenemos un teléfono nuevo, entonces estaríamos emocionados, curiosos, porque todo sería desconocido y nuevo para nosotros. Entonces vivir como si fuera el primero es maravillarse con el sol, el agua, las plantas, los animales y nuestro mismo cuerpo. El caer en cuenta que podemos ver, oír, hablar, respirar. Detallar los colores, apreciar con detenimiento cada sonido, es decir escuchar. Tomar una fruta, olerla y saborearla.
Disfrutar (sinónimo) cada sorbo de agua que bebamos. La inmensidad del cielo, la complejidad de un automóvil o de un teléfono. Que cada bocado sea una experiencia nueva, única y fascinante, degustarlo con placer. Es nuestro primer día de vida, tenemos todo un mundo por conocer y una vida por delante que aprovechar.
“Vivir intensamente cada día como si fuera el primero”, es vivir con pasión, efervescencia, alucinación y la enormes expectativas de lo que nos traerá ese día y el resto de nuestra vida.
Al otro extremo, está la expresión, “vivir cada día como si fuera el último”. Para algunos es una declaración fatalista y sombría. Porque es como vivir a cada momento como si fueras a morir y eso es un poco funesto. Sin embargo, la muerte es incierta, nunca sabremos cuándo llegará. Por lo tanto, no dejemos pasar las horas en vano, no posterguemos eso que deseamos decir, sentir o experimentar. En el primer día creemos que tenemos toda una vida por delante, en el último sabemos que moriremos pronto, por lo que desarrollamos un sentido de urgencia, de cierta ansiedad por vivir al 100% porque luego de ese día no estaremos más. Ya no veremos a nuestros seres queridos, no sentiremos un beso o un abrazo, no habrá modo de ver otra vez la luz del sol, ni comeremos nunca más nuestra comida favorita. Dejaremos de oír para siempre la voz de nuestra hija o ese sobrino que tanto amamos.
Por ello, el vivir intensamente como si fuera el último día nos impulsa a aprovechar cada momento, a valorarlo Y recordar la importancia de abrazar, besar, decir “te amo” “perdón”, “gracias”; de disfrutar cada dulce, cada bocanada de aire, ese amanecer o atardecer, la lluvia que nos cae. En fin, hacer lo que nos gusta, gozar cada minuto.
SARA JIMÉNEZ
La vida se resume, en encontrar el equilibrio entre vivir con la fascinación de lo nuevo y con la reflexión y nostalgia de lo que ya no estará más. Vivir como si fuera el primer día de nuestra existencia y como si fuera el último. Como si fuéramos a morir hoy o si lo fuéramos en 50 años.
Carpe diem. Saborea la vida. Préstale atención plena. Vive tu ikigai.
Un abrazo antidepresivo y motivador.
Original G. S. Bilbao
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