Era cerca de las 9.30 de la noche, cuando oí un crujido en los matorrales del jardín de casa. Me asomé muy despacio, con la luz apagada, para no delatarme. Algo ocurría en mi jardín. Allí pude ver a alguien que estaba colocando algo dentro de un envase grande. Lo colocaba rápidamente pero con cuidado de no hacer ruido. Mirando hacia los lados. Yo ocultándome pude ver de quien se trataba.

Señor Miguel
Era él, el señor de los helados. Llevaba su carrito de helados en silencio. Dentro de su heladera colocaba algo pesado. Mi corazón palpitaba fuertemente, creo que un poco más y el lo podría oír a través de la ventana.
Salí corriendo de mi cuarto. Fui al cuarto de mi hermano, no estaba. La muchacha tampoco estaba. ¿Qué pasaba? ¿A donde fueron todos?
Volví a la ventana de mi cuarto y miré que el heladero se retiraba conduciendo su carrito de helados, sin música.
Yo salí corriendo por otro lado, como pude llegué hasta el puesto de los vigilantes. Les informé que el heladero de la mañana, estuvo parado en frente de mi jardín, mientras colocaba algo muy pesado en su carrito de helados. Y cuando busqué a mi hermanito y a la muchacha que nos cuida, ninguno está en casa.
Viendo ellos el terror de mi mirada, se limitaron a esperar que el heladero pasara por el puesto de vigilancia, y así lo hizo. Le pidieron que bajara del carrito y les mostrara lo que llevaba adentro.
Él con su mirada incrédula les dijo, no hay problema. Tranquilos que les muestro. Procedió a abrir su heladera que estaba llena de bolsas negras. Le pidieron que las abriera y él lo empezó a hacer.
En ese preciso momento llegaban mis padres en su auto, con mi hermanito y la muchacha, y me miraron con asombro.
¿Qué haces aquí y a casi la media noche, fuera de la casa?
Les conté todo lo sucedido. Se miraron las caras todos, se sonrieron, miraron al heladero. Con sarcasmo le dijo mi padre… sí, ábrale por favor las bolsas negras que tienes allí.
El heladero mientras les abría las bolsas, mostraba su contenido y les dijo…
Esto es algo mío. Lo acabo de recoger del jardín de los residentes acá.
Mirando a mi padre le dijo… ustedes me han dado permiso de venir en las noches sin hacer mucho ruido, para recogerles las bolsas con frutas de sus jardines, para yo hacer mis helados. Paso por acá todos los días y le pido permiso a los vigilantes.
Cada cierto día vengo en la noche, tal como hoy, a recoger frutas de varias casas. Los dueños de casa, me permiten recoger en las noches sus bolsas. Solo me toca observar bien cuales casas serán las que me corresponden esa noche. Me aprendo su fachada durante el día y en el sigilo de la noche paso con mucho cuidado para no molestar a ningún vecino. Coloco las bolsas en mi carrito al que le he desconectado la música y me retiro a mi casa.
Los padres del niño le dijeron a tono de reproche a su hijo…
-Esta imaginación tuya es de tanto enfermar tu mente con la televisión, sus malas películas y tus benditos juegos maquiavélicos.
¿Qué creías, que traía cuerpos humanos cortados en pedazos, en la heladera?
¡Válgame Dios!, venir a acusar a un sujeto tan trabajador como el señor Miguel. Pídele disculpas, y desde esta noche estarás castigado hasta que el hombre vuelva a pisar la luna.
