No sabía como tratar este asunto y como no me pienso lucrar de una desgracia ajena, de la pérdida o de la maldita realidad que todo el mundo vive alguna vez a lo largo de su existencia pues he querido hablar de lo efímero del tiempo, como ejemplo he querido tomar una fotografía de un fantástico edificio de mi ciudad transformado ahora en hotel con restaurantes en su base y que a la vez no ha variado un ápice su estética y lo más importante la estética de la ciudad, no hay ciudadano de aquí que a diez mil kilómetros de distancia y tras veinte años sin visitarnos no sepa identificar esta fotografía y por supuesto situarla, si te reflejases en cualquier escaparate de este mismo edificio verías como eres tu quien ha envejecido y quien cada día vas dejando atrás cosas y personas importantes mientras otras se mantienen impecables, es el precio del tiempo.
Por suerte el edificio ha sido considerado como imagen identificativa del reflejo de la ciudad, no han corrido la misma suerte otros tan emblemáticos como este pero con ubicaciones menos importantes, es el precio de la memoria y de la importancia de tu lugar en el mundo. Quienes gobiernan deciden por nosotros, así lo decidimos entre todos de forma democrática cada cuatro años, lástima que durante varias vidas no hayan decidido aplicar todo el presupuesto posible a investigación de enfermedades y nuestra gente haya caído por esa desidia, por ese interés de muchos sacrificando a unos pocos, el problema es que según cuentas años vas descubriendo que no son tan pocos y de esos no pocos alguno te toca de cerca o de lleno, sufres y hasta te auto convences de entender como a ese ángel ahora lo miras a una caja y no a los ojos, ojalá algún candidato pensara como este alcalde y en alguna ocasión decidiera perdonar alguna vida invirtiendo en mantener intacto el edificio.
A nosotros hoy no nos queda más que recordar tirando de melancolía y memoria, recordar cosas vividas y como única suerte queda pensar que aguatara hasta que al menos pudiéramos dar un largo y reconfortante abrazo a los suyos, nuestros políticos así lo permiten ahora y parece que debemos pensar que es una vuelta a la normalidad, en realidad nada ha cambiado y seguimos en la misma rutina, nacemos, crecemos, nos reproducimos y os dejamos llorándonos. El resumen es que se han dedicado muchos recursos a combatir un virus porque contagia a todos pero se dedican pocos a combatir otras enfermedades que no contagian y que parece que se miran con miedo pero de lejos, cuando la realidad es que están muy cerca y cuando menos lo esperas junto a tu puerta, a mí de este pasado día solo me queda una imagen y es la de una hermana muy triste, rota en un abrazo porque tras muchos años volvíamos a reencontrarnos pero en esa mierda de circunstancia.
Pero la realidad es que no podemos anclarnos en esa visión de la vida, es parte de ella y existe para recordarnos que no es tan maravillosa como parece, pero siempre amanece tras cualquier mala noche y hay un motivo para sonreír en algún lugar o con cualquier persona que sigue con nosotros, es el hecho que nos hace racionales, sufrimos y reímos, usamos la lógica y hasta el corazón y en muchas ocasiones no superamos ciertas adversidades y justo en esos casos es donde debemos ser fuertes y pedir ayuda si la necesitamos, los que nos rodean son las personas más importantes pero recordad a los que puedan ayudaros y no estemos tan cerca porque os estamos esperando con los brazos abiertos.
Siempre amanece hasta tras la tormenta más dura. Mañana más...
