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Caminando sin rumbo, Carlos con las manos dentro de su bolsillo, la cara, casi pegada al suelo como si levantar la mirada fuese un pecado mortal, sus hombros llevaban sobre si, ese peso que la vida deja a veces y que no puedes sacar ni quitar aunque quieras.
Mirar hacia atras sería una buena opción, sería volver y pedir perdón, volver a comenzar y hacer promesas que sabe las romperá a la primera gota de alcohol que toque sus labios, o al solo saberse que la impotencia o la ira se apoderara de él.
En el caminar de arrastrar sus pies, pensaba cuando vio por primera vez a Lucrecia, una hermosa morena de ojos verdes, que entrando a la universidad, le prometió una vida llena de lujos y oportunidades para ambos de crecer y llegar a construir una familia.
Lucrecia decidió seguirlo y comenzar ese hermoso viaje llamado matrimonio, pero más que decidirlo era para cubrir la apresurada llegada de la primogénita que ambos esperaban con tanta ilusión.
Ella tuvo que dejar la carrera porque el embarazo no fue del todo armonioso como esperaban pero el producto final era lo más hermoso que habían visto ambos, una linda muñeca de ojos verdes y pequeños labios rojos que les hacía reforzar más y más ese amor.
Dos años pasaron cuando él trabajando muy duro llegó una tarde y ella le dijo alegremente que estaba embarazada lo que hizo que su rostro cambiara y le gritara muy fuerte a Lucrecia que si estaba loca, como se le ocurría tener un hijo cuando no podían sostenerse de buena manera los 3.
Lucrecia desconcertada por las palabras de Carlos, bajó la cabeza, entendiendo que era su culpa haber quedado embrazada, él, tenía que trabajar duro y ella debió cuidarse.
Los días pasaban y la situación económica era más apremiante, nació el pequeño Iván, pero al verlo se dieron cuenta que traía consigo doble cromosoma 21 lo que lo hacía un niño con Síndrome de Down, lo cual hizo que Carlos saliera de la habitación del cuarto sin decir nada.
Lucrecia nuevamente asumió que era su culpa ella nunca pidió comprar medicinas, vitaminas y también debió haber descansado más durante la gestación.
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Carlos en su frustración desarrolló una agresividad que la convirtió en ira, dándole salida por medio de insultos y golpes, Lucrecia, la pequeña princesa e Iván, eran los receptores de esas frustraciones, pero una y otra vez Lucrecia decía que era normal que se comportara así, era mucha carga para él y debía apoyarle.
Esa tarde cuando las gotas de lluvia empezaron a caer Carlos caminaba lentamente con sus manos en el bolsillo, llenos de sangre de quienes en algún momento de su vida fueron su aliciente para vivir.
Nota: Hoy en día nos asombramos del maltrato y vejación que viven las mujeres en el medio oriente, muchos levantan la voz en los medios de comunicación y redes sociales, grupos de protesta porque a la mujer no se le da el puesto merece en estos lugares del mundo.
Pero ¿qué hay de todas aquellas que han muerto o que desde los rincones lloran culpándose de que ellas han provocado estas situaciones? ¿Qué hay de tantas Lucrecias asesinadas a manos de sus verdugos que con besos y palabras bonitas las mantienen en una casa de cartón o una casa de cristal y bordes de oro?