
Amnesia
_Amalia era una muchacha como de unos 20 años. Llegó a mi casa a vender dulces de coco. Al principio le dije que no, pero tanto insistió, que le compré uno. Al día siguiente volvió a tocar a mi puerta, y como el dulce no había estado mal, le compré dos. Aquella conducta se repitió con los días y llegó un momento que en las tardes, mientras veía mis series de terror, me apetecía comer los dulces de coco que vendía Amalia y deseaba que pasara más frecuentemente.
_Ustedes pensarán que tal vez mi interés por Amalia era físico y le puedo asegurar que no. Amalia estaba desprovista de toda la sexualidad de una hembra. Su cuerpo famélico y desgarbado, su cabello corto y su rostro reseco era más la imagen de un adolescente feo. Varias veces me habló de que tenía dos hijitos, de dos hombres diferentes y que buscaba donde vivir porque no tenía familia. Todo esto lo decía en el portón, mientras me vendía los dulces y yo le daba un poco de agua, porque siempre pedía agua.
_Luego comenzó a entrar en la casa, no recuerdo cómo, y después trajo una vez a sus dos muchachitos sin ningún motivo. Por eso, cuando una noche la policía se detuvo en mi casa y me sacaron esposados por homicidio, no pude creerlo. Ellos dijeron que los cuerpos estaban en mi habitación, el de Amalia y los niños. Me dijeron que habían sido mis vecinos los que habían llamado. Yo les dije que eso era falso y les conté lo que acabo de relatarles a ustedes. Ellos dijeron que todo lo que yo decía era invento, porque supuestamente esa era la historia que había en un viejo periódico que estaba debajo del colchón de mi cama y que en realidad Amalia era mi esposa y que aquellos niños, eran hijos míos.