Nadie quiere estar en esos guarismos que noche a noche, como parte de guerra, da el gobierno. Lejos con ellos. Cada número es un ser, y cada ser que los oye es un cuerpo en pánico.

Pusilánimes, acobardados, encogidos, así nos tiene la pandemia, y
sin que la espiritualidad nos alcance, el virus nos ha colocado en modo anacoreta. Temerosos al contagio, nos confinamos solos o en familia. Horas, días y meses de ocio, en-red-ados, entre fake news, shitstorm, y todo aquello que surge dentro de lo que Byung-Chul Ham categoriza como enjambre digital. Desde ahí, a muchos se les lee con hipócritas letras de contrición, tan falsas como la del no creyente que se encomienda a Dios y persigna al abordar un avión: "después de esto seremos otros"; "tenemos que protegernos entre todos"; "la pandemia nos lleva a ser mejores personas"; "entre todos podremos"; "por el amor al otro me confino" y cualquier cantidad de ritornelos o frases gastadas.
"¡Guias ciegos! Ustedes cuelan un mosquito, pero se tragan un camello." (Mt 23, 24) Aplica también esta imprecación de Jesús a los fariseos al enjambre virtual de donde salen esas expresiones de supuesto corazón contrito.
Lo peor de nosotros ha sacado este virus; en modo solipsista queremos protegernos del covid-19, encapsulados, a punta de transacciones virtuales y delivery, vemos pasar los dias de encierro, mientras que los de condiciones de vulnerabilidad social, tienen que salir, muchedumbre adentro, a buscar su estipendio para sobrevivir.
Definitivamente, con el "quédate en tu casa", a la mayoría, no los agarrará el virus, pero sí la inanición.