Cuando puedas salir de los ámbitos de la carne tuya y te dejas ir hacia esferas de incognoscibilidad de los otros, déjate, qué así te puedes encontar a ti mismo. Eso sí, te vas a ver echado de la comodidad cobarde. Se trata de estar contigo, con la condición de que estando con los otros, te sales de ti mismo y te abandonas a los otros.
Ser para el otro es una filosofía de vida que da buenos resultados. Cuando estás fuera de tus propios ámbitos de vida interior y pernoctas en la de los otros, al infortunio te le escurres, como que no te encuentra.
En la égida del otro, ahí debes sentirte, y si te llaman cobarde porque te escondes en los caparazones de otros, estoicamente, acéptalo. Por cualquier rendija escúrrete de tus soledades y ve a dar a la puerta del otro. Escurridizo, sin que te abran, entra. Cree en ti cuando hay otro, porque es que has sido hecho por muchos otros. Y si ie tocara caminar todos los kilometros de ti vida andada para buscarlos, camínalos. ¿Sísifo en tí? Quizá.
construyeron tu Imaginario; de cerril ser, reptando en la nada, a grey que corre a campo travieso. te hicieron ver el horizonte en una playa de tu cuarto oscuro, jugando el ajiley con ese otro que nunca estuvo, pero que te lo inventaste. El viento volaba tus cartas, a buscarlas ibas en tu arenosa soledad, para apostarle al invisible jugador que te acompañaba. Mucho tiempo de soledad en otros.
Aun estando solo, siempre estuvo alguien que aguzara tus sentidos. Esos duendes. ah, esos seres. Te hicieron ver y oir el mundo. Adonde se hundiera la piedra, al finalizar su rasante gravedad en el agua, ahí estabas, con tu soledad en otros y muchos otros. Ahí estabas.
