En mañanas de claridades, hacer un ejercicio de transfiguración no resulta difícil; claro, no será de la fuerza y luz como la de Jesús de Nazareth en el Monte Tabor, por supuesto que no; de opacidad humana sí, pero que muy humana, tanto que me hace sentirme en superficie , frágil y volátil, necesitado de la escucha al Padre, para esas respuestas que me den sentido a la vida.
Y las oigo: "Eres es mi hijo amado, en quien me complazco."(Mt 3, 16-17) Lo oí de su voz. Sé que esas palabras las profirió El Señor en momentos cuando Jesús fue bautizado por Juan en el río Jordán, pero, cada mañana que me sumerjo en Él, desde mis oraciones, las oígo para mi.
También la voz de María que me dice: "haz lo que Él te diga". (Jn 2, 5) Cierto que muchas veces he desobedecido, pero es tan terco El Señor conmigo que, aun desoyéndolo, insiste, tanto que aquí me tiene, viviendo, en llenura y en plenitud, disfrutando de esta luminosa mañana del domingo, en el espacio de vida que me ayudó a construir, donde hace el milagro de llenar mis vaciós. De verdad que los llena.
En vivir quiero que se me vaya la vida, plenamente vivida. Como que lo he descubierto algo tarde, por eso ando trazando líneas y líneas que la hagan posible en este mi horizonte histórico a decir de Gadamer. No quiero entrar en el constante borroneo de ellas buscando otras que tengan refulgencia. creo que no tengo tiempo para eso. Me conformo con las resonancias fenoménicas que puedan tener estas que escribo. Eso sí que signen vida, mucha vida.
Mientras no se me haya cumplido mi plazo, seguiré trabajando para eso que se le suele llamar: El Anuncio o Kerigma. Seguiré pegado al gran canto universal de La Alegría:
Y que no se me venza el plazo sin antes estar en eudaimonia aristotélica.
las imagenes todas son de mi celular xioami