Una nación de gélidos vientos y personas aún más gélidas, que enfrenta una guerra civil mientras el Imperio se debilita en todo el continente, está a punto de presenciar un peligro mayor, el peor de los males que el mundo presenció en milenios, «Como los pergaminos antiguos predijeron, de alas negras en la helada, cuando hermanos vayan a la guerra, serán desplegadas. Alduin, Azote de Reyes, sombra antigua liberada, para saciar su hambre y ¡Devorar el mundo!». Esto es Skyrim.

La historia comienza de forma extraña, despierto en medio de una carreta, compartida con tres peculiares personajes, dos de ellos visten indumentarias similares y todos estamos maniatados; entonces noto que, además, somos escoltados por una caravana de soldados. El primero, Ralof, se presenta, el otro se hace llamar Lokir, un ladrón de caballos, y el tercero no puede hablar, tiene la boca tapada, sin embargo Ralof se refiere a él como Ulfric Capa de la Tormenta, Jarl de Ventalia y verdadero Rey Supremo de Skyrim, por su parte Ralof lo llama líder de la rebelión. ¿Cuál rebelión? No recuerdo nada antes de haber despertado en aquella carreta.

Llegamos a nuestro destino, Helgen, un pequeño pueblito, donde nos espera el tajo de decapitaciones, tal parece que los "rebeldes" serán condenados a muerte. Al parecer estos rebeldes son conocidos como los Capas de la Tormenta, tal cual como el hombre con el que compartí la carreta. Frente a nosotros un hombre nos llama; es la lista de los condenados a ejecución. «¿Y tú quién eres?» pregunta. Soy Pavón, nórdico nacido en Skyrim, recordé en ese instante. De poco sirvió no estar en la lista, el ladrón de caballos y yo seríamos condenados a pesar de no ser rebeldes. Mi cuello ya posaba en la madera, con el verdugo blandiendo su hacha, cuando, de la nada, una leyenda hecha carne, negra como la noche y de brillantes ojos rojos, vuela sobre nosotros y ataca. Hasta entonces muchos habrían dudado de que siquiera existiera algo así, pero era real, un dragón está destruyendo Helgen.

Fuego, tormentas, y rocas ardientes caen del cielo. ¿Es acaso esto el infierno o una oportunidad para escapar? No importa, debo aprovecharla; «Ahora o nunca» dice Ralof, apenas me di cuenta de que estaba junto a mí, comienzo a seguirle hasta llegar a un torreón donde están otros Capas de la Tormenta y el propio Ulfric. Seguimos intentando huir de Helgen sin embargo los embates del dragón nos obligan a separarnos. Ahora me reencuentro no con Ralf, sino con Hadvar, el soldado imperial de la lista de condenados. Bajo aquellas circunstancias no hay tiempo para pensar, así que decido ir con él, hasta los cuarteles subterráneos de la legión en Helgen.

Una vez allí me libera de las ataduras en mis manos, cojo una armadura de la legión y una espada, sé que el camino no será fácil. Apenas damos unos pasos y nos topamos con soldados Capas de la Tormenta, la histeria no deja tiempo a conversación y en seguida comienzan a atacarnos, obviamente nos defendimos y seguimos con nuestro camino. Más adelante llegamos a la cámara de torturas, un sitio lúgubre, allí otros Capas de la Tormenta pelean contra los torturadores; somos cuatro contra dos y los repelemos fácilmente. Aprovecho la oportunidad para tomar unas túnicas del cadáver de un aprendiz de mago, él no las necesitará más.

Los destrozos del dragón en la superficie crean derrumbes en las secciones de cavernas que se conecta con el cuartel. Detrás de nosotros caen los escombros, ya no hay marcha atrás, lo que sí hay son más soldados Capas de la Tormenta, están por todas partes. Agotados enfrentamos otro obstáculo: arañas congeladoras; la pelea es brutal y larga, y nuestra habilidad prevalece, la salida está cerca, solo falta un obstáculo más: un gran oso café. Hadvar propone esquivarlo, yo creo que no es buena idea, el oso se alertará de nuestra presencia de una u otra forma. Lo mejor será acabar con él antes de que siquiera sepa qué lo golpeó; tres flechazos, disparados desde una zona oculta, bastan para concretar esto. Ahora sí, la salida está a solo unos pasos.

Afuera el sol brilla y el viento sopla a todo dar. El fuerte aleteo nos alerta y nos ocultamos tras unas rocas; el dragón está marchándose, probablemente ya se haya aburrido de destruir Helgen, o mejor dicho, lo que queda de Helgen. Hadvar me dice que me dejará marchar, puedo irme libremente o acompañarle a un pueblo llamado Cauce Boscoso, afirma que ahí vive su tío el herrero y que él podría ayudarnos con suministros y demás. Además, insiste en que hay que avisarle a los lugareños. Creo que lo mejor será acompañarlo, a pesar de las circunstancias, y que sobrevivimos por poco al ataque del dragón, presumo que esto apenas empieza.

XXX

Juan Pavón Antúnez

 
 
 

 
 
 

A nation of icy winds and icier people, facing civil war as the Empire weakens across the continent, is about to witness a greater danger, the worst evil the world has witnessed in millennia, "As the ancient scrolls foretold, black-winged in the frost, when brothers go to war, they will be deployed. Alduin, Scourge of Kings, ancient shadow unleashed, to satiate their hunger and devour the world! This is Skyrim.

The story begins strangely enough, I wake up in the middle of a wagon, shared with three peculiar characters, two of whom are dressed in similar garb and all of whom are tied up; then I notice that we are also escorted by a caravan of soldiers. The first, Ralof, introduces himself, the other calls himself Lokir, a horse thief, and the third cannot speak, his mouth is covered, yet Ralof refers to him as Ulfric Stormcloak, Jarl of Ventalia and true Supreme King of Skyrim, for his part Ralof calls him leader of the rebellion. What rebellion? I don't remember anything before I woke up in that wagon.

We arrive at our destination, Helgen, a small village, where the beheading slash awaits us, as it seems that the "rebels" will be condemned to death. Apparently these rebels are known as the Storm Cloaks, just like the man I shared the wagon with. In front of us a man calls out to us; it is the list of those condemned to execution. "And who are you?" he asks. I am Pavon, Nordic born in Skyrim, I remembered at that instant. It was of little use not to be on the list, the horse thief and I would be condemned despite not being rebels. My neck was already resting on the wood, with the executioner wielding his axe, when, out of nowhere, a legend made flesh, black as night and with glowing red eyes, flies over us and attacks. Until then many would have doubted that such a thing even existed, but it was real, a dragon is destroying Helgen.

Fire, storms, and burning rocks fall from the sky; is this hell or an opportunity to escape? No matter, I must seize it; "Now or never" says Ralof, as soon as I realise he is beside me, I start to follow him until we reach a keep where other Stormcloaks and Ulfric himself are. We are still trying to flee Helgen, but the dragon's onslaught forces us to split up. Now I am reunited not with Ralf, but with Hadvar, the Imperial soldier on the list of the damned. Under the circumstances there is no time to think, so I decide to go with him, all the way to the legion's underground headquarters in Helgen.

Once there I am freed from the bindings on my hands, I take a legion armour and a sword, I know that the road will not be easy. We barely take a few steps and we run into Storm Cloaked soldiers, the hysteria leaves no time for conversation and they immediately start attacking us, obviously we defend ourselves and continue on our way. Further on we reach the torture chamber, a gloomy place, where other Stormtroopers fight against the torturers; there are four of us against two and we repel them easily. I take the opportunity to take some robes from the corpse of a wizard's apprentice, he won't need them anymore.

The dragon's wreckage on the surface creates landslides in the cavernous sections that connect to the barracks. Behind us the debris falls, there is no turning back, what there is is more Stormtrooper soldiers, they are everywhere. Exhausted we face another obstacle: freezing spiders; the fight is brutal and long, and our skill prevails, the exit is near, only one more obstacle remains: a big brown bear. Hadvar proposes to dodge it, but I don't think it's a good idea, the bear will be alerted to our presence in one way or another. The best thing to do is to finish it off before it even knows what hit it; three arrows, fired from a hidden area, will do the trick. Now, yes, the exit is only a few steps away.

Outside the sun is shining and the wind is blowing hard. The loud flapping of wings alerts us and we hide behind some rocks; the dragon is leaving, probably bored with destroying Helgen, or rather what is left of Helgen. Hadvar tells me that he will let me go, I can either leave freely or accompany him to a village called Wooded Bed, he says that his uncle the blacksmith lives there and that he could help us with supplies and so on. He also insists that we have to warn the villagers. I think it would be best to accompany him, despite the circumstances, and the fact that we narrowly survived the dragon's attack, I presume this is just the beginning.

XXX

Juan Pavón Antúnez

Todas las imágenes mostradas en este post son capturas de pantalla tomadas por mí mientras jugaba The Elder Scrolls V: Skyrim.

All images shown in this post are screenshots taken by me while playing The Elder Scrolls V: Skyrim.

_{Post translated with (much) help from DeepL}