Una de las grandes disyuntivas que se nos presenta a los emprendedores es si resulta conveniente o no comenzar a delegar funciones que consideramos de gran relevancia para nuestros emprendimientos. Detrás de esta disyuntiva se esconden miedos que de no afrontarlos corremos el riesgo de detener el crecimiento de nuestro negocio, porque, como bien sabemos, no podemos hacer todo de todo, en todo momento. Veamos algunos temores que hay detrás de la no delegación.

1.- Nadie como yo

Es una frase que me la acuñaba a mí misma cuando era profesora activa y en el periodo vacacional comenzaba a criticar como los miembros de mi familia cumplían sus responsabilidades dentro del hogar, justo en ese momento sabía que era hora de volver al trabajo porque estaba cayendo en ese espacio en donde consideraba que “nadie como yo” sabe hacer las cosas.

Es un sentimiento de desconfianza, de no creer en las capacidades y habilidades del otro, de no darle, la oportunidad a los demás para desarrollarse y fortalecerse. Cuando creemos que solo nosotros sabemos cómo hacer, se nos dificulta crear un equipo de trabajo que se involucre plenamente con nuestro emprendimiento y al no formar, ni liderar a un equipo, pues el crecimiento tiene un límite bajo.

Tengo una amiga que profesionalmente le ha ido muy bien, hace años se independizó y trabaja como oficina contable para varias empresas, pero hace más de diez años llegó al límite de clientes que puede atender y allí se quedó porque ningún contador puede hacer el trabajo como ella, ninguno es tan responsable, puntual, cuidadoso como ella.

Superar el “nadie como yo” comienza por aprender a confiar en el otro y a reconocer que el mundo está lleno de personas capacitadas y dispuestas.

2.- Perder el control

Muchas veces consideramos que cuando delegamos corremos el riesgo de perder el control de lo que es la esencia de nuestro emprendimiento, que la persona en quien delegamos se apropie de nuestras ideas, métodos, estrategias o como decíamos en el punto anterior no haga bien la tarea asignada y cause daño al proyecto. Todas son posibilidades reales, sin embargo, siempre podemos seguir estrategias que nos permitan correr un riesgo calculado, tales como:

Estudiar y definir que puedes y que no puedes delegar. Hay actividades que son de tu entera responsabilidad y eso tienes que tenerlo claro. En oportunidades escuchamos “El negocio marcha solo”, ningún negocio marcha solo, siempre la “cabeza”, el dueño, el líder, sabe cuáles son los puntos en los que debe enfocarse, los que no puede dejar en manos de otra persona.

Delega en un paso a paso. No asignes tareas de gran envergadura en alguien en quien aún no confías y que su accionar pueda comprometer tu proyecto. Para ello es necesario comenzar a delegar una vez que has jerarquizado las acciones y aun cuando te lleve tiempo, hay que cumplir una fase de entrenamiento, observar, medir resultado, corregir para seguir soltado.

Da instrucciones claras. No des por sentado nada, ni apeles al sentido común, recuerda que todo esto entra en el mundo de las percepciones y este es completamente individual, explica lo que quieres, cómo lo quieres, para cuando… y constata que la persona está comprendiendo lo que le estás pidiendo. Para ambos es positivo tener claridad en estos aspectos, de ello dependerán los resultados y la satisfacción por el trabajo realizado.

Por otra parte, también es bueno estar abierto a las posibilidades, dejar que esa persona, en quien estamos delegando, exprese sus saberes, explore sus habilidades porque allí pueden estar mejoras en los procedimientos e ideas innovadoras, además que es importante tener a nuestro lado personas proactivas que busque soluciones y den alternativas eso va consolidando un equipo de trabajo.

Dudas, riesgos y temores siempre están rondándonos, aun así, a la hora de delegar hay que dar el paso porque, delegar, en el mundo del emprendimiento, es sinónimo de crecimiento.

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