It didn’t take long for me to realise that if I didn’t step out and find real customers, I might not sell anything. But the fact that I’m a very reserved person was a problem. I hardly speak to people unless I have to. So the idea of reaching out to strangers and convincing them to buy from me was far outside my comfort zone.
Still, I knew I had to sell off my goods.
The first thing I did was open a business WhatsApp account. I took pictures of my items and uploaded them. Then I thought about going out and meeting people in person, starting with places I was familiar with which was my school campus. The idea of approaching strangers, telling them about my products, and then asking for their WhatsApp numbers so they could see my posts felt like a mountain I wasn’t ready to climb.
But after going back-and-forth in my mind for days, I told myself, “Phyna, you either do this scared, or you do nothing at all.” So I wore my fear like a jacket and walked into the real world to fish customers. I wouldn’t say it was easy, but surprisingly I started enjoying the process. Some people showed genuine interest. They smiled to me, listened, and willingly gave me their contacts. That alone encouraged me to approach more people.
Little by little, I started seeing progress. People began buying. I also ran some adverts that helped me expand my customer lists. And just like that, things started moving as if it had always been this simple.
This experience taught me a great lesson about fear.
Fear doesn't just disappear. No matter how much you overthink or try to psych yourself up, it won’t go away completely. In fact, the more you fight it, the more it stays. So I stopped trying to get rid of fear and started moving with it.
We are all wired to survive. Our brain recognises situations that make us uncomfortable and releases hormones that try to protect us by keeping us in our comfort zones. But the truth is, the brain is only doing its job. It’s our own responsibility to do what we have to do even when it feels scary.
I learned to act with or without fear. That means I had to be okay with being uncomfortable. Had to learn that it’s okay to be scared and still do what needs to be done.
I also discovered that approaching people isn’t as difficult as I imagined. Humans can be friendly. I was lucky to meet the kind ones, people who didn’t shut me out, who made it easier for me to open up. With each new conversation my fear got reduced to a percentage.
If there’s one thing I’ve come to understand as an entrepreneur is this: waiting for fear to leave is a big trap. It rarely ever does.
Instead, we carry it with us, and move anyway. Because on the other side of fear is growth, opportunity, and confidence, and we won’t get any of those by just thinking or sitting still.
Thumbnail is designed with canva. Image 2 is generated with AI.
![LEER EN ESPANOL]
!Cuando decidí poner en marcha mi empresa el año pasado, mi plan era sencillo: quería empezar poco a poco y dejar que mis amigos y mi familia me apoyaran. Creía firmemente que a partir de ahí las cosas irían mejor. Así que conseguí todo lo que necesitaba y lancé el negocio, ilusionada y esperanzada. Pero los primeros siete días pasaron sin una sola venta. Estaba preocupada. Las personas en las que tenía puestas mis esperanzas no hacían nada por ayudar, ni con patrocinio, ni siquiera con publicidad entre sus amigos y conocidos. No porque no quisieran ayudar, sino porque no confiaban en lo que yo tenía. Daban excusas para no comprar basadas en emociones o suposiciones.
No tardé en darme cuenta de que si no salía a buscar clientes de verdad, quizá no vendiera nada. Pero el hecho de que yo sea una persona muy reservada era un problema. Apenas hablo con la gente si no es necesario. Así que la idea de acercarme a desconocidos y convencerles de que me compraran estaba muy lejos de mi zona de confort.
Aun así, sabía que tenía que vender mi mercancía.
Lo primero que hice fue abrir una cuenta de WhatsApp para empresas. Hice fotos de mis artículos y las subí. Luego pensé en salir y conocer gente en persona, empezando por lugares que me eran familiares, como el campus de mi colegio. La idea de acercarme a desconocidos, hablarles de mis productos y luego pedirles sus números de WhatsApp para que pudieran ver mis publicaciones me parecía una montaña que no estaba preparada para escalar.
Pero después de darle vueltas a la cabeza durante días, me dije: "Phyna, o haces esto con miedo o no haces nada". Así que me puse el miedo como una chaqueta y salí al mundo real a pescar clientes. No diría que fue fácil, pero sorprendentemente empecé a disfrutar del proceso. Algunas personas mostraron verdadero interés. Me sonreían, escuchaban y me daban de buena gana sus contactos. Solo eso me animó a acercarme a más gente.
Poco a poco, empecé a ver progresos. La gente empezó a comprar. También publiqué algunos anuncios que me ayudaron a ampliar mis listas de clientes. Y así, las cosas empezaron a moverse como si siempre hubiera sido así de sencillo.
Esta experiencia me enseñó una gran lección sobre el miedo.
El miedo no desaparece así como así. Por mucho que pienses o intentes mentalizarte, no desaparece del todo. De hecho, cuanto más luchas contra él, más permanece. Así que dejé de intentar librarme del miedo y empecé a moverme con él.
Estamos programados para sobrevivir. Nuestro cerebro reconoce las situaciones que nos incomodan y libera hormonas que intentan protegernos manteniéndonos en nuestra zona de confort. Pero lo cierto es que el cerebro sólo hace su trabajo. Es nuestra responsabilidad hacer lo que tenemos que hacer aunque nos dé miedo.
Aprendí a actuar con o sin miedo. Eso significa que tuve que aceptar sentirme incómodo. Tuve que aprender que está bien tener miedo y aun así hacer lo que hay que hacer.
También descubrí que acercarse a la gente no es tan difícil como imaginaba. Los humanos pueden ser amables. Tuve suerte de conocer a personas amables, que no me cerraron las puertas, que me facilitaron abrirme. Con cada nueva conversación mi miedo se reducía a un porcentaje.
Si hay algo que he llegado a entender como emprendedora es esto: esperar a que el miedo se vaya es una gran trampa. Rara vez lo hace.
En lugar de eso, lo llevamos con nosotros y nos movemos de todos modos. Porque al otro lado del miedo está el crecimiento, la oportunidad y la confianza, y no conseguiremos nada de eso simplemente pensando o quedándonos quietos.
Thumbnail is designed with canva. La imagen 2 está generada con AI.