
Hoy salí a caminar sin rumbo fijo, con esa sensación bonita de no tener prisa y dejarme sorprender por los colores de la ciudad. Las fachadas antiguas, los balcones llenos de historia y la brisa suave me hicieron sentir en otra época, como si el tiempo se detuviera por un ratito solo para mí.
A veces no hace falta ir muy lejos para vivir algo especial. Basta con abrir bien los ojos, respirar profundo y dejar que el mundo nos hable bajito. Hoy me lo susurró todo: “estás justo donde debes estar”.