



Hoy la tarde nos regaló un momento de esos que se atesoran. Decidimos mi sobrino, mi mamá y yo hacer una pequeña salida a la bodega de la esquina para comprar algunas cositas que nos hacían falta. Mientras ibamos camino al sitio, algo capturó nuestra atención: un perrito siberiano precioso.
Nos detuvimos un momento, simplemente para admirar su belleza y tomamos un fotito. Mi sobrino estaba fascinado, y mi mamá no dejaba de comentar lo bonito que era. Fue un instante de pura alegría y asombro, un pequeño detalle que hizo de una salida cotidiana una experiencia memorable. Momentos así, sencillos y espontáneos, son los que realmente llenan el alma.