Hoy fue uno de esos días que te derriten desde que sale el sol. El calor estaba insoportable, y encima me tocó un montón de trabajo en casa. Pero entre una cosa y otra, pensé: "¡Es mi último chance de hacer algo bonito antes de volver a la rutina!" Así que me lancé a una mini aventura con mi compañera de siempre: mi mamá. Mi mejor amiga, mi cómplice para todo.
Quería cerrar las vacaciones con un lugar nuevo, así que le propuse ir al CosmosBar, que me llamaba la atención desde hace tiempo. Pero cuando llegamos, no había casi ofertas en el menú y… bueno, tuve que improvisar.
Terminamos en Café Libros a la Carta, un rinconcito tranquilo. Pedí dos pizzas napolitanas, un capuchino para mí y un expreso para mami. Para acompañar las pizzas, lo único disponible eran malteadas, así que ni modo, pedimos dos.
Y aquí viene lo triste: las pizzas estaban tan duras que ni con cuchillo se dejaban cortar. Tenían buen sabor, sí, pero nos pasamos más rato luchando con ellas que disfrutándolas. El capuchino… mejor ni hablar. Uno de los peores que he probado, me dejó un mal sabor en la boca (literal). Las malteadas estaban bien, porque eran sencillas y sin mucha ciencia.
Me dio pena por mi mamá, por haberla llevado a un lugar que no estuvo a la altura. Ella siempre me acompaña con una sonrisa, y yo quería regalarle un momento especial, así que mientras regresábamos a casa, ya iba pensando en cómo compensarla.
Pero eso… eso se los contaré en la próxima parte. 😉
Lo bonito de todo fue compartir juntas, reírnos de lo duras que estaban las pizzas y simplemente estar ahí, la una para la otra. Porque al final, no siempre se trata del lugar, sino de con quién estás.
English Version
Today was one of those days that melt you from the moment the sun comes up. The heat was unbearable, and on top of that, I had a ton of work to do at home. But between one thing and another, I thought: “This is my last chance to do something nice before going back to the routine!” So I set off on a little adventure with my usual partner: my mom. My best friend, my partner in everything.
I wanted to end the vacation by visiting somewhere new, so I suggested going to CosmosBar, a place that had caught my attention for a while. But when we got there, the menu had almost no options and… well, I had to improvise.
We ended up at Café Libros a la Carta, a quiet little spot. I ordered two Neapolitan pizzas, a cappuccino for me, and an espresso for my mom. To go with the pizzas, the only thing available were milkshakes, so we ordered two of those too.
And here comes the sad part: the pizzas were so tough we could barely cut them with a knife. They had good flavor, sure, but we spent more time struggling with them than actually enjoying them. The cappuccino… let’s not even talk about it. One of the worst I’ve ever had—it literally left a bad taste in my mouth. The milkshakes were fine, but only because they were simple and didn’t require much effort.
I felt bad for my mom, for taking her to a place that didn’t live up to what I hoped. She always comes with a smile, and I just wanted to give her a special moment. So on the way back home, I was already thinking of how to make it up to her.
But that… I’ll tell you in the next part. 😉
The best thing about it all was being together, laughing at how tough the pizzas were, and just being there for each other. Because in the end, it’s not always about where you are, but who you’re with.
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