Desde que llegué a #hive, he sentido algo que no esperaba: ser leída con el corazón. Esta publicación nace de esa emoción, del eco que dejaron en mí algunas respuestas, y de la certeza de que escribir no es solo crear... es tender puentes. Hoy comparto esta reflexión íntima sobre lo que significa llegar al otro a través de las palabras.
Cuando el alma escribe, otros corazones despiertan
Hay días en los que una escribe para no callarse.
Otros días, para no romperse.
A veces, se escribe por necesidad, otras, por costumbre.
Y luego están esos días raros y sagrados en los que se escribe…
y alguien, al otro lado del silencio, responde.
No con ruido, no con rapidez, sino con verdad.
Te dicen “te leí”,
y esa frase sencilla tiene la fuerza de un abrazo.
Una caricia inesperada en medio de una habitación vacía.
Eso me pasó hoy.
Vi mis palabras caminar solas.
Sin tener que empujarlas, sin forzarlas.
Se abrieron paso entre pantallas y conexiones,
y llegaron hasta otros ojos.
Ojos que no conozco, pero que, de pronto, me conocen a mí.
Llevo años escribiendo.
Desde que era niña, cuando la tinta era mi escondite y el papel, mi casa.
Escribía en libretas rotas, en servilletas, en el borde de los boletos de ómnibus.
Escribía para entender el mundo y, muchas veces, para sobrevivirme.
Pero no siempre fui leída.
Hubo épocas de silencio.
Épocas donde las palabras eran eco y nadie contestaba.
Y una empieza a dudar de su voz cuando el mundo no responde.
Hasta que, un día, algo cambia.
Tal vez no afuera, sino dentro.
La palabra vuelve, más cruda, más real.
Y esta vez ya no se escribe para que nos lean…
sino porque no podemos seguir guardando lo que somos.
Hoy, en Hive, alguien me leyó.
No solo leyó un texto. Me leyó a mí.
Y dejó un comentario que no fue automático ni indiferente.
Fue presencia.
#unsplash.
Me dieron la bienvenida desde Venezuela, desde Cuba, desde rincones diversos de esta comunidad infinita.
Y yo me quedé en silencio frente a la pantalla,
agradecida, conmovida.
Porque cuando una escribe con el alma,
cada lector se convierte en un espejo.
En una forma distinta de decirte: No estás sola. Yo también siento eso.
Y entonces, entendés que tus palabras no solo son tuyas.
Que lo que sale de vos puede servir de consuelo, de alivio,
de faro en la oscuridad ajena.
Hoy confirmé que escribir no es un acto egoísta.
Es un acto de entrega.
Una confesión abierta para quien quiera, o necesite, escuchar.
No me importa si son cien personas o una sola.
Si hay un corazón latiendo del otro lado, ya valió la pena.
Hive, para mí, está empezando a ser algo más que una plataforma.
Es un territorio fértil.
Un jardín donde la palabra no se marchita,
donde florece incluso entre desconocidos.
Gracias por eso.
Gracias a quienes se toman el tiempo de leer sin prisa.
A quienes comentan desde el alma y no desde el protocolo.
Gracias por recordarme que mi voz tiene un lugar.
Hoy, más que nunca, creo en el poder de llegar con la palabra.
No para convencer.
No para sobresalir.
Sino para tocar. Para habitar. Para acompañar.
Porque a veces, una línea puede cambiarte el día.
Y un “te leí” puede salvarte el alma.
"Me identifiqué con lo que escribiste sobre..." eso es una verdadera joya 💎 , florecer en corazones que han perdido esperanza .
Con cariño:
@florecemujer ✍🏼
Donde las palabras florecen, siempre hay alguien que vuelve a respirar.